domingo, 24 de mayo de 2009

Eucaristia en el movimiento ecuménico

La Eucaristía en el movimiento ecuménico CIC 844. párr. 2/3 [1] Los católicos pueden recibir los sacramentos de la Eucaristía y la penitencia en caso de necesidad grave, en Iglesias y comunidades que tengan estos sacramentos y así mismo los miembros de estas Iglesias o comunidades pueden recibirlos de Ministros católicos, siempre que tengan Fe en los mismos y no dispongan de Pastor. LG. 10 Por el bautismo somos todos sacerdotes; ambos sacerdocios participan aunque en distinto grado del sacerdocio de Cristo Lg 15 La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos pero no profesan la fe en su totalidad, no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro, pues honran La Escritura como norma de Vida, muestran un sincero celo religioso, creen en Dios Padre, y en Cristo Hijo, están sellados con el bautismo que los une a Cristo; aceptan y reciben otros sacramentos en sus propias Iglesias o comunidades eclesiásticas poseen el episcopado, celebran La Eucaristía fomentan la piedad hacia La Virgen Madre. Añádase a esto la armonía de oraciones y cierta verdadera unión en el Espíritu Santo; ya que Él ejerce en ellos su virtud santificadora con los dones y gracias ; y, algunos de ellos los fortaleció hasta la efusión de sangre. De este modo El Espíritu suscita a todos los discípulos de Cristo el deseo y la actividad para que todos están pacíficamente unidos del modo determinado por Cristo; en una Grey; y bajo un único Pastor. Para conseguir esto la Iglesia Madre, no cesa de orar, esperar y trabajar, y exhorta a sus hijos a la purificación y renovación a fin de que la señal de Cristo resplandezca con más claridad sobre la faz de la tierra Constitución sobre la Sagrada Liturgia. 47 La Misa es “sacramento de unidad” U. R 2 “ En la Eucaristía por la cual se realiza la Unidad de la Iglesia. Cristo resucitado por medio del Espíritu, llama y congrega en el pueblo de la Nueva Alianza; que es La Iglesia , en la unidad de la Fe, de La Esperanza y de La Caridad. ... “El Espíritu Santo, es el principio de La Unidad de la Iglesia” “El Supremo modelo de La Unidad es La Trinidad” “Ut Unum sint, Pto. 57./61; 666/72 “La Unidad en la diversidad, El intercambio de dones entre Las Iglesias en su complementariedad hace fecunda la comunión. Los católicos orientales son pieza clave en el diálogo por la Unidad con los ortodoxos. Los primeros Concilios son la prueba de la Unidad en la diversidad. El bautismo se ordena a la profesión de la Fe y a la comunión integra en la vida eucarística “Al conmemorar en La Santa Cena la muerte y resurrección del Señor, profesan que en la comunión con Cristo se significa la vida, y esperan su venida gloriosa” ..... Quisiera a este respecto recordar una actitud inspirada por La Caridad fraterna y por la profunda luz de La Fe, que he vivido con intensa participación. Me refiero a las celebraciones eucarísticas que presidí en Finlandia y Suecia durante mi viaje a los países escandinavos y nórdicos. En el momento de la comunión; los obispos luteranos , se acercaron al celebrante, ellos quisieron manifestar con un gesto concordado el deseo de alcanzar el momento en que católicos y luteranos, podremos participar en la misma Eucaristía, y quisieron recibir la bendición del celebrante. Con amor los bendije. El mismo gesto se repitió en Roma durante la Misa que presidí en la plaza Farnese el 6 de octubre de 1.991 con motivo del VI centenario de la canonización de Santa Brigida Novo mileniun ineunten. 48 “Como Cuerpo de Cristo somos Uno, la división es causa de la debilidad de los hombres. El deseo de la Unidad plena, será cosa de Jesús no nuestra. Unidad en las legitimas diferencias.” “Eclesia de Eucharistía. , 34/46 Toda validad celebración de La Eucaristía expresa esta comunión universal con Pedro y con la Iglesia entera, o la reclama objetivamente como en el caso de las Iglesias cristianas separadas de Roma. “Sí vosotros sois el Cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor, está el misterio que sois vosotros mismos y recibid el misterio que sois vosotros” San Agustín. Y de esta ,,,Cristo el Señor, consagro en su mesa el misterio de nuestra Paz y Unidad, él que recibe el misterio de la Unidad y no posee el vínculo de la paz, no recibe el misterio para provecho propio sino un testimonio contra si. ... La Eucaristía como sacramento de comunión eclesial, relaciona con el compromiso ecuménico. No es licito la concelebración, pero no sucede lo mismo para la recepción eucarística. Manem Noviscum “La Eucaristía nos une en un solo Cuerpo, somos un solo pan, y un solo Cuerpo, pues todos participamos de un solo pan 1 Cor 10 Directorio sobre ecumenismo En los casos de recepción de la Eucaristía en Iglesias Orientales, se tendrán en cuenta las costumbres de las mismas siempre que sea posible para evitar el escándalo, y en el caso de las Iglesias ortodoxas se aceptara su disciplina y no se comulgara, si en las mismas se niega la comunión al que no pertenece a dicha Iglesia LA CENA DEL SEÑOR Relación de la Comisión Mixta Católico Romana. Evangélico Luterana. 1978 * [1] PRESENTACION La Comisión mixta católico romana - evangélico luterana constituida por el Secretariado para la Unidad de los Cristianos de Roma y la Federación Luterana Mundial ha concluido su trabajo sobre un docu­mento acerca de la Cena del Señor. Después de haber sido unánime­ mente aceptado por los miembros de la Comisión, el documento se ofrece ahora para su discusión. Se ha alcanzado un acuerdo en puntos significativos. Ha sido posible obtener un amplio testimonio común. Por ello, confiamos en que las cuestiones todavía abiertas serán cla­rificadas de común acuerdo. Esperamos que el documento que sigue nos aproximará más a la plena comunión en la fe y, por consiguiente, a la comunión en la Mesa del Señor, que tan ardientemente deseamos. HANS lo MARTENSEN INTRODUCCION Obispo de Copenhague, Dinamarca . Desde 1965 -tras más de 400 años de separación- han tenido lugar unas conversaciones, a escala mundial, entre represen­tantes de la Federación luterana Mundial y de la Iglesia Católica Romana nombrados oficialmente. las autoridades eclesiásticas com­petentes crearon una Comisión mixta internacional de estudio que, bajo el título .EI Evangelio y la Iglesia- se propuso discutir, a la luz de los recientes progresos de nuestros conocimientos, las con­troversias teológicas tradicionales. En 1972 [2] se publicó una síntesis de los resultados de los trabajos de esta Comisión mixta de estudios. En ella se expresan importantes acuerdos y convergencias. De todas formas, como se decía en la presentación, la amplitud del tema general era tal, que ciertas cuestiones precisas -como las de la Eucaristía y el Ministerio- no podían ser, o no han sido, tratadas más que de forma parcial. la Comisión misma, haciéndose eco de la Relación de Malta, no sólo ha subrayado la necesidad de una iluminación más profunda de estas cuestiones, sino que siente dolorosamente su ur­gencia. muy particularmente en razón de nuestra separación en la Cena de la Unidad: la comunión en la Eucaristía es, en efecto, un elemento integrante de la plena unidad de los cristianos y supone realizada la unidad en la fe. Prosiguiendo su diálogo oficial. la Comi­sión mixta luterano-católica ha dirigido. pues, su atención de una manera especial sobre la Eucaristía y ahora presenta el resultado de sus esfuerzos [3] . Un estudio sobre el Ministerio eclesial (Amt) vendrá a continuación. Se tomará en especial consideración el minis­terio episcopal, y se dará respuesta a ciertas cuestiones conexas ' con la de la Eucaristía. 12. En la elaboración .del texto que: presentamos, la Comisión mixta luterano-católica, ha hecho esfuerzos, para dar, en la medida de lo posible, un testimonio común y, sin dejar de señalar claramente las cuestiones que continúan abiertas, ir madurando la res­puesta adecuada. Así, lo que Luteranos y Católicos pueden confesar conjuntamente está llamado a penetrar en la vida de la Iglesia y de las comunidades. 3. El. texto del documento ha ido tomando cuerpo progresiva­mente a través de la reflexión sobre el testimonio de la Sagrada Escri­tura y de las tradiciones eclesiales. En nuestra reflexión hemos reser­vado un lugar especial a las formas concretas de la liturgia, pues la doctrina y la vida, la confesión (de la fe) y la expresión litúrgica, la piedad y la práctica forman parte de la realidad de la Eucaristía. Como signo de agradecimiento al trabajo realizado por otros. y desean­do obtener un eco ecuménico tan amplio como sea posible, hemos asumido ciertas afirmaciones de anteriores documentos ecuménicos. en la medida en que tales afirmaciones corresponden a la posición luterana y católica [4] . 4.El conjunto queda articulado de la siguiente manera: - En la primera parte -Testimonio común- se expresa aquello que Luteranos y Católicos pueden confesar conjuntamente. - La segunda parte se orienta hacia las “tareas comunes”:se describen y tratan las cuestiones controvertidas; se evocan las consecuencias y las exigencias que de ello se deducen para la vida y la doctrina de las Iglesias, en particular por lo .que atañe a la liturgia. . El presente documento se dirige a todos los cristianos católicos y luteranos: dirigentes de las Iglesias, teólogos. pastores de almas, comunidades de fieles y, especialmente, grupos empeñados en el diálogo ecuménico. Pero Luteranos y Católicos no son los únicos interpelados: así como la Comisión ha aceptado con 'gratitud las sugerencias de otros grupos cristianos en diálogo, espera también que estas reflexiones luterano-católicas sean útiles para otros. Por esta razón hemos procurado esforzarnos para aportar a través del documento el testimonio de una verdad destinada a todos los hombres sean o no cristianos. Primera Parte TESTIMONIO COMUN 1. EL TESTAMENTO DE JESUS SEGUN LA ESCRITURA 6. Antes de entregarse a la muerte para dar a los hombres la paz y la comunión con Dios y entre ellos mismos, Jesús dispuso su Cena para los suyos: "Cuando iba a ser entregado a su pasión, volun­tariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros. Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus dis­cípulos diciendo: Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza Nueva y Eterna, que será derra­mada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía [5] . En esta nueva comida­-Passah. el Señor se dio él mismo a los suyos en alimento, y, por ello, mientras esperan su venida gloriosa les hizo partícipes de su actuación, de sus sufrimientos y de su vida (cf. Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lucas 22, 16-20; 1 Cor 11,23-26). Cada vez que los cristianos de todos los tiempos celebran la Cena del Señor según su voluntad en memoria de él, el Señor les concede de nuevo esta comunión y, por ella. les hace el don de la “remisión de los pecados. de la vida y de la bienaventuranza [6] . MISTERIO DE FE 7. La Cena del Señor es un misterio de fe en el sentido más pleno de la palabra. Forma parte del único misterio de salvación, a la vez comprehensivo e incomprensible, de cuya condición mistérica par­ticipa: para "que el hombre pueda conocer el misterio, Dios debe comunicarse, y este misterio no entra en nuestro horizonte más que en la medida en que el Señor lo quiere y lo realiza. Es decir: !a Eucaristía no nos es accesible más que por el don de la fe que Dios nos hace. 8. Con mayor motivo las actitudes y los comportamientos reque­ridos por parte de aquellos que la celebran son cuestión de fe y no de sus propias fuerzas. La comunión eucarística de vida y de acción no nace más que de la comunión de fe operada por el Espíritu Santo (cf. Infra n. 23). 9. Teniendo en cuenta que la fe cristiana se realiza esencialmente como comunión de fe con todos los creyentes, la Eucaristía es asunto de la comunidad y, en su seno, asunto de cada uno. Como «Nueva Alianza”, la «Sangre de la Alianza” que se nos ofrece en la Eucaristía (Mt 26, 28; Mc 14, 24; cf. Lucas 22, 20; 1 Corintios 11, 25) es dada al nuevo pueblo de Dios y, por ello, a sus miembros. 10. En el Señor presente están presente toda “gracia y verdad­”(Juan 1, 14) en medio de nosotros. Así también la Eucaristía es misterio de fe en el sentido, Igualmente, de que engloba las dimensiones esen­ciales de la verdad de la fe. 1. En su celebración se reflejan las fases de la historia de la sal­vación: - Se nos recuerda la creación, que Dios hizo buena y por la cual nosotros le alabamos y damos gracias. - Se nos hace manifiesta la realidad del pecado. de la que senos invita a tomar conciencia y confesarla. - Se nos dirige de nuevo la palabra de Dios, como exhortación y promesa para ser acogida en la escucha y en la obediencia, y hallar respuesta. - El pan y el vino, realidades de nuestro mundo, son introdu­cidos en el proceso de redención y de santificación. igual que los actos fundamentales de la vida humana: comer y be­ber; celebrar y actuar en común. - La unión con el Señor y con los suyos es anuncio y comienzo de la llegada en medio de nosotros del Reino de Dios y pro­mesa de la plenitud que viene. 11. Por último, el misterio de la Eucaristía nos vincula al mis­terio primordial del Dios Uno y Trino, desde el cual, por el cual y hacia el cual todo existe. El Padre del cielo es el origen primero y el fin último de! aconte­cimiento eucarístico. El Hijo de Dios hecho hombre, por quien, con quien y en quien la Eucaristía se realiza, es Su centro viviente. 12. Al final de muchas plegarias litúrgicas eucarísticas, el mis­terio más profundo de la Eucaristía y de nuestra vida es celebrado corno glorificación. Refiriéndose al Señor Jesucristo presente, se dice: “Por Cristo, con El y en El, a Ti, Dios, Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los. siglos. Amén». III. POR, CON Y EN CRISTO Por Cristo 13. No hay Eucaristía sino por Jesucristo. El es quien por pri­mera vez la ha celebrado en medio de sus discípulos. El es quien ha dado el mandato de no dejar de celebrada hasta que él venga. El es quien dispone la Cena, él es quien invita. Por él se hace posible y real la participación plena. consciente y activa [7] de todos los fieles en la celebración eucarística. Por él son llamados y enviados los que en su nombre presiden la celebración. Su servicio es un signo impre­sionante de que “la asamblea no es propietaria del gesto que está realizando, que no es dueña de la Eucaristía: la recibe de Otro, de Cristo viviente en su Iglesia [8] (cf. infra nn. 65-68). Con Cristo 14. Por él. nosotros podemos celebrar la Eucaristía con él. No es por mérito humano alguno, ni por capacidad humana alguna, sino por su sola gracia como se realiza el prodigio de su presencia. Lo que ésta significa y realiza no podemos valorarlo, más que si permane­cemos abiertos a las distintas maneras como se hace presente el Señor. 15. Jesucristo cumple de múltiples forma su promesa: “Yo esta­ré con vosotros para siempre hasta el fin del mundo”. (Mt 28, 20). «Nosotros profesamos una múltiple presencia de Cristo, Palabra de Dios y Señor del mundo. EI Señor crucificado y resucitado está pre­sente en su cuerpo, el Pueblo de Dios, pues él está presente allí don­de dos o tres se reúnen en su nombre (Mateo 18, 20). Está presente en el bautismo, pues es el mismo Cristo quien bautiza. Está presente en la lectura de la Sagrada Escritura y en el anuncio del Evangelio [9] . El Señor está presente también en los pobres y en los necesitados, pues son verídicas sus palabras: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 40). 16. La presencia eucarística se halla en relación con todos estos datos y tiene a la vez su forma especial. “Cristo está presente y activo, de diversas maneras, en la celebración eucarística entera. Es el mismo Señor quien por la proclamación de su Palabra invita a su pueblo a su mesa; el que por su ministro preside esta mesa y el que se da a si mismo sacramentalmente en el Cuerpo y la Sangre de su sacri­ficio pascual” [10] En el sacramento de la Santa Cena, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. está plena y enteramente presente con su Cuerpo y su Sangre bajo los signos del pan y del vino. “A lo largo de los siglos, los cristianos han intentado describir esta presencia con formulaciones diversas. Nuestros documentos con­fesionales dan testimonio común de que, en este sacramento, Jesu­cristo está “realmente”, “verdaderamente” y “substancialmente” pre­sente. Esta clase de presencia apenas puede expresarse con palabras, pero nosotros damos testimonio de su presencia porque creemos en el poder de Dios y en la promesa de Jesucristo: ..”Esto es mi Cuerpo... esta es mi Sangre”. A esta presencia, nuestras tradiciones la han denominado .”sacramental”, “sobrenatural”, “espiritual”. Estos con­ceptos tienen matices distintos en las dos tradiciones; pero, en con­junto, se oponen tanto a una forma de presencia espacial o natural, como a una noción puramente conmemorativa o figurativa del sacra­mento [11] 17. .Cristo instituyó la Eucaristía, sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, centrado en la cruz y la resurrección, como anámnesis o memorial de toda la obra reconciliadora de Dios en el Cristo mismo, con todo lo que ËI realizó por nosotros y por la creación entera (en su encarnación, su condición de servidor, en su ministerio, su ense­ñanza, su sufrimiento. su sacrificio, su resurrección, su ascensión y pentecostés) , está presente en esta anámnesis o memorial, que es a la vez pregustación de su Parusia y de la plenitud del Reino» [12] (cf. infra n. 36). 18. Presente en medio de nosotros, el Señor quiere incorporamos a su movimiento vital. Aquél que, por amor, se entregó a la muerte, vive en nosotros (Gál 2, 20). Por su gracia hemos .pasado con él de la muerte a la vida» (Juan 5. 24). Participando en el sacramento de la Eucaristía nosotros caminamos con él a través de este mundo hacia el mundo futuro (pascha. transitus). Llenos de su gracia y vivificados por su Espíritu, podemos transmitir su amor Y, por ello, glorificar al Padre. De la misma manera que nosotros somos incapaces de ofrecer a Dios un verdadero sacrificio por nuestras propias fuerzas. así también debemos ser, por la fuerza de Cristo, asumidos en su propio sacrificio. .Cuando, en la Cena del Señor, nos presentamos ante Dios dándonos a él, no lo hacemos más que .por Cristo», es decir, en referencia al don que él hace de sí mismo.:. .Darse, es a fin de cuentas, abrirse para recibirle» [13] “Así, unidos a nuestro Señor que se ofrece a su Padre. y en comu­nión con la Iglesia universal en el cielo y en la tierra, nos reno­vamos en la Alianza sellada con la Sangre de Cristo, y nos ofrecemos a nosotros mismos en un sacrificio vivo y santo que debe expresarse en nuestra vida cotidiana» [14] Es de esta manera como debe renovarse sin cesar aquello que, a fin de cuentas, es el sentido mismo de la fe cristiana: la unión vislumbrada por esta fe es la unión con el Señor concreto. con todo su destino concreto. Quien se une a él está llamado a morir y a resucitar con él (cf. Infra nn. 34.36). En Cristo 19. Este ser-con-Crlsto se funda y culmina en el ser-en-Cristo. Bajo los signos del pan y del vino el Señor ofrece en alimento su Carne y su Sangre entregadas por todos, es decir, él mismo. De esta forma él se manifiesta como “el pan vivo bajo del cielo» (Juan 6, 51). Recibir con fe este alimento es hacerse partícipe de una comunión con Cristo, semejante a la del Hijo con el Padre. “Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí” (Juan 6, 57). Cristo quiere estar en nosotros y a la vez nos otorga el estar en él; “EI que come mi Carne y bebe mi Sangre. permanece en mí, 'Y yo en él” (Juan 6, 56). Esta comunión tiene su fundamento en 'la eternidad y, a su vez, la alcanza más allá del tiempo: “EI que coma de este pan vivirá para siempre” {Juan 6. 58). 20. Al darse él mismo, Cristo reúne a todos cuantos participan en su Cena: la multitud se convierte en “un solo cuerpo» (1 Cor 10, 17). Los participantes son edificados por la fuerza del Espíritu Santo en un solo y mismo pueblo de Dios. “Es el Espíritu el que vivifica” (Juan 6, 63). Así la Cena eucarística es la fuente de la vida. renovada cada día, del pueblo de Dios que en ella es convocado y mantenido en la misma fe. IV. EN LA UNIDAD DEL ESPIRITU SANTO El Espíritu Santo y la Eucaristía 21. Jesús, durante su vida, lo hizo todo en el Espíritu Santo (cf. Lucas 4, 1; 14, 17-21). En él se ofreció en sacrificio (cf. Hb 9, 14). En el poder del Espíritu Santo venció el pecado y la muerte, resucitó del sepulcro y vive en medio de su comunidad pentecostal. Por este mismo Espíritu, y en él, todos los creyentes deben permanecer unidos a Cristo y continuar su obra. También la acción eucarística de Jesús se realiza por el Espíritu Santo. Todo lo que el Señor nos da y todo lo que nos hace aptos para apropiárnoslo es don del Espíritu Santo. Esto se expresa en la liturgia, muy particularmente en ia invocación del Espíritu Santo (epiklesis) [15] . 22. Cuando hace memoria de la intercesión de Cristo, su Gran Sacerdote, la Iglesia pide con confianza el don de su Espíritu, a fin de que, por los dones eucarísticos, ella misma sea renovada, santifi­cada y confortada para realizar su misión en el mundo. Gracias al Espíritu Santo el pan y el vino se convierten, por la palabra creadora, en el Cuerpo y Sangre de Cristo. El Espíritu de amor hace efectivo el sacramento del amor en el cual el amor divino alcanza al hombre en su realidad terrena para atraerlo hacia sí. 23. Sólo en el Espíritu Santo puede la comunidad acceder a esta fe sin la cual no puede celebrar la Eucaristía. La epíklesís es, pues, también la oración que pide una fe viva que nos disponga a celebrar el memorial de la pasión y de la resurrección de Cristo. La Eucaristía no es un medio de salvación automáticamente eficaz para la salvación del mundo; presupone la presencia del Espíritu Santo en el creyente (cf. supra nn. 7-9). 24. En la Eucaristía, los frutos del Espíritu Santo -el amor; la alegría, la paz- son dados a los creyentes en participación; en ellos se realiza una anticipación de la plenitud definitiva. La Eucaristía es el banquete celebrado para confortar a los creyentes con miras al retorno glorioso de Cristo. la invocación al Espíritu Santo constituye, de esta manera, una oración que pide la irrupción del mundo futuro en nuestro mundo de hoy (cf. Infra nn.42-45) La Eucaristía y la Iglesia 25. Los creyentes, que han sido ya bautizados en el mismo Espí­ritu para formar un solo cuerpo (cf. 1 Corintios 12: 13) y se alimentan con el Cuerpo de Cristo, van haciéndose cada vez más un solo y mismo cuerpo, por la gracia del Espíritu Santo (cf. 1 Corintios 10, 17). La Eucaristía y la Iglesia, están, pues, unidas vitalmente de múltiples maneras: 26. Por el hecho de que Cristo se da a los suyos en la Eucaristía, su vida pasa a ser la de ellos; su Espíritu el suyo. El acontecimiento de la comunión eucarística con Cristo se convierte en la forma per­manente de vida de la comunión eclesial con Cristo. -La participa­ción en el Cuerpo y la Sangre de Cristo no realiza otra cosa que transformarnos en aquello que recibimos” [16] . “Somos atraídos y trans­formados verdaderamente también nosotros en el cuerpo espiritual, es decir, en la comunión con Cristo y con todos los santos; y, por este sacramento, participamos de todas las virtudes y de todas las gracias de Cristo y de sus santos” [17] . La Eucaristía es así simultánea­mente la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia. Sin la comunión en la Eucaristía no hay plena comunión eclesial; sin la comunión eclesial no hay verdadera comunión en la Eucaristía. 27. Esto vale en primer término para la comunidad concreta reuni­da en tal o cual lugar para celebrar la Cena del Señor; pero ello concierne igualmente y en la misma. medida a la cristiandad entera. “La participación del mismo pan y del mismo cáliz en un lugar dado opera la unidad de los comulgantes con Cristo entero y con todos los demás comulgantes de todos los tiempos y lugares. Al com­partir el mismo pan, manifiestan su pertenencia a la Iglesia en su catolicidad” [18] . La frontera misma de la realidad terrena es franqueada en el sentido que el Espíritu Santo nos une igualmente con aquellos que nos han precedido en la fe y que han sido llamados a la comunión permanente con Dios. 28. El hecho de que los cristianos continúen pecando contra esta unidad es tanto más grave cuanto que ella es un don que nos ha sido dado por Cristo. Esto sucede cuando a los cristianos les falta fe y esperanza; pero también cuando toleran o -lo que es peor todavía-:cuando ellos mismos son los que provocan profundas separaciones entre los hombres, en el plano Individual o en el social. El cristiano, inserto en la comunión con el Señor, debe combatir con él para derribar los muros de enemistad que los hombres alzan entre ellos: muros de enemistad entre tribus, entre naciones, entre razas, sexos. generaciones, confesiones y religiones [19] . V. GLORIFICACIÓN DEL PADRE 29. la comunión con Cristo, en la cual nos introduce la Eucaristía por la fuerza del Espíritu Santo, conduce en definitiva al Padre eterno. Esto se realiza en distintos planos y según formas diversas y, a !a vez, relacionadas entre sí. Proclamación 30. No sólo en las lecturas y en la predicación, sino en toda su celebración, la Eucaristía es proclamación de la grandeza y de la misericordia de Dios. De acuerdo con esto, cada uno de sus elemen­tos reviste una significación particular según su propia naturaleza. La confesión de los pecados por parte de la comunidad reunida Implica siempre y al mismo tiempo la expresión pública del “sí” abierto a la acción reconciliadora de Dios. La lectura e interpretación de la Sagrada Escritura hacen posible que la Palabra misma de Dios hable en cada nueva situación, tornán­dose de este modo eficaz. El testimonio de la Sagrada Escritura y la predicación de las maravillas de Dios no sólo suscitan la confesión de fe, sino que constituyen ya, por sí mismos, un ejercicio de esta confesión. El pan y el vino, -frutos de la tierra y del trabajo del hombre” [20] , son, ante todo, dones del Padre y síntesis de su creación, que él hizo buena. El acontecimiento que los transforma es una referencia Impresionante a la acción que Incesantemente conserva y sostiene todas las cosas en su ser, en cada momento, y las conduce a su plenitud. Pero, sobre todo. en cada cena eucarística se rinde testimonio al amor que Dios ha manifestado en la cruz hacia todo el mundo, al entregar a su propio Hijo por la salvación del mundo (cf. Juan 3, 16): “Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga “ (1 Cor 11, 26). Acción de gracias 31. Proclamación y acción de gracias están, por su misma natu­raleza, estrechamente relacionadas. En este sentido -la Eucaristía es la gran acción de gracias al Padre por todo lo que ha realizado en la creación, la redención y la santificación, por todo lo que realiza ahora, en la Iglesia y en el mundo a pesar de los pecados de los hombres; por todo lo que realizará conduciendo su Reino a la ple­nitud. Así, la Eucaristía es la bendición (berakah) por la cual la Iglesia expresa su agradecimiento a Dios por todos sus beneficios [21] . En la celebración de la comunidad, la acción de gracias a Dios, creador de todas las cosas buenas que se nos dan, encuentra una expresión no sólo verbal, sino también material. El don que Cristo hizo de si mismo y la promesa del Reino que viene relativizan todas las riquezas de este mundo, y nos hacen conscientes, al mismo tiempo, de Dios como donador y de nosotros como administradores de estos dones. Ofreciendo el pan y el vino alabamos a Dios, que, por nuestro trabajo. nos procura los bienes terrenales necesarios para el mante­nimiento de nuestra vida. Nos ofrecemos a nosotros mismos (cf. Romanos 12. 1) Y compartimos lo que nos ha sido dado. Intercesión 32. Confortada por su fe en los beneficios de Dios, la comunidad intercede, en la celebración eucarística, por todos los hombres, por las necesidades del mundo, por las preocupaciones de los cristianos y de aquellos que tienen responsabilidades en la Iglesia y en la socie­dad. La Iglesia se une así a la intercesión que su Señor presenta ante el Padre (cf. Hb 7, 25) y por él intercede para la salvación del mundo que nos ha sido prometida -salvación que la comunidad. en su fe y en su esperanza, ha pregustado ya en el Espíritu-. El hecho de que esta confianza en la acción salvadora de Dios hacia el mundo se exprese de nuevo, más claramente, en la celebración eucarística nos alegra y nos obliga a dar testimonio de una solidaridad activa hacia todos los necesitados [22] . Alabanza 33. “La Eucaristía es el gran sacrificio de alabanza por el cual la Iglesia habla en nombre de toda la creación" [23] . A causa de la caída enmudeció el sacrificio de alabanza debido a Dios por la humanidad. En Cristo. ha cobrado nueva vida. En la asamblea eucarística, en particular en el Prefacio y en el Sanctus, la creación renovada en Cristo canta un himno de alabanza. Vuelve a ser capaz de adorar al Padre en espíritu y en verdad (cf. Jn 4, 23 ss.). Ofrenda de si mismo 34. En su Cuerpo entregado por los suyos (Lucas 22, 19; 1 Corintios 11, 24) y en su Sangre derramada por ellos (Mt 26, 28; Mc 14, 24; Lc 22. 20), el Señor está presente en su entrega. Está entre nosotros como aquél que el Padre ha entregado en el Espíritu Santo, y como aquél que, en el mismo Espíritu, se entrega a Sí mismo por el Padre y por los hombres. De esta forma él se comunica, y de esta manera también desea continuar su acción. Cuanto más asumida es la comu­nidad celebrante en esta ofrenda, tanto más vive para la mayor gloria de Dios. La Iglesia, que anuncia la muerte del Señor, es llamada ella misma a unirse a esta muerte. No sólo debe conocer y hablar de este sacrificio. sino también dejarse asumir por él. Muriendo con su Señor, debe estar preparada para resucitar con 1:1. 35. La unión ofrecida por Cristo afecta igualmente a la voluntad y a la acción de los suyos. .Este es el fruto de la Santa Cena: que tú te das con toda tu vida, así como Cristo, por estas palabras, se entregó a ti con todo lo que es [24] . (cf. supra n. 18). 36. Cuando la Iglesia cumple el mandato del Señor: “Haced esto en memoria mía” (Lucas 22. 19; 1 Corintios 11, 24) entra cada vez de nuevo en contacto con el sacrificio de Cristo; recibe de Él una nueva vida y la fuerza para morir con Él. “La noción de 'memorial' tal como era entendida en la celebración pascual en tiempos de Cristo -es decir, hacer eficaz en el presente un acontecimiento del pasado- ha abierto el camino a una mejor Inteligencia de la relación entre el sacrificio de Cristo y la Eucaristía. [25] (cf. supra n. 17). Lo que sucede en la celebración-memorial del pueblo de Dios es bastante más que el hecho de hacérsenos presentes los aconteci­mientos pasados gracias a los recursos de la memoria y de la imagi­nación. Lo que es decisivo no es que se recuerde el pasado. sino que el Señor convoca a su pueblo ante su presencia y lo encara con su acción de salvación. En esta acción creadora de Dios el aconteci­miento salvífico pasado deviene en el presente oferta y promesa de salvación para el futuro. Todos aquellos que celebran la Eucaristía en conmemoración .de Cristo son asumidos en su vida, pasión, muerte y resurrección. Recibiendo los frutos del sacrificio que Cristo ha hecho de su vida, reciben al mismo tiempo los frutos de la gesta reconciliadora de Dios. En la Cena pascual de la Nueva Alianza son liberados y unidos con Dios y entre ellos. Por eso le “dan gracias por todos sus dones, imploran los beneficios de su pasión para toda la Iglesia, participan en estos beneficios y entran en el movimiento de su autodonación” [26] . Recibiéndolo con fe, son asumidos como miembros de su Cuerpo en el sacrificio reconciliador que les dispone a la entrega de sí mismos (Romanos 12, 1) Y les hace aptos para "ofrecer por Jesucristo sacrificios espirituales» (1 Pe 2, 5) en servicio del mundo. Así puede aprenderse en la Cena del Señor todo aquello que debe ponerse en práctica en el conjunto de la vida cristiana. .Con corazón humilde nos ofrecemos a nosotros mismos como un sacrificio vivo y santo que debe hallar su expresión en toda nuestra vida cotidiana” [27] 37. Nuestras dos tradiciones coinciden en ver en la Eucaristía un sacrificio de alabanza. No se trata de una alabanza puramente verbal ni de una adición o un complemento que, por sus propias fuerzas, los hombres añadirían al sacrificio de alabanza y de acción de gracias que Cristo ofreció al Padre. El sacrificio de alabanza eucarística no ha sido posible más que por el sacrificio de Cristo en la Cruz; de ahí que éste continúe siendo el contenido primordial del sacrificio de alabanza de la Iglesia. Es únicamente “por Él, con Él, y en Él, nuestro Sumo Sacerdote y nuestro intercesor, como ofrecemos al Padre, por el Espíritu Santo, nuestra alabanza, nuestra acción de gracias y nuestra plegaria” [28] (cf. infra nn. 56-61). VI. PARA LA VIDA DEL MUNDO 38. El movimiento de vida de Jesús hacia el Padre, movimiento en el que él incluye a los suyos, debe beneficiar a todos. El pan que es Jesús mismo, y que él da, es dado “para la vida del mundo" (Juan 6, 51). La celebración eucarística en su relación con el mundo. 39. -El mundo que Dios ha reconciliado consigo en Cristo está presente en cada Eucaristía: en el pan y en el vino, en la persona de los fieles y en las plegarias que ofrecen por todos los hombres. Así la Eucaristía abre al mundo el camino de su transfiguración" [29] . Ella revela al mundo lo que es y lo que debe devenir [30] . Enraizada en el pasado, realizada en el presente y orientada hacia el futuro, la Eucaristía concentra en sí misma todas las dimensiones del acontecer histórico. Esto muestra su profunda relación con nuestro mundo en mutación; ella contribuye a comprenderlo mejor y a cooperar de forma más responsable en su transformación, En la unidad eucarística se prepara la nueva unidad de la huma­nidad. Como cabeza de su Iglesia, Cristo es cabeza de toda la huma­nidad redimida. El entrega su vida a la Iglesia para que de esta manera alcance a todos. “Cuando, invitados por un mismo Señor, nos reunimos en torno a una misma mesa para 'compartir el mismo pan', nos hacemos uno en nuestro compromiso, no sólo con Cristo y entre nosotros, sino también en nuestra entrega a la misión de la Iglesia en el mundo" [31] . La responsabilidad ante el mundo de los que celebran la Eucaristía 40. La Eucaristía está ordenada a la salvación del mundo no sólo en tal o cual de sus partes, sino en su totalidad. los que parti­cipan en la Eucaristía son convocados al servicio del mundo. La comunión con Cristo capacita y obliga a comprometerse con todos los hombres. 41. “Reconciliados en la Eucaristía, los miembros del cuerpo de Cristo se convierten en servidores de la reconciliación entre los hom­bres y testigos del gozo de la resurrección. Su presencia en el mundo Implica la solidaridad en el sufrimiento y la esperanza con todos los hombres, con los cuales están llamados a comprome­terse para manifestar el amor de Cristo en el servicio y la lucha. La celebración de la Eucaristía, fracción del pan necesario para la vida, estimula a no consentirla existencia de los hombres privados de pan, de justicia y de paz” [32] . Este compromiso es particularmente necesario cuando en el interior de la Iglesia surgen separaciones sociales, nacionales o raciales (cf. 1º Corintios 11: 18-30). Anomalías de esta clase pueden revelarse tan nefastas como las escisiones de la fe. Están en contradicción con la naturaleza de la Iglesia; hacen ineficaz su testimonio e indigna su celebración sacramental. Estas palabras del Señor valen también para la Eucaristía: “Ve primero a reconciliarte con tu hermano, y, después vuelve y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:24). VII. EN LA PERSPECTIVA DE LA FUTURA GLORIFICACIÓN. 42. En la Eucaristía anunciamos “la muerte del Señor hasta que venga” (1º Corintios 11:26). En ella se promete la gloria futura y esta misma gloria empieza a manifestarse y a comunicarse. PROMESA. 43. La forma y la eficacia de la Eucaristía son una promesa de la gloria eterna a la que estamos destinados, así como una referencia al cielo nuevo y a la tierra nueva hacia la cual caminamos: “Por ello la celebración de la Eucaristía nos orienta hacia la venida del Señor y nos la hace cercana. Ella es una gozosa anticipación del banquete celestial, cuando la redención será plenamente realizada y toda la creación liberada de cualquier esclavitud” [33] . “Felices los invitados a las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19:9). MANIFESTACIÓN. 44. La cena eucarística nos permite la gloria futura como el banquete de bodas eterno y sin límites, al cual nos invita el Señor. En cuanto que es cena fraternal en la cual Cristo nos libera y nos une, ella orienta nuestra mirada hacia el Reino eterno que nos está prometido, donde reinarán una libertad y una justicia sin límites. La participación en la celebración de la Eucaristía exige de nosotros simultáneamente compromiso personal y servicio a la comunidad. Por ello se nos indica el pleno desarrollo de nuestra vida personal y social que forma parte de esta gloria de Dios en la cual, por gracia, nos es dado tener parte. MEDIACIÓN. 45. El futuro prometido comienza misteriosamente desde ahora en la Cena del Señor. Quien recibe el pan de vida tiene la vida eterna (Juan 6, 54). No es en un momento dado, un día, sino inmediatamente como somos asumidos en el gran futuro que el Señor nos abre. La vida eterna no empezará más tarde, sino que está ya aquí, en aquél que se une al Señor. Desde ahora el mundo ha hecho irrupción en nuestro mundo de hoy. «De este modo, dándole la Eucaristía, el Señor concede a la Iglesia tomar aliento y perseverancia» [34] , para que, en la debilidad, viva hasta el final en medio de sufrimientos y luchas; le da la fuerza de comprometerse sin descanso en la renovación de la vida y las es­tructuras de este mundo. La vida del mundo futuro, prometida, mani­festada inicialmente y comunicada a los, que creen, puede y debe ser efectiva ya en este mundo. Segunda parte TAREAS COMUNES 46. El testimonio común sobre la Cena del Señor nos enfrenta a tareas que, en lo posible, deberíamos abordar en común. (I) Debemos dar cuenta de en qué medida pueden ser des­de ahora clarificados y superados los problemas que, en otro tiempo, han roto nuestra comunión en la fe y en la Eucaristía; y en qué medida todavía se oponen a una plena comunión. (II) La forma litúrgica concreta de la celebración eucarística de nuestras comunidades debe corresponder a aquello que con­fesamos en la fe. (III) El testimonio de la fe no puede limitarse ni al ámbito teológico ni al ámbito individual; el mayor número posible de miembros del pueblo de Dios deberían hacerlo suyo y transmi­tirlo de forma viva (recepción). I. SUPERACION DE POSTURAS OPUESTAS 47. Aquello que conjuntamente reconocemos y las convicciones que nos son comunes nos llenan de esperanza: muchos puntos que, en otro tiempo, nos dividían, han sido superados por una y otra parte; en cuanto a las divergencias que permanecen, se sitúan en un contexto en el que reina un acuerdo global. Las posturas opuestas y que obstaculizan nuestra plena comunión en la fe y en la Eucaristía, de­ben ser percibidas, valoradas y abordadas a fin de discernir y superar aquello que. nos separa. . Presencia Eucarística 48. Católicos y Luteranos confiesan en común la presencia real y verdadera del Señor en la Eucaristía. Existen .diferencias en cuanto a las formulaciones teológicas que expresan el modo de esta presencia real, y también en cuanto a su duración. 49. Para confesar íntegramente la realidad de la presencia euca­rística, la Iglesia Católica enseña que el “Cristo total e íntegro" [35] se hace presente por la conversión de toda la substancia del pan y del vino en la substancia del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en tanto que permanece inalterado aquello que del pan y del vino es perceptible por nuestros sentidos (accidentes). Esta «admirable y única conver­sión... la Iglesia, muy apropiadamente, la lIama transubstanciación" [36] . De parte luterana se ha visto - generalmente en esta terminología una tentativa de explicar de una manera racionalista el misterio de la presencia de Cristo en el sacramento; algunos piensan también que, de esta manera, el Señor presente no sería visto como persona, y que se formaría de un malentendido naturalista. 50. Los Luteranos, para expresar la realidad de la presencia euca­rística, han hablado, no de una transubstanciación, sino de una pre­sencia del Cuerpo y la Sangre de Cristo en, con y bajo el pan y el vino. Se quiere descubrir aquí una real analogía con la Encarna­ción: así como, en Jesucristo, Dios y el hombre se unen para formar una unidad, igualmente el Cuerpo y la Sangre de Cristo, de un lado, y el pan y el vino, de otro lado, forman conjuntamente una unidad sacramental. Los Católicos, por su parte, encuentran que, de esta forma, no se hace entera justicia ni a esta unidad ni a la eficacia de la palabra del Señor: «Esto es mi Cuerpo". 51. La discusión ecuménica ha mostrado que estas dos posiciones no deben ya ser consideradas necesariamente como oposiciones que separan. La tradición luterana afirma, en común con la tradición cató­lica, que los elementos consagrados no continúan siendo pura y sim­plemente pan y vino, sino que, en virtud de la palabra creadora, son dados como Cuerpo y Sangre de Cristo. En este sentido se podría hablar también, con la tradición griega, de una «transformación" (Wandlung) [37] . En cuanto al concepto de -transubstanciación., lo que pretende es confesar y salvaguardar suficientemente el carácter de misterio de la presencia real; no pretende explicar cómo se opera este cambio [38] (véase el excursus sobre “La Presencia de Cristo en la Eucaristía”). 52. Por lo que atañe a la duración de la presencia eucarística las diferencias se aclaran también en la práctica litúrgica. Católicos y Luteranos confiesan conjuntamente que la presencia eucarística del Señor Jesucristo está destinada a su recepción en la fe. pero que no se limita al momento de la recepción; e igualmente, que la presencia no depende de la fe del que comulga, aunque esté destinada a él. . 53. Según la doctrina católica. el Señor concede el don de su presencia más allá del momento de la celebración, durante todo el tiempo que permanezcan las especies de pan y vino. Conforme a ello, los fieles son invitados, en la veneración del Santísimo Sacramento “a rendirle el culto de adoración que es debido al Dios verdadero” [39] . 54. De parte luterana no es raro que algunos se sientan escan­dalizados por ciertas formas de piedad eucarística vinculadas a esta convicción. Se la valora como una separación inaceptable con el acontecimiento de la Cena. Pero, por otra parte, la manera como es tratado muchas veces por parte luterana lo que queda de los elemen­tos después de la celebración, hiere la sensibilidad católica e indica una divergencia aún no superada (cf. el excursus sobre “La Presencia de Cristo en la Eucaristía”, nota 2). 55. Para remediar este punto se debería “recordar por parte cató­lica, en particular en la catequesis y en la predicación, que la intención primera de la reserva eucarística es la distribución a los enfermos y a los ausentes”; por parte luterana, sería preciso “que se busque la mejor forma de testimoniar el debido respeto a los elementos que han servido para la celebración eucarística, es decir, su consumación ulterior, sin excluir su uso para la comunión de los enfermos» [40] . Por lo que atañe a la adoración de la Eucaristía, los Católicos deberían estar atentos a que su práctica no contradijera la convicción común del carácter de banquete de Ia Eucaristía. Deberían igualmente tener en cuenta que existen otras formas de piedad eucarística, por ejemplo en las Iglesias ortodoxas, sin que, por otra parte, la fe euca­rística de las mismas pueda ser cuestionada. Los Luteranos. por su parte, deberían considerar el hecho de que no solamente “durante si­glos la adoración de la reserva eucarística ha formado parte en gran proporción de la vida católica, y que ha constituido una forma Impor­tante de la piedad” [41] , sino que también, para ellos mismos, “el culto divino, la veneración y la adoración son formas apropiadas todo el tiempo en que Cristo permanece sacramentalmente presente” [42] . Sacrificio eucarístico 56. Católicos y Luteranos confiesan conjuntamente que en la Cena del Señor, “Jesucristo está presente como el crucificado, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, como la víctima ofrecida en sacrificio una vez por todas por los pecados del mundo” [43] . Este sacrificio no puede ser ni continuado, ni repetido, ni sustituido, ni completado; pero puede y debe ser eficaz de forma siempre nueva en el seno de la comunidad. Acerca del modo y la medida de esta eficacia, se dan Interpretaciones distintas entre nosotros. 57. Según la doctrina católica, en cada Eucaristía “es ofrecido un sacrificio verdadero y auténtico (verum et proprium sacrificium)” [44] por Cristo. “Este sacrificio es verdaderamente propiciatorio; por él, si nos acercamos a Dios con un corazón sincero, una fe auténtica, con temor y respeto, contritos y penitentes, obtenemos misericordia y hallamos gracia para una ayuda oportuna (Hebreos 4. 16)... Es una sola y misma víctima, la misma que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes y la que se ofreció a sí misma en la Cruz; sólo difiere la manera de ofrecer... Por ello (esta oblación) es ofrecida legítima­mente, según la tradición de los Apóstoles, no sólo por los pecados. las penas, las satisfacciones y otras necesidades de los fieles, sino también por aquellos que murieron en Cristo y aún no están plena­mente purificados” [45] . 58. Como miembros de su cuerpo los fieles son asumidos en el sacrificio de Cristo. Esto se realiza de distintas maneras; ninguna de ellas supone algo añadido desde el exterior al sacrificio de Cristo, sino que todas tienen su origen en este sacrificio y remiten a él. La preparación litúrgica de la Cena del Señor con la ofrenda del pan y del vino forma parte de este sacrificio eucarístico. Ante todo se requieren la participación interna, el reconocimiento y declaración de Ia propia impotencia y de la total dependencia de la ayuda del Señor, la obediencia a su mandato, la fe en su palabra y en su promesa. Haciendo presente en la Eucaristía al Señor -que es ofrecido y se ofrece en sacrificio- los que han sido salvados por él pueden sacrificar (opfern) en el mejor sentido de la palabra. Ellos ofrecen al Padre celestial un don que no es compatible ni con la autosufi­ciencia ni con la propia justicia. Es un don del amor de Dios absolutamente libre, al que nada le obliga, y de ninguna manera merecido por los hombres; un don, a la vez, vinculado a lo más profundo del hombre, mucho más de lo que puede estarlo cualquier otra cosa que pueda ofrecerse: Cristo, en efecto, se ha hecho algo totalmente nuestro; es nuestra Cabeza. Nosotros mismos, no podemos ofrecer a Dios ni alabanza, ni gloria, ni honor; pero ofrecemos a Cristo, que es nuestra alabanza, nuestra gloria y nuestro honor. Cuando la Igle­sia Católica se atreve a afirmar que no solamente Cristo se ofrece sino que también ella le -ofrece en sacrificio- (opfert], se refiere precisamente a este gesto por el que manifiesta la propia impoten­cia, se remite totalmente a Cristo, y lo presenta como don al Pa­dre. -Los miembros del cuerpo de Cristo están unidos a Dios y entre ellos, por medio de Cristo, tan íntimamente que participan de su adoración, del don que Él hace de Sí mismo, de su sacrificio ofrecido al Padre. Al convertirse en una unidad Cristo y los cristia­nos, la asamblea eucarística “ofrece a Cristo” por el mismo hecho de consentir en ser ofrecido por Él al Padre, por la fuerza del Es­píritu Santo. Fuera de Cristo, no poseemos dones, adoración, o sa­crificio, que pudiéramos ofrecer a Dios por nosotros mismos. No podemos ofrecer en favor nuestro otra cosa más que a Cristo, el Cordero inmolado y la víctima que el Padre nos ha entregado” [46] 59. Por parte de los cristianos de la Reforma, existe et temor de que el hecho de ver en la Eucaristía un sacrificio propiciatorio contradiga el carácter único y plenamente suficiente del sacrificio de la Cruz, y ponga en cuestión la unidad de la mediación de Cristo (cf. el excursus «La Misa como sacrificio de expiación-). Según la concepción de la Reforma luterana, la celebración de la Cena del Señor tiene como objetivo propio otorgar a la comunidad reunida el don del sacrificio de la cruz, que está allí presente, para que ella lo reciba, en la fe, como medio eficaz de salvación. Surgió, en efecto, en algunos una sensación de escándalo al considerar que, en la práctica, la comunión de los fieles había pasado en un segundo plano. la principal razón de ella se juzgó que radicaba en eL hecho de considerar la Misa como un sacrificio propiciatorio; y se creyó que a causa de ello, se abría paso a una interpretación que dispen­saba de recibir en la fe la gracia eucarística, mientras atribuía aL sacerdote un poder sacrificial autónomo (cf. la polémica de los reformadores contra la Misa como obra ex opere operato). De ahí que la tradición luterana evite absolutamente, hasta nuestros días, la expresión “sacrificio de la Misa”. 60. Por el contrario la Reforma luterana ha reconocido a la Cena del Señor el sentido de un sacrificio de acción de gracias por el sacrificio de la cruz presente en el sacramento. Este sacrificio de acción de gracias es una expresión de la fe y consiste en que “nosotros ofrecemos con Cristo, es decir, que con una fe firme en su testamento nos apoyamos en Cristo y que, al presentamos ante Dios con nuestra plegaria, nuestra alabanza y nuestra ofrenda, no lo hacemos más que por Él y por sus medios (de salvación); y que no dudamos que Él es nuestro párroco y nuestro sacerdote (Pfaff, esto es, Priester) en el cielo, ante el rostro de Dios» [47] . El “sacri­ficio eucarístico” [48] así entendido, celebrado en la fe por los hombres reconciliados, se expresa en la acción de gracias y la alabanza, en la invocación y Ia confesión de Dios en los sufrimientos y en todas las buenas obras de los fieles. Tales son los sacrificios que, en re­ferencia a 1º Pedro 2: 5 Y Romanos 12, 1, son particularmente subrayados en la doctrina de la Reforma [49] . 61. En el diálogo ecuménico hemos aprendido a comprender me­jor las formas de ver de los demás. A ello han contribuido espe­cialmente las investigaciones sobre el fondo histórico de la po­lémica de los reformadores, así como la toma en consideración de los desarrollos que recientemente se han producido en nuestras dos Iglesias. Cada vez vemos mejor que las concepciones del otro son interrogantes planteados a nuestras propias concepciones, y una ayuda que se recibe para mejorarlas, profundizar en ellas y vivificarlas. Podemos constatar con gratitud una creciente convergencia en muchas cuestiones que habían gravado con fuerza particular hasta ahora en nuestros diálogos: a) Según la doctrina católica, el sacrificio de la Misa consiste en que se hace presente el sacrificio de la cruz. No la reitera ni le añade nada a su significación salvífica. En este sentido, da testimonio y no cuestiona la singularidad y suficiencia plena del sacrificio de Cristo en la cruz. b) Según la doctrina católica, cuando se trata de la doctrina de los sacramentos, e! ex opere operato significa la prioridad de la acción de Dios. Subrayar esta prioridad es también una preocupación luterana. c) Una tal comprensión de! opus operatum no excluye ni la par­ticipación de cada uno en la fe, ni la de toda la comunidad que celebra: la acción de Dios la hace posible y lo requiere. d) La importancia de la participación creyente en la celebración no queda tampoco lesionada por la convicción de que los frutos de la Eucaristía se extienden más allá del círculo de aquellos que están presentes. Ciertamente, el don que Cristo hace de su Carne y de su Sangre a quien los recibe con fe en la Eucaristía no es transferible; sin embargo, podemos esperar que él conceda también a otros su ayuda. Si y cómo se produce esto, es cuestión del amor soberano del Señor. Las intercesiones y las intenciones de misas celebradas por tal o cual persona, viva o difunta, no pretenden en absoluto limitar su libertad. Estas convicciones nos dan la firme esperanza de que consegui­remos clarificar las cuestiones que aún están abiertas, Comunión eucarística. 62. Católicos y Luteranos confiesan en común que, en la Euca­ristía, el Cuerpo y la Sangre de Cristo son recibidos realmente, sea para la salvación sea para la perdición (cf. 1 Corintios 11. 27-29). Confiesan que el pan y el vino eucarísticos recibidos con fe conceden el don de la unión personal con Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador. Concuerdan también en reconocer que la eficacia de la acción del Señor recibido por los fieles no puede ser determinada por nin­guna medida humana, sino que es del dominio de la libre acción divina. de la cual nadie puede disponer. 63. Católicos y Luteranos están convencidos conjuntamente. de que la Eucaristía es esencialmente un banquete comunitario. Según fa comprensión evangélica. la comunión de la comunidad es una parte constitutiva de la celebración de la Eucaristía tal como fue insti­tuido por el Señor. De ahí que ellos vean en las misas celebradas sin participación del pueblo (designadas de un;; manera ambigua y teológicamente inaceptable, con el nombre de “misas privadas”) una costumbre que no responde ni a la institución del Señor, ni a la práctica de la Iglesia antigua, Ahora bien; sobre todo después del Segundo Concilio Vaticano, se ha operado un cambio importante en la práctica de la Iglesia Católica, al colocar en primer lugar la “ce­lebración común con asistencia y participación activa de los fieles... con lo que queda claro que toda misa guarda su carácter público y social” [50] . Esta prioridad de la celebración comunitaria constituye un acercamiento Importante entre nuestras prácticas eucarísticas. (Cf. el excursus: “La Eucaristía como Cena comunitaria»). 64. Católicos y Luteranos están convencidos conjuntamente de que el pan y el vino forman parte -los dos- de la forma com­pleta de la Eucaristía. En la celebración católica de la Eucaristía, ésta no es dada a los fieles más que bajo la especie de pan en la mayoría de los casos. La razón es, sobre todo, de orden práctico y reposa en la convicción de que Cristo está plenamente presente bajo cada una de las especies, de manera que recibido bajo una sola especie no aminora en nada su eficacia. Los Reformadores, por el contrario, piensan que la plena conformidad con la institución y la totalidad del signo sacramental no están aseguradas, conforme a las palabras de la institución de Jesús, más que cuando todos reciben también el cáliz. La doctrina luterana no niega que Cristo esté pre­sente totalmente bajo cada una de las dos especies, y la práctica luterana sabe de casos de necesidad pastoral en los que la Santa Cena puede ser recibida igualmente bajo una sola especie. (Cf. el excursus “La Eucaristía como Cena comunitaria»). Las posibilidades de recibir la Eucaristía bajo las dos especies han sido considerablemente ampliadas en el Segundo Concilio Va­ticano. Si subsisten todavía en la doctrina y en la práctica divergen­cias no son ya actualmente motivo para separar nuestras Iglesias. Eucaristía y Ministerio 65. Católicos y Luteranos están convencidos. conjuntamente, de que corresponde a la Eucaristía que su celebración sea dirigida por un ministro que tenga mandato de la Iglesia. 66. Según la doctrina católica, «toda celebración legítima de la Eucaristía es presidida por el obispo, a quien está encomendada la carga de presentar a la Majestad Divina el culto de la religión cristiana y de regularla según los preceptos del Señor y según las leyes de la Iglesia” [51] .”Una 'Eucaristía no es legítima más que si se realiza bajo la autoridad del obispo o por quien tenga mandato de él” [52] . En consecuencia, haber sido ordenado obispo o presbítero es una condición indispensable para presidir la Cena del Señor. De ello se sigue que ni tan sólo en casos excepcionales, puede haber ce­lebración eucarística sin presbítero ordenado. En la medida en que falta el sacramento del Orden, considera la Iglesia Católica que las Comunidades eclesiales separadas de ella “no han conservado toda la realidad propia del ministerio eucarístico” [53] 67. También según la doctrina luterana el culto eucarístico es dirigido por un ministro ordenado [54] .”Función de ministerio es la de anunciar el Evangelio y administrar los sacramentos de manera con­forme al mismo, de suerte que se despierte y fortalezca la fe” [55] Según la concepción luterana el ministerio eclesiástico es de ins­titución divina, aunque la ordenación no sea normalmente llamada un sacramento [56] . 68. El diálogo entre nuestras dos tradiciones ha permitido ya constatar notables convergencias en la cuestión del ministerio. Estas conciernen a la manera de concebir el origen y la función del mi­nisterio, así como a la forma de transmitirlo por imposición de manos e invocación del Espíritu Santo [57] . A base de estas consta­taciones se ha propuesto como algo posible el proceder a un «serio examen” de un muto reconocimiento de los ministerios eclesiales [58] . En la puesta en práctica de esta recomendación será preciso pregun­tarse, entre otras cuestiones, cómo se considera desde el lado lute­rano una Eucaristía celebrada sin ministro ordenado. Después será necesario preguntarse cómo considera la Iglesia Católica la Euca­ristía celebrada en la Iglesia Luterana. teniendo en cuenta la concep­ción la práctica luteranas de la ordenación. De una forma general. sería preciso elucidar la manera como conviene ver la función propia y el status eclesiológico del ministerio, así como las consecuencias que de ello se derivan para la estructura de la Iglesia. Comunión creada por la Eucaristía 69. Católicos y Luteranos confiesan juntamente que Jesucristo une también entre sí a todos aquellos que están unidos con él. 70. Según la convicción católica esto vale también para la comunión con Cristo en la Eucaristía. Por ello, esta comunión comprende también a los que han muerto en !a paz del Señor. De ahí viene que la memoria y la intercesión por los difuntos forme parte de la ce­lebración eucarística católica. La Iglesia Católica conmemora también a los difuntos que ya participan de la felicidad celestial, agradece a Dios la gracia que les ha concedido, y se encomienda a su in­tercesión y a su protección. 71. La celebración eucarística luterana expresa, también, en la alabanza y la intercesión, la comunión que existe entre la comuni­dad del cielo y la de la tierra. La Reforma, en verdad, ha rechazado la invocación a los santos, pero no ha discutido su intercesión en el cielo [59] . La reserva de su doctrina en cuanto a la suerte de los difuntos la hace asimismo reservada ante una plegaria en su favor. 72. Según la doctrina católica la comunión Eucarística exige y hace crecer a la Iglesia como comunión concreta en la fe. Esta comunión comprende esencialmente: · el poder ministerial, conferido por Cristo a sus Apóstoles y sucesores, los obispos con los presbíteros, de actualizar sa­cramentalmente su acto sacerdotal por el cual él se ofreció una vez por todas a su Padre en el Espíritu Santo y se en­tregó a sus fieles para que sean uno en él. · la unidad de este ministerio que debe ser ejercido en nom­bre de Cristo, Cabeza de la Iglesia, y por tanto en la comu­nidad jerárquica de los ministros. · la fe de la iglesia que es profesada en la misma acción eucarístlca por la cual responde en el Espíritu Santo al don de Cristo tal como es en verdad [60] . De ahí viene, según el Segundo Concilio Vaticano, que “no está permitido considerar la communicatio in sacris como un medio que pueda usarse indiscriminadamente (indiscretim) para restablecer la unidad de los cristianos [61] . Por ello, si bien la celebración común está prohibida entre Católicos y Luteranos, la admisión a la comunión eucarística puede, no obstante, ser concedida “por motivos suficien­tes- (propter rationes sufficlentes) [62] . 73. La Iglesia Luterana reconoce también el nexo que existe en­tre comunión eucarística y comunión eclesial. No obstante, incluso en el presente estado de división de las Iglesias, admite ciertas po­sibilidades de participación eucarística. Los criterios que le son pro­pios le permiten. más fácilmente que a la Iglesia Católica. reconocer la validez de las celebraciones eucarísticas de otras Iglesias. “Sobre la base de los puntos reconocidos como comunes en la comprensión del Evangelio -lo cual tiene consecuencias decisivas para !a predica­ción, la administración de sacramentos y la práctica litúrgica- los Luteranos estiman que pueden recomendar desde ahora el intercam­bio ocasional de predicadores y una celebración en común de la Eucaristía, en ciertas circunstancias... De parte luterana. se subraya que la práctica eucarística de iglesias separadas debía orientarse por lo que exige de la Iglesia el servicio de la reconciliación de los hom­bres... Una celebración eucarística en la cual no puedan tomar parte los fieles bautizados sufre una contradicción interna y, por esto, no cumple, en su mismo planteamiento. la función que le asignó el Señor [63] . II. FORMA CONCRETA DE LA PRACTICA LITURGICA. 74. Aquello que en la fe afirmamos como verdadero sobre la Cena del Señor debe determinar el contenido y la forma de nuestra liturgia. Esta obligación que se nos Impone en común, podemos y debemos realizarla en gran parte conjuntamente; al mismo tiempo, según la diversidad de comunidades, de tiempo y de tradiciones, se presentarán tareas cada vez diferentes y otros puntos de partida. 75. “El mejor camino hacia la unidad en la celebración euca­rística y la comunión es la renovación misma de la Eucaristía en las diversas Iglesias en lo que concierne a la doctrina y la litur­gia” [64] . También en la Eucaristía. los pasos dados hacia el centro son los que nos acercan mutuamente. Entre otros: “que los fieles acce­dan a la liturgia con las disposiciones de una recta intención, que armonicen su alma con su voz, y que cooperen con la gracia celestial para no recibirla en vano” [65] . La renovación requerida debe tener siempre un doble horizonte: primero. el Señor. su palabra y su voluntad; después. nuestros con­temporáneos con sus dificultades y sus posibilidades: la '"pequeña grey” de aquellos que comparten nuestra fe. y también la innumera­ble multitud de los hombres, hermanos nuestros, a cuya salvación está destinada la Eucaristía. El testimonio común de la fe eucarística y el esfuerzo común para corresponder al mismo en la vida no tienen nada que ver con la uniformidad. Existe, en las formas litúrgicas, como en la teología y en la piedad. una diversidad de posibilidades. Estas pueden y deben iluminarse y complementarse unas a otras. «Así, en la diversidad misma, todos los testimonios de la admirable unidad que reina en el cuerpo de Cristo: en efecto. la diversidad misma de gracias, de ministerios y de actividades contribuye a unir a los hijos de Dios en un todo, pues todo 'es obra de un solo y mismo Espíritu”. (1º Corintios 12.11) [66] . 76. Sin perjuicio de esta diversidad, es preciso aspirar a un mayor acuerdo en algunas ejecuciones de carácter fundamental. Según convicción común, «la celebración eucarística forma un todo que comporta un cierto número de elementos constitutivos: la pre­dicación de la palabra de Dios, la acción de gracias por las obras de Dios, en la creación y la redención, con la conmemoración de la muerte y la resurrección de Cristo; las palabras de la Institución según el testimonio del Nuevo Testamento; la invocación del Espíritu Santo sobre el pan y el vino, así como sobre la comunidad; la inter­cesión por la Iglesia y el mundo; la plegaria del Señor y el comer y beber en comunión con Cristo y con cada miembro de la Iglesia [67] . La práctica litúrgica debería corresponder a estos elementos fun­damentales afirmados en común. A estas tareas, que nos desafían en común, están ligadas otras que conciernen a cada una de nuestras Iglesias de manera particular. Según la convicción luterana, de parte católica se debe tender a: 2. Evitar la celebración de la Misa sin participación del pueblo. 3. Asegurar mejor la predicación de la Palabra en el curso de cada celebración eucarística. 4. Repartir la comunión bajo las dos especies. Según la convicción católica de parte luterana se debe tender a: 1. Una celebración más frecuente de la Santa Cena. "La Eucaris­tía es la celebración litúrgica nueva que Cristo ha dado a su Iglesia. Parece, pues, normal que sea celebrada cada domingo, o al menos una vez por semana” [68] . 2. Una mayor participación de toda la comunidad (en particular de los niños). 3. Una relación más estrecha entre el servicio de la Palabra y el del sacramento. No debe perderse de vista que las distintas prácticas así evoca­das dependen en parte de diferencias, aún no superadas, en la in­teligencia de la fe. Se nos Impone como tarea común esclarecerlas y superarlas. III. RECEPCION 77. En tanto una doctrina teológica no es aceptada y vivida por todo el pueblo de Dios, continúa siendo la teoría de unos cuantos. Incluso las declaraciones conciliares no tienen pleno efecto mientras no toman cuerpo en el pensamiento y la vida de los fieles. Es pues indispensable que nuestros hermanos cristianos respondan a nuestro testimonio común sobre la Eucaristía, que se responsabilicen en ell con nosotros. Por eso nos dirigimos a ellos pidiendo que examinen y consideren nuestras reflexiones, las mejoren cuanto sea necesario, y las hagan suyas en la mayor medida posible. Participantes: MIEMBROS DE LA COMISION Católicos: Obispo H. lo MARTENSEN, Dinamarca (Copresldente). Prof. J. HOFFMAN, Francia. Rvdo. J. F. HOTCHKIN, EE. UU. de América. Prof. Dr. Sí. NAPIORKOWSKI, Polonia. Direct. acad. Dr. V. PNOR, República Federal de Alemania. Obispo Prof. Dr. P. W. SCHEELE, República Federal de Alemania. Luteranos: Prof. Dr. G. A. LlNBECK, EE. UU. de América (Copresldente). Obispo D. H. DIETZFELBINGER, República Federal de Alemania. Rvdo. Dr. K. HAFENSCHER, Hungria. Dr. P. NASUTION, Indonesia. Prof. Dr. Bertoldo WEBER, Brasil. Consultores: trabajo hecho por Marili Souza y por la que escribe, o sea yo.

El hermano Alois en la entronización del patriarca de Moscú

El hermano Alois en la entronización del patriarca Cyril de Moscú

Acompañado por dos hermanos de la comunidad, el hermano Alois estuvo en Moscú el domingo 1ro de febrero para participar en la entronización del nuevo patriarca de Moscú y de toda Rusia, Cyril 1ro. El martes 3 de febrero fue recibido, en audiencia privada, por el patriarca. 
A continuación, la carta que el hermano Alois le escribió la noche de su elección:
Taizé, 27 de enero de 2009
Santísimo Padre:
Del fondo del corazón quisiera decirle cuanto, los hermanos de Taizé, estamos agradecidos por su elección como patriarca de Moscú y de toda Rusia. Agradecemos a Dios por la tan buena elección que hoy ha hecho el Concilio. Rezamos por el ministerio de comunión que le es confiado en el corazón de la Santa Iglesia ortodoxa rusa, y también al servicio del testimonio de unidad de todos los cristianos, que tanto necesita el mundo. Me alegro de poder estar presente en Moscú, con dos de mis hermanos, el domingo próximo para su entronización.
Recordamos la amistad profunda que nuestro hermano Roger le tenía desde hace tiempo. Estuvo en Taizé una primera vez cuando todavía era muy joven. Más tarde, el hermano Roger nos hablaba a menudo de la acogida que usted le había reservado a Leningrado en 1978, en el tiempo del venerado Metropolita Nikodim, siendo usted rector de la Academia de teología. Luego volvió a Taizé en la primavera de 1990. Y yo mismo no puedo olvidar la acogida tan calurosa que me ofreció, al lado del patriarca Alexis II, cuando fui a Moscú en junio de 2006, poco después de haber comenzado mi nueva carga de prior de Taizé.
A causa del amor profundo que nuestra comunidad tiene por la Iglesia ortodoxa y por Rusia, deseamos que estos lazos puedan continuarse y profundizar esta colaboración a la cual el patriarca Alexis II nos había llamado. Estamos agradecidos por la presencia de jóvenes ortodoxos rusos en Taizé y en los encuentros que preparamos en ciudades europeas. Ellos aportan a los jóvenes de otros países tanto el testimonio de su fidelidad a la tradición ortodoxa como el de la renovación actual de la Iglesia rusa. Sepa que estamos dispuestos a hacer todo lo posible para sostener su compromiso en sus Iglesias locales.

“Recordamos la amistad profunda que nuestro hermano Roger le tenía desde hace tiempo”




Abril 1990, el futuro Patriarca Cyril acogido en Taizé por el hermano Roger




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