lunes, 9 de noviembre de 2015

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LOS MIEMBROS DEL SÍNODO PATRIARCAL ARMENIO

Lunes 20 de marzo de 2006
Beatitud; venerados hermanos en el episcopado; queridos hermanos y hermanas:
Con alegría os saludo y os doy mi cordial bienvenida. Habéis venido a Roma desde diversas partes del mundo, con la certeza de pertenecer a una Iglesia antigua y noble, que  con sus tesoros espirituales contribuye a enriquecer la belleza de la Esposa de Cristo.
Gracias, Beatitud, por las fervientes palabras de comunión que me ha dirigido también en nombre del Sínodo de los obispos de la Iglesia armenio-católica y de todos los presentes. Usted ha querido recordar los numerosos signos de benevolencia y solicitud que mis predecesores han manifestado a vuestra antigua y venerable Iglesia. Al mismo tiempo, es preciso reconocer la profunda adhesión, a veces hasta el martirio, que vuestra comunidad ha mostrado siempre a la Sede de Pedro, a través de una relación recíproca y fecunda de fe y afecto. También por esto deseo manifestar mi profunda gratitud.
Ciertamente, la Iglesia armenia, que forma parte del patriarcado de Cilicia, participa plenamente en las vicisitudes históricas vividas por el pueblo armenio a lo largo de los siglos, y de modo especial en los sufrimientos que padeció en nombre de la fe cristiana durante los años de  la terrible persecución que pasó a la historia con la expresión tristemente significativa de metz yeghèrn, el gran mal. 

A este propósito, ¿cómo no recordar las numerosas invitaciones dirigidas por León XIII a los católicos para que ayudaran a las poblaciones armenias en su indigencia y sus sufrimientos? Y, como usted ha subrayado oportunamente, tampoco se pueden olvidar las decididas intervenciones del Papa Benedicto XV cuando, con profunda emoción, deploraba:  "Miserrima Armeniorum gens prope ad interitum adducitur" (AAS 7 [1915] 510).
Los armenios, que siempre se han esforzado por integrarse con su laboriosidad y su dignidad en las sociedades en las que han vivido, siguen testimoniando también hoy su fidelidad al Evangelio. En realidad, la comunidad armenio-católica está esparcida en muchos países, incluso fuera del territorio patriarcal. Teniendo en cuenta esto, la Sede apostólica ha constituido donde ha sido necesario eparquías u ordinariatos para su atención pastoral. En Oriente Próximo, en Cilicia y, sucesivamente, en Líbano, la Providencia ha colocado el patriarcado de los armenio-católicos:  todos los fieles armenio-católicos lo consideran un punto firme de referencia espiritual para su secular tradición cultural y litúrgica.
Además, constatamos que diversas Iglesias que reconocen como padre fundador común a san Gregorio el Iluminador están divididas entre sí, aunque durante los últimos años han reanudado un diálogo cordial y fructuoso, con el fin de redescubrir sus raíces comunes. Aliento esta renovada fraternidad y colaboración, deseando que de ella broten nuevas iniciativas con vistas a un camino común hacia la unidad plena. Y aunque los acontecimientos históricos han provocado la fragmentación de la Iglesia armenia, la divina Providencia hará que un día vuelva a estar unida, con una jerarquía propia, en fraterna sintonía interna y en plena comunión con el Obispo de Roma.

Un signo consolador de esta unidad deseada fue la celebración del XVII centenario de la fundación de la Iglesia armenia, con la participación de mi amado predecesor Juan Pablo II. El amor del Señor a la Iglesia peregrina en el tiempo ofrecerá a los cristianos —es nuestra confianza y esperanza—, los medios necesarios para realizar su ardiente deseo:  "ut unum sint".
Todos queremos ser instrumentos a disposición de Cristo; él, que es el camino, la verdad y la vida, nos conceda perseverar con toda nuestra fuerza, para que haya cuanto antes un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Queridos hermanos y hermanas, con estos sentimientos invoco sobre vosotros, sobre vuestras comunidades y sobre el pueblo armenio la intercesión celestial de María santísima que, como solía decir san Nerses Shnorali, es "lugar ilimitado del Verbo, tierra sellada por todas partes, en la que habitó la Luz, aurora del Sol de justicia". Que os sostenga, además, la protección de san Gregorio el Iluminador y de los santos y mártires que a lo largo de los siglos han dado testimonio del Evangelio.
Por último, que os acompañe la bendición que de corazón os imparto a vosotros y a vuestro pueblo, como signo del constante afecto del Sucesor de Pedro por todos los armenios.

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DECLARACIÓN CONJUNTA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II Y SU SANTIDAD KARIKIN II



La celebración del XVII centenario de la proclamación del cristianismo como religión de Armenia nos ha reunido a nosotros, Juan Pablo II, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia católica, y Karekin II, Patriarca supremo y Catholicós de todos los armenios; damos gracias a Dios por brindarnos esta feliz oportunidad de unirnos de nuevo en la oración común, para alabar su santísimo nombre. Bendita sea la santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y por siempre.
Al conmemorar este extraordinario acontecimiento, recordamos con reverencia, gratitud y amor al gran confesor de nuestro Señor Jesucristo, san Gregorio el Iluminador, así como a sus colaboradores y sucesores, los cuales no sólo han iluminado al pueblo de Armenia, sino también a otros en las regiones vecinas del Cáucaso. Gracias a su testimonio, entrega y ejemplo, el pueblo armenio en el año 301 después de Cristo fue inundado con la luz divina y se adhirió totalmente a Cristo, como la verdad, la vida y el camino de salvación.
Los armenios han adorado a Dios como su Padre, han confesado a Cristo como su Señor y han invocado al Espíritu Santo como su santificador; han amado a la Iglesia apostólica universal como su Madre. El mandamiento supremo de Cristo -amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos- se ha convertido en un estilo de vida para los armenios desde la antigüedad. Sostenidos por su gran fe, eligieron dar testimonio de la verdad y aceptaron morir cuando fue necesario, para participar en la vida eterna. Así, el martirio por amor a Cristo se convirtió en una gran herencia para muchas generaciones de armenios. El tesoro más precioso que una generación podía legar a la sucesiva era la fidelidad al Evangelio, para que, con la gracia del Espíritu Santo, los jóvenes llegaran a ser tan firmes como sus antepasados en el testimonio de la verdad. El exterminio de un millón y medio de cristianos armenios, en lo que se considera generalmente como el primer genocidio del siglo XX, y la siguiente aniquilación de miles bajo el antiguo régimen totalitario, son tragedias que todavía perduran en la memoria de la generación actual. Esos inocentes que fueron asesinados sin motivo no han sido canonizados, pero muchos de ellos fueron ciertamente confesores y mártires por el nombre de Cristo. Oramos por el descanso de sus almas y exhortamos a los fieles a no perder jamás de vista el sentido de su sacrificio. Damos gracias a Dios porque el cristianismo en Armenia ha sobrevivido a las adversidades de los diecisiete siglos pasados, y porque la Iglesia armenia ahora goza de libertad para cumplir su misión de proclamar la buena nueva en la moderna República de Armenia y en muchas regiones cercanas y lejanas, donde hay comunidades armenias.
Armenia es de nuevo un país libre, como en tiempos del rey Tirídates y de san Gregorio el Iluminador. Durante los últimos diez años en la naciente República ha sido reconocido el derecho de los ciudadanos de profesar libremente su religión. En Armenia y en la diáspora se han fundado nuevas instituciones armenias, se han construido iglesias y se han creado asociaciones y escuelas. En todo ello reconocemos la mano amorosa de Dios, porque ha obrado milagros a lo largo de la historia de una nación pequeña, que ha conservado su identidad peculiar gracias a su fe cristiana. Por su fe y su Iglesia, el pueblo armenio ha desarrollado una única cultura cristiana que es, sin duda alguna, una contribución muy valiosa al tesoro del cristianismo en su conjunto.
El ejemplo de la Armenia cristiana atestigua que la fe en Cristo infunde esperanza en cualquier situación humana, por difícil que sea. Oramos para que la luz salvífica de la fe cristiana brille sobre los débiles y los fuertes, sobre las naciones desarrolladas de este mundo y sobre las que están en vías de desarrollo. Hoy, en particular, la complejidad y los desafíos de la situación internacional exigen una elección entre el bien y el mal, entre las tinieblas y la luz, entre la humanidad y la inhumanidad, entre la verdad y la mentira. Las cuestiones actuales relativas a la ley, a la política, a la ciencia y a la vida familiar atañen al significado mismo de la humanidad y de su vocación. Interpelan a los cristianos de hoy, como a los mártires de otros tiempos, a dar testimonio de la verdad, incluso con el riesgo de pagar un precio muy alto. Este testimonio será mucho más convincente si todos los discípulos de Cristo profesan juntos la única fe y sanan las heridas de la división entre ellos. Que el Espíritu Santo guíe a los cristianos y a todas las personas de buena voluntad por el camino de la reconciliación y de la fraternidad. Aquí, en la santa Echmiadzin, renovamos nuestro solemne compromiso de orar y trabajar para apresurar el día de la comunión entre todos los miembros de la grey fiel de Cristo, respetando verdaderamente nuestras respectivas tradiciones sagradas. Con la ayuda de Dios, no haremos nada contra el amor, sino que, "teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudiremos todo lastre y el pecado que nos asedia, y correremos con perseverancia la prueba que se nos propone" (cf. Hb 12, 1). Exhortamos a nuestros fieles a orar sin cesar para que el Espíritu Santo nos conceda a todos, como a los santos mártires de todos los tiempos y lugares, la sabiduría y la valentía de seguir a Cristo, camino, verdad y vida.

Santa Echmiadzin, 27 de septiembre de 2001

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CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS: A LOS 70 AÑOS DE LA DESTRUCCIÓN DE HIROSHIMA POR UNA BOMBA ATÓMICA



CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS: A LOS 70 AÑOS DE LA DESTRUCCIÓN DE HIROSHIMA POR UNA BOMBA ATÓMICA
Simposio sobre el desarme nuclear celebrado en Hiroshima, Japón, del 6 al de agosto de 2015.
"Debemos liberar al mundo de las armas nucleares", Rev. Dr. Sang Chang, presidenta del CMI para Asia

"Lo primero que se nos pide es que tengamos el valor de vivir de acuerdo con nuestras convicciones. Para el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) nuestra convicción es que el mundo debe estar libre de armas nucleares", dijo la Rev. Dr. Sang Chang, presidenta del CMI para Asia, en su discurso durante el simposio sobre el desarme nuclear celebrado en Hiroshima, Japón, el 6 de agosto

El obispo alemán Bedford-Strohm promete que el movimiento ecuménico impulsará la prohibición de las armas nucleares

El obispo Dr. Heinrich Bedford-Strohm, presidente del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania y uno de los líderes religiosos que están haciendo una peregrinación en Japón con ocasión del 70º aniversario de los bombardeos atómicos, defendió el Compromiso humanitario contra las armas nucleares en la concentración del Día de Hiroshima, el 8 de agosto de 2015

Mary Ann Swenson: Es hora de retirar todo apoyo a la conservación de armas nucleares

"Es hora de retirar todo apoyo a la conservación de armas nucleares. Es hora de negarse a aceptar que la destrucción masiva de otras personas pueda ser una forma legítima de protegernos", dijo la Obispa Mary Ann Swenson ante los presentes en el servicio conmemorativo celebrado por las iglesias anglicana y católica en la catedral conmemorativa por la paz mundial de Hiroshima (Iglesia Católica de Noboromachi), en Japón, el 5 de agosto


viernes, 6 de noviembre de 2015

El cuidado de la creación




Encíclica del Patriarca Ecuménico Bartolomé
[Consejo Mundial de Iglesias-Recursos]

01 de septiembre 2006
Hermanos y amados hijos en el Señor,
Nuestro Dios misericordioso que ama a la humanidad creó el mundo para ser bella y funcional, suficiente para satisfacer todas las necesidades humanas. Se concedió al hombre, la corona y el rey de la creación, el disfrute de todo en el mundo que es necesario para la vida.

Dios infundió en cada relación beneficiosa entre el hombre y la creación sentimientos de alegría y placer. Además, Él imbuido hombre con un sentido de nostalgia cuando en la verdadera necesidad, y una sensación de saciedad, para proteger contra el abuso por el exceso. El hombre, por lo tanto, está equipado por Dios con una conciencia instintiva de la medida correcta de las cosas, de la diferencia entre lo que es necesario y beneficioso y lo que es excesivo y perjudicial. Dotado además con el libre albedrío, el hombre tiene la capacidad de actuar en su comprensión instintiva de los límites de estas dos condiciones, por lo que tampoco se puede establecer nuevos límites de auto-privación a los efectos del ejercicio espiritual, o puede dejarlos a un lado por completo a través de actos voluntarios de auto-engrandecimiento.


En este último caso, se trata ya sea con avaricia, que el Apóstol Pablo caracteriza como la idolatría, o con un odio hostil de los dones dados por Dios de la vida y de las cosas de este mundo. Ambas actitudes son igualmente condenables porque se oponen al plan perfecto de Dios que llena la vida del hombre de gozo y alegría.


Por desgracia, el hombre se negó a cumplir con las directivas divinas con respecto al uso medido de los recursos naturales de acuerdo a sus necesidades, ni tampoco que preservara y protegiera el mundo que se le confía, y así distanciado a sí mismo de la gracia de gobierno de Dios. Como resultado, el hombre actúa hacia su entorno circundante de manera rapaz y destructiva, como gobernante más bien que un administrador, lo que altera la armonía natural y el equilibrio que son de Dios. La naturaleza a su vez ha reaccionado con el abuso del hombre de manera desequilibrada, lo que inflige a la humanidad una serie de catástrofes naturales. Recientes fluctuaciones inusuales de temperatura, huracanes, terremotos, tormentas, las contaminaciones de los ríos y mares y muchas otras ocurrencias que perjudican el medio ambiente y el hombre son los resultados de las acciones humanas, ya sea llevada a cabo abiertamente o ejecutado en secreto. La causa última de todo este comportamiento destructivo es el egocentrismo del hombre, una expresión de su obstinado alejamiento de Dios y su esfuerzo para ser dios mismo.


Debido a este egocentrismo, la relación del hombre y la naturaleza, destinado por el Creador ha degenerado en un sometimiento insolente y arrogante de las fuerzas naturales y su uso para la matanza o sometimiento de los demás seres humanos en lugar de para la preservación de la vida y la libertad, o para la satisfacción de placeres excesivos, sin el cuidado de las consecuencias del uso excesivo.


El uso de fuerzas atómicas y nucleares de la naturaleza de la guerra es un insulto a la creación y el Creador, como es el consumo excesivo de cualquier tipo, que pesa sobre el medio ambiente natural con los contaminantes, lo que conduce al cambio climático y el calentamiento global y un desequilibrio en el orden natural, con todo lo que implica. El inmenso consumo de energía para fines de la guerra y el consumo excesivo de la humanidad contemporánea más allá de sus necesidades son dos áreas en las que las responsabilidades de los líderes políticos y ciudadanos comunes se entrelazan de tal manera para que cada uno de nosotros tiene el poder para contribuir a la mejoramiento de la condición general.


Amados hermanos y hermanas en el Señor, vamos todos a hacer todos los esfuerzos posibles, cada uno desde donde Dios nos ha colocado, para frenar nuestra imprudencia sobre el consumo, para que el funcionamiento armonioso de este planeta, nuestro hogar común, pueda ser restaurado, y que nosotros y nuestros hijos podamos disfrutar en paz todas las cosas buenas que Dios en su amor por nosotros ha creado y ofrece a todos los hombres y mujeres. Amén.
BARTOLOMÉ de Constantinopla
amado hermano en Cristo e intercesor ferviente ante Dios.

[http://www.wcc-coe.org/]


lunes, 2 de noviembre de 2015

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE «MOTU PROPRIO» OMNIUM IN MENTEM DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI CON LA CUAL SE MODIFICAN ALGUNAS NORMAS DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE «MOTU PROPRIO»
OMNIUM IN MENTEM
DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI
CON LA CUAL SE MODIFICAN
ALGUNAS NORMAS DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO

La constitución apostólica Sacrae disciplinae leges, promulgada el 25 de enero de 1983, llamó la atención de todos sobre el hecho de que la Iglesia, en cuanto comunidad al mismo tiempo espiritual y visible, y ordenada jerárquicamente, necesita normas jurídicas «para que el ejercicio de las funciones que le han sido confiadas divinamente, sobre todo la de la sagrada potestad y la de la administración de los sacramentos, se lleve a cabo de forma adecuada». En esas normas es necesario que resplandezca siempre, por una parte, la unidad de la doctrina teológica y de la legislación canónica y, por otra, la utilidad pastoral de las prescripciones, mediante las cuales las disposiciones eclesiásticas están ordenadas al bien de las almas.
A fin de garantizar más eficazmente tanto esta necesaria unidad doctrinal como la finalidad pastoral, a veces la autoridad suprema de la Iglesia, después de ponderar las razones, decide los cambios oportunos de las normas canónicas, o introduce en ellas alguna integración. Esta es la razón que nos lleva a redactar la presente Carta, que concierne a dos cuestiones.
En primer lugar, en los cánones 1008 y 1009 del Código de derecho canónico sobre el sacramento  del Orden, se confirma  la  distinción  esencial entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial y, al mismo tiempo, se pone en relieve la diferencia entre episcopado, presbiterado y diaconado. Ahora, en cambio, después de que, habiendo oído a los padres de la Congregación para la doctrina de la fe, nuestro venerado predecesor Juan Pablo II estableció que se debía modificar el texto del número 875 del Catecismo de la Iglesia católica, con el fin de retomar más adecuadamente la doctrina sobre los diáconos de la constitución dogmática Lumen gentium (n. 29) del concilio Vaticano II, también Nos consideramos que se debe perfeccionar la norma canónica que atañe a esta misma materia. Por lo tanto, oído el parecer del Consejo pontificio para los textos legislativos, establecemos que las palabras de dichos cánones se modifiquen como se indica sucesivamente.
Además, dado que los sacramentos son los mismos para toda la Iglesia, compete únicamente a la autoridad suprema aprobar y definir los requisitos para su validez, y también determinar lo que se refiere al rito que es necesario observar en la celebración de los mismos (cf. can. 841), todo lo cual ciertamente vale también para la forma que debe observarse en la celebración del matrimonio, si al menos uno de los contrayentes ha sido bautizado en la Iglesia católica (cf. cann. 11 y 1108).
El Código de derecho canónico establece, sin embargo, que los fieles que se han separado de la Iglesia por "acto formal", no están sujetos a las leyes eclesiásticas relativas a la forma canónica del matrimonio (cf. can. 1117), a la dispensa del impedimento de disparidad de culto (cf. can. 1086) y a la licencia requerida para los matrimonios mixtos (cf. can. 1124). La razón y el fin de esta excepción a la norma general del canon 11 tenía como finalidad evitar que los matrimonios contraídos por aquellos fieles fuesen nulos por defecto de forma, o bien por impedimento de disparidad de culto.
Con todo, la experiencia de estos años ha mostrado, por el contrario, que esta nueva ley ha generado no pocos problemas pastorales. En primer lugar, ha parecido difícil la determinación y la configuración práctica, en los casos particulares, de este acto formal de separación de la Iglesia, sea en cuanto a su sustancia teológica, sea en cuanto al aspecto canónico. Además, han surgido muchas dificultades tanto en la acción pastoral como en la praxis de los tribunales. De hecho, se observaba que de la nueva ley parecían derivar, al menos indirectamente, una cierta facilidad o, por decir así, un incentivo a la apostasía en aquellos lugares donde los fieles católicos son escasos en número, o donde rigen leyes matrimoniales injustas, que establecen discriminaciones entre los ciudadanos por motivos religiosos; además, esa nueva ley hacía difícil el retorno de aquellos bautizados que deseaban vivamente contraer un nuevo matrimonio canónico, después del fracaso del anterior; por último, omitiendo otras cosas, para la Iglesia muchísimos de estos matrimonios se convertían de hecho en matrimonios denominados clandestinos.
Considerado todo esto, y evaluados cuidadosamente los pareceres tanto de los padres de la Congregación para la doctrina de la fe y del Consejo pontificio para los textos legislativos, como también de las Conferencias episcopales que han sido consultadas sobre la utilidad pastoral de conservar o abrogar esta excepción a la norma general del canon 11, ha parecido necesario abolir esta regla introducida en el cuerpo de las leyes canónicas actualmente vigente.
Establecemos, por lo tanto, eliminar del mismo Código las palabras:  «y no se ha apartado de ella por acto formal» del canon 1117, «y no se ha apartado de ella por acto formal» del canon 1086 §1, como también «y no se haya apartado de ella mediante un acto formal» del canon 1124.
Por eso, habiendo oído al respecto a la Congregación para la doctrina de la fe y al Consejo pontificio para los textos legislativos y pedido también el parecer de nuestros venerables hermanos cardenales de la santa Iglesia romana responsables de los dicasterios de la Curia romana, establecemos cuanto sigue:
Art 1. El texto del canon 1008 del Código de derecho canónico se ha de modificar de manera que, de ahora en adelante, resulte así:
«Mediante el sacramento del Orden, por institución divina, algunos de entre los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a servir, según el grado de cada uno, con nuevo y peculiar título, al pueblo de Dios».
Art. 2. El canon 1009 del Código de derecho canónico de ahora en adelante tendrá tres parágrafos, en el primero y en el segundo de los cuales se mantendrá el texto del canon vigente, mientras que en el tercero el nuevo texto se redactará de manera que el canon 1009 §3 resulte así:
«Aquellos que han sido constituidos en el orden del episcopado o del presbiterado reciben la misión y la facultad de actuar en la persona de Cristo Cabeza; los diáconos, en cambio, son habilitados para servir al pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad».
Art. 3. El texto del canon 1086 §1 del Código de derecho canónico queda modificado así:
«Es inválido el matrimonio entre dos personas, una de las cuales fue bautizada en la Iglesia católica o recibida en su seno, y otra no bautizada».
Art. 4. El texto del canon 1117 del Código de derecho canónico queda modificado así:
«La forma arriba establecida se ha de observar si al menos uno de los contrayentes fue bautizado en la Iglesia católica o recibido en ella, sin perjuicio de lo establecido en el canon 1127 §2».
Art. 5. El texto del canon 1124 del Código de derecho canónico queda modificado así:
«Está prohibido, sin licencia expresa de la autoridad competente, el matrimonio entre dos personas bautizadas, una de las cuales haya sido bautizada en la Iglesia católica o recibida en ella después del bautismo, y otra adscrita a una Iglesia o comunidad eclesial que no se halle en comunión plena con la Iglesia católica».
Cuanto hemos deliberado con esta carta apostólica en forma de motu proprio, ordenamos que tenga firme y estable vigor, no obstante cualquier disposición contraria aunque sea digna de particular mención, y que se publique en el comentario oficial Acta Apostolicae Sedis.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 26 del mes de octubre del año 2009, quinto de nuestro pontificado.
BENEDICTUS PP. XVI


Papa invita al dialogo entre los cristianos

CATEQUESIS DEL PAPA: Días 8 y 15 del X-2014

1. Catequesis del Papa del 8-10-2014
El Papa invita al diálogo entre los cristianos: fijémonos en lo que nos une, no en lo que nos divide
2014-10-08 Radio Vaticana

(RV).- Actualizado con texto completo de la catequesis del Papa
¿Cuál es nuestra actitud frente a tantas personas que, compartiendo nuestra fe en Cristo, pertenecen a otros confesiones o tradiciones?, preguntó el Obispo de Roma, en la Plaza del santuario de San Pedro, colmada de fieles y peregrinos del mundo, en la Catequesis dedicada a los cristianos no católicos.
El Sucesor en la cátedra de Pedro, recordó, que “a lo largo de la historia esta realidad de las diferentes confesiones y tradiciones cristianas ha sido con frecuencia causa de conflictos y sufrimiento”, por eso insistió con la pregunta: “¿cuál es nuestra actitud? ¿Nos resignamos, somos indiferentes? ¿O creemos que es posible caminar hacia la reconciliación y la plena comunión?”.
“Las divisiones entre los cristianos, además de herir a la Iglesia, hieren al mismo Cristo, que, antes de su muerte, rogó encarecidamente al Padre por la unidad de todos sus discípulos”, afirmó Francisco.
El Vicario de Cristo explicó que “la soberbia y el egoísmo que nos vuelven intolerantes e incapaces de escuchar y aceptar a quien tiene un punto de vista diverso”, es lo que aparece de uno u otro modo, detrás de estas heridas.
“Jesús y la riqueza de su amor es lo que nos une -dijo Francisco-, de Él aprenderemos a perdonar, a sentirnos parte de la misma familia, a considerarnos un don para los demás y a realizar juntos tantas cosas buenas, tantas obras de caridad por el bien común”. Y animó a la multitud de fieles y peregrinos: “Como miembros de la Iglesia, en primer lugar, estamos llamados a rezar, como lo hizo Jesús, por la unión de los cristianos. Además, el Señor nos pide que no nos cerremos al diálogo y al encuentro, sino que estemos abiertos a todo aquello que es valioso y positivo en quienes no piensan y actúan como nosotros, que no nos quedemos en lo que nos divide, sino que acentuemos lo que nos une: Jesús y la riqueza de su amor”.
Para tu Radio, jesuita Guillermo Ortiz de RADIO VATICANA
Texto completo de la catequesis del Papa
La Iglesia: los cristianos no católicos
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las últimas catequesis, hemos tratado de sacar a la luz la naturaleza y la belleza de la Iglesia, y nos hemos preguntado qué comporta para cada uno de nosotros el ser parte de este pueblo, pueblo de Dios, que es la Iglesia. Pero no debemos olvidar que hay tantos hermanos, que comparten con nosotros la fe en Cristo, pero que pertenecen a otras confesiones o a tradiciones diferentes de la nuestra. Muchos se han resignado a esta división – también dentro de nuestra Iglesia católica se han resignado - que en el curso de la historia, a menudo ha sido causa de conflictos y de sufrimientos: ¡también de guerras eh! ¡Esta es una vergüenza! También hoy las relaciones no son siempre marcadas por el respeto y la cordialidad. Pero, me pregunto: ¿nosotros, cómo nos presentamos de frente a todo esto? ¿También nosotros estamos resignados o somos incluso indiferentes a esta división? ¿O más bien creemos firmemente que se puede y se debe caminar en la dirección de la reconciliación y de la plena comunión? La plena comunión, es decir, poder participar todos juntos en el cuerpo y la sangre de Cristo.
La división entre cristianos, mientras hieren a la Iglesia, hieren a Cristo y nosotros divididos herimos a Cristo: la Iglesia, en efecto, es el cuerpo del cual Cristo es la cabeza. Sabemos bien cuánto deseaba Jesús que sus discípulos permanecieran unidos en su amor. Es suficiente pensar en sus palabras referidas en el capítulo décimo séptimo del Evangelio de Juan, la oración dirigida al Padre en la inminencia de la pasión: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me diste, para que sean uno como nosotros” (Jn, 17,11). Ésta unidad estaba ya amenazada mientras Jesús estaba todavía entre los suyos: en el Evangelio, en efecto, se recuerda que los apóstoles discutían entre ellos sobre quién fuera el más grande, el más importante (cfr Lc 9,46).
Pero el Señor, ha insistido tanto en la unidad en el nombre del Padre, haciéndonos entender que nuestro anuncio y nuestro testimonio serán más creíbles cuánto más nosotros, en primer lugar, seremos capaces de vivir en comunión y de amarnos. Es lo que sus apóstoles, con la gracia del Espíritu Santo, comprendieron después profundamente y cuidaron, tanto que San Pablo llegará a implorar la comunidad de Corinto con estas palabras: “Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir” (1 Cor 1,10).
Durante su camino en la historia, la Iglesia es tentada por el maligno, que trata de dividirla, y por desgracia se ha visto afectada por separaciones graves y dolorosas. Son divisiones que a veces se han prolongado en el tiempo, hasta hoy, por lo cual ahora resulta difícil reconstruir todos los motivos y sobre todo, encontrar soluciones posibles. Las razones que llevaron a las fracturas y separaciones pueden ser muy diferentes: desde las diferencias sobre principios dogmáticos y morales y sobre concepciones teológicas y pastorales diversas, a los motivos políticos y de conveniencia, hasta los enfrentamientos debidos a antipatías y ambiciones personales... Los que es cierto es que, en un modo o en el otro, detrás de estas laceraciones están siempre la soberbia y el egoísmo, que son causa de todo desacuerdo y nos hacen intolerantes, incapaces de escuchar y aceptar a aquellos que tienen una visión o un posición diferente de la nuestra.
Ahora, de frente a todo esto, ¿hay algo que cada uno de nosotros, como miembros de la santa madre Iglesia, podemos y debemos hacer? Ciertamente, no debe faltar la oración, en continuidad y en comunión con la de Jesús, la oración por la unidad de los cristianos. Y junto con la oración, el Señor nos pide una renovada apertura: nos pide no cerrarnos al diálogo y al encuentro, sino captar todo aquello que de válido y positivo se nos ofrece también por quienes piensan diferente de nosotros o se ponen en una diferente posición. Nos pide no fijar la mirada en lo que nos divide, sino más bien en lo que nos une, tratando de conocer mejor y amar a Jesús y compartir la riqueza de su amor. Y esto conlleva concretamente la adhesión a la verdad, junto con la capacidad de perdonarse, de sentirse parte de la misma familia cristiana, de considerarse el uno un don para el otro y hacer juntos muchas cosas buenas, y obras de caridad.
Es un dolor, pero hay divisiones, hay cristianos divididos, nos hemos dividido entre nosotros. Pero todos tenemos algo en común: todos creemos en Jesucristo el Señor, todos creemos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y en tercer lugar, todos caminamos juntos, estamos en camino. ¡Ayudémonos los unos a los otros! Tú piensas así, tú así…Pero, en todas las comunidades hay buenos teólogos: que ellos discutan, que ellos busquen la verdad teológica, porque es un deber; pero nosotros caminemos juntos, rezando los unos por los otros, y haciendo las obras de caridad. Y así hacemos la comunión en camino, esto se llama: ecumenismo espiritual. Caminar el camino de la vida todos juntos en nuestra fe, en Jesucristo nuestro Señor.
Se dice que no debe hablarse de cosas personales, pero, no resisto a la tentación…Estamos hablando de comunión, comunión entre nosotros, y hoy, estoy muy agradecido al Señor, porque hoy ¡hace 70 años que hice la Primera Comunión! Pero, hacer la Primera Comunión todos nosotros debemos saber que significa entrar en comunión con los otros, en comunión con los hermanos de nuestra iglesia, pero también en comunión con todos aquellos que pertenecen a comunidades diferentes, pero creen en Jesús. Agradezcamos al Señor, todos, por nuestro bautismo, agradezcamos al Señor todos, por nuestra comunión, y para que esta comunión sea al final una comunión de todos juntos.
Queridos amigos, ¡entonces vamos hacia adelante hacia la unidad plena! La historia nos ha separado, pero estamos en camino hacia la reconciliación y la comunión. Y esto es verdad, ¡esto tenemos que defender! ¡Todos estamos en camino hacia la comunión! Y cuando la meta nos pueda parecer demasiado lejana, casi inalcanzable, y nos sintamos atrapados por el desaliento, nos anime la idea de que Dios no puede cerrar su oído a la voz de su propio Hijo Jesús y no cumplir con sus y nuestras oraciones, para que todos los cristianos sean verdaderamente una sola cosa. Gracias.
Traducción del italiano: María Cecilia Mutual, Griselda Mutual - Radio Vaticana
Texto completo del resumen de la catequesis del Papa en nuestro idioma:
 Queridos hermanos y hermanas:
Hay muchas personas que, compartiendo con nosotros la fe en Cristo, pertenecen a otras confesiones o tradiciones. Ante esta situación, que a lo largo de la historia ha sido con frecuencia causa de conflictos y sufrimiento, ¿cuál es hoy nuestra actitud? ¿Nos resignamos, somos indiferentes? ¿O creemos que es posible caminar hacia la reconciliación y la plena comunión?
Las divisiones entre los cristianos, además de herir a la Iglesia, hieren al mismo Cristo, que, antes de su muerte, rogó encarecidamente al Padre por la unidad de todos los discípulos.
Diversas razones han conducido a la separación. Pero, de un modo u otro, tras estas heridas, siempre aparecen la soberbia, el egoísmo, que nos vuelven intolerantes e incapaces de escuchar y aceptar a quien tiene un punto de vista diverso.
Como miembros de la Iglesia, en primer lugar, estamos llamados a rezar, como lo hizo Jesús, por la unión de los cristianos. Y, además, el Señor nos pide que no nos cerremos al diálogo y al encuentro, sino que estemos abiertos a todo aquello que es valioso y positivo en quienes no piensan y actúan como nosotros, que no nos quedemos en lo que nos divide, sino que acentuemos lo que nos une: Jesús y la riqueza de su amor. Y que caminemos juntos en el camino de la vida, rezando juntos, ayudándonos juntos. De Jesús aprenderemos a perdonar, a sentirnos parte de la misma familia, a considerarnos un don para los demás y a realizar juntos tantas cosas buenas, tantas obras de caridad por el bien común.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Panamá, Argentina, Puerto Rico, México y otros países latinoamericanos. Les invito a rogar al Señor para que todos lleguemos a ser en verdad una sola familia. Muchas gracias.
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2. Catequesis del Papa del 15-10-2014
“Anhelamos la venida de Nuestro Señor Jesucristo cada día más cercano a nosotros”

(RV).- Actualizado con texto completo de la catequesis del Papa (Con audio)  En la Audiencia General en la Plaza del santuario de san Pedro, el Obispo de Roma invitó a preguntarse por el destino final del pueblo de Dios. Lo que cabe esperar. Y explicó que “el Apocalipsis nos presenta dos imágenes: la esposa que espera a su Esposo, que nos habla del proyecto de comunión con la persona de Jesús que Dios ha trazado a lo largo de la historia, y la Nueva Jerusalén, que evoca el lugar donde todos los pueblos se reunirán junto a Dios”.

Francisco dijo que “la esperanza cristiana engloba a toda la persona, pues no es un mero deseo, sino la plena realización del misterio del amor divino, en el que hemos renacido y en el que ya vivimos. Nosotros anhelamos la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y Él se hace cada día más cercano a nosotros para llevarnos finalmente a la plenitud de su comunión y su paz”.

El Sucesor en la Cátedra de Pedro afirmó que “la Iglesia tiene la misión de mantener encendida la lámpara de esa esperanza, como signo seguro de la salvación. Debemos preguntarnos si de verdad somos testigos luminosos y creíbles de esa esperanza, si nuestras comunidades manifiestan la presencia del Señor y la espera ardiente de su venida, si no corremos el riesgo de agotar el aceite de nuestra fe y de nuestra alegría”. Para concluir pidiendo a “María Santísima, Madre de la esperanza, nos enseñe a gustar ya desde ahora del amor de Cristo que un día se nos manifestará en plenitud”.

jesuita Guillermo Ortiz, de la Radio del Papa

Texto completo de la catequesis del Santo Padre
La Iglesia esposa espera a su esposo
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Durante este tiempo hemos hablado sobre la Iglesia, sobre nuestra santa madre Iglesia jerárquica, el pueblo de Dios en camino.

Hoy queremos preguntarnos: al final, ¿qué fin tendrá el pueblo de Dios? ¿Qué será de cada uno de nosotros? ¿Qué debemos esperarnos? El apóstol Pablo consolaba a los cristianos de la comunidad de Tesalónica, que se hacían estas mismas preguntas, y después de su argumentación decían estas palabras que son entre las más bellas de Nuevo Testamento: “Y así estaremos siempre con el Señor” (1Ts 4, 17). Son palabras simples, ¡pero con una densidad de esperanza tan grande! “Y así estaremos siempre con el Señor”. ¿Ustedes creen esto? ¡Me parece que no, eh! ¿Creen? ¿Lo repetimos juntos tres veces? ¡Y así estaremos siempre con el Señor! ¡Y así estaremos siempre con el Señor! ¡Y así estaremos siempre con el Señor!

Es emblemático como Juan, en el libro del Apocalipsis, retomando la intuición de los Profetas, describe la dimensión última, definitiva, en los términos de la “Nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo” (Ap 21,2). ¡He aquí lo que nos espera! Y entonces, esto es la Iglesia: es el pueblo de Dios que sigue al Señor Jesús y que se prepara día a día al encuentro con él, como una esposa con su esposo. Y no es solamente un modo de decir: ¡serán unas verdaderas nupcias! Sí, porque Cristo haciéndose hombre como nosotros y haciendo de todos nosotros una sola cosa con Él, con su muerte y su resurrección, nos ha desposado verdaderamente y ha hecho de nosotros como pueblo, su esposa. Y esto no es otra cosa que el cumplimiento del designio de comunión y de amor tejido por Dios en el curso de toda la historia, la historia del pueblo de Dios y también la propia historia de cada uno. Es el Señor el que lleva adelante esto.

Hay otro elemento, sin embargo, que nos consuela ulteriormente y que abre nuestro corazón: Juan nos dice que en la Iglesia, esposa de Cristo, se hace visible la “nueva Jerusalén”. Esto significa que la Iglesia, además de esposa, está llamada a convertirse en ciudad, símbolo por excelencia de la convivencia y de ‘relacionalidad’ humana. Qué bello, entonces, poder ya contemplar, según otra imagen muy sugestiva del Apocalipsis, todas las gentes y todos los pueblos reunidos a la vez en esta ciudad, como en una morada, será “la morada de Dios” (Ap 21, 3). Y en este marco glorioso no habrá más aislamientos, prevaricaciones, ni distinciones de ningún género – de naturaleza social, étnica o religiosa – sino que seremos todos una sola cosa en Cristo.


Ante la presencia de este escenario inaudito y maravilloso, nuestro corazón no puede no sentirse confirmado en modo fuerte en la esperanza. Ven, la esperanza cristiana no es sólo un deseo, un auspicio, no es optimismo: para un cristiano, la esperanza es espera, espera ferviente, apasionada por el cumplimiento último y definitivo de un misterio, el misterio del amor de Dios en el que hemos renacido y en el que ya vivimos. Y es espera de alguien que está por llegar: es Cristo el Señor que se acerca siempre más a nosotros, día tras día, y que viene a introducirnos finalmente en la plenitud de su comunión y de su paz. La Iglesia tiene entonces la tarea de mantener encendida y claramente visible la lámpara de la esperanza, para que pueda seguir brillando como un signo seguro de salvación y pueda iluminar a toda la humanidad el sendero que lleva al encuentro con el rostro misericordioso de Dios. 

Queridos hermanos y hermanas, esto es entonces lo que esperamos: ¡que Jesús regrese! ¡La Iglesia esposa espera a su esposo! Debemos preguntarnos, sin embargo, con gran sinceridad, ¿somos testigos realmente luminosos y creíbles de esta espera, de esta esperanza? ¿Nuestras comunidades viven aún en el signo de la presencia del Señor Jesús y en la espera ardiente de su venida, o aparecen cansadas, entorpecidas, bajo el peso de la fatiga y la resignación? ¿Corremos también nosotros el riesgo de agotar el aceite de la fe, de la alegría? ¡Estemos atentos! 

Invoquemos a la Virgen María, Madre de la esperanza y reina del cielo, para que siempre nos mantenga en una actitud de escucha y de espera, para poder ser ya traspasados por el amor de Cristo y un día ser parte de la alegría sin fin, en la plena comunión de Dios. Y no se olviden: jamás olvidar que así estaremos siempre con el Señor. ¿Lo repetimos otras tres veces? Y así, estaremos siempre con el Señor, y así, estaremos siempre con el Señor, y así, estaremos siempre con el Señor. ¡Gracias!
Traducción del italiano: María Cecilia Mutual, Griselda Mutual - Radio Vaticano
Texto completo del resumen de la catequesis del Papa en nuestro idioma:
Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis nos preguntamos por el destino final del pueblo de Dios. Qué tenemos que esperar. El Apocalipsis nos presenta dos imágenes: la esposa que espera a su Esposo, y esto nos habla del proyecto de comunión con la persona de Jesús que Dios ha trazado a lo largo de la historia, y la otra imagen, la Nueva Jerusalén, que evoca el lugar donde todos los pueblos se reunirán junto a Dios.
La esperanza cristiana engloba a toda la persona, pues no es la esperanza un mero deseo, o un optimismo, sino que es la plena realización del misterio del amor divino, en el que hemos renacido y en el que ya vivimos.

Nosotros deseamos, anhelamos, la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y Él se hace cada día más cercano a nosotros para llevarnos finalmente a la plenitud de su comunión y su paz. Por ello, la Iglesia tiene la misión de mantener encendida la lámpara de esa esperanza, como signo seguro de la salvación. Debemos preguntarnos si de verdad somos testigos luminosos y creíbles de esa esperanza, si nuestras vidas, nuestras comunidades, manifiestan la presencia del Señor y esta espera ardiente de su venida; sino, corremos el riesgo de agotar el aceite de nuestra fe y perder la alegría.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Costa Rica, Argentina y otros países latinoamericanos.
Que María Santísima, Madre de la esperanza, nos enseñe a gustar ya desde ahora del amor de Cristo que un día se nos manifestará en plenitud. Muchas gracias.

Cincuenta años del decreto conciliar Unitatis Redintegratio


Ciudad del Vaticano, 18 noviembre 2014 (VIS).-
El 21 de noviembre de 1964, después de un proceso largo y laborioso, los Padres conciliares aprobaron con 2.137 votos a favor y sólo 11 votos en contra el decreto sobre el ecumenismo “Unitatis Redintegratio”, un documento que, indudablemente, marcó un importante salto cualitativo en las relaciones entre la Iglesia católica y las otras Iglesias y Comunidades eclesiales y sigue siendo para la Iglesia Católica un punto de referencia imprescindible en su compromiso ecuménico.
El Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos conmemorará con dos eventos el 50 aniversario de la promulgación del decreto. Se comenzará el jueves, 20 de noviembre, en la basílica de San Pablo Extramuros, con una celebración de las Vísperas, abierta a todos, en la que participarán los miembros y consultores de ese Consejo y los representantes de las Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma, para dar gracias a Dios por los frutos ya recogidos en el camino ecuménico en estos cincuenta años, y para invocar su bendición para el camino que queda por recorrer.
El 21 de noviembre habrá un encuentro en el Aula Magna de la Universidad Pontificia Gregoriana, durante el cual los pastores y teólogos de la Iglesia Católica y otras Iglesias y Comunidades eclesiales releerán cada uno desde su propia punto de vista, el “Unitatis Redintegratio” y debatirán acerca de los desafíos ecuménicos tanto actuales como futuros. En este acto, moderado por Giovanni Maria Vian, director de L'Osservatore Romano, intervendrán el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el obispo Irenej Ba’ka (Patriarcado de Serbia), Timothy George (Alianza Bautista Mundial), William Henn (Iglesia Católica), Teny Pirry Simonian (Iglesia Apostólica Armenia - Sede de Cilicia) y Friederike Nussel (Iglesia Luterana).
El encuentro concluirá la sesión plenaria del Consejo que tendrá lugar del 18 a 21 noviembre y se centrará en el tema: “La meta del ecumenismo: principios, oportunidades y desafíos a cincuenta años de Unitatis Redintegratio.” Cincuenta años después de su promulgación, ese dicasterio considera útil interrogarse sobre cómo el decreto conciliar siga inspirando el compromiso ecuménico de la Iglesia católica en un panorama que ha cambiado.

La Iglesia es de Cristo; los Obispos y el Papa tienen que custodiarla como servidores

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2014-10-18 Radio Vaticana
(RV).- Con un corazón lleno de reconocimiento y de gratitud, finalizados los trabajos del Sínodo, el Papa se dirigió a todos los participantes: “Puedo decir serenamente que -con un espíritu de colegialidad y de sinodalidad- hemos vivido verdaderamente una experiencia de “sínodo”, un recorrido solidario, un “camino juntos”- expresó. Y siendo un “camino” -como todo camino- hubo momentos de profunda consolación, escuchando el testimonio de pastores verdaderos y los testimonios de las familias que han participado del Sínodo. Y también hubo momentos de desolación, de tensión y de tentación.
Seguidamente Francisco dibujó un mapa de posibles tentaciones: La tentación del endurecimiento hostil; del “buenismo destructivo”. La tentación de transformar la piedra en pan y el pan en piedra; la tentación de descender de la cruz; de descuidar el “depositum fidei”, considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o, por otra parte, ¡la tentación de descuidar la realidad utilizando una lengua minuciosa y un lenguaje inflado para decir tantas cosas y no decir nada!”.
El Sucesor de Pedro afirmó que las tentaciones no nos deben ni asustar ni desconcertar, ni mucho menos desanimar. Si Jesús fue tentado, sus discípulos no deben esperarse un tratamiento mejor. Esta es la Iglesia –dijo el Papa-, que no tiene miedo de arremangarse las manos para derramar el olio y el vino sobre las heridas de los hombres; que no mira a la humanidad desde un castillo de vidrio para juzgar y clasificar a las personas, compuesta de pecadores, necesitados de Su misericordia. Esta es la Iglesia que busca ser fiel a su Esposo y a su doctrina; que no tiene miedo de comer y beber con las prostitutas y publicanos; que tiene las puertas abiertas para recibir a los necesitados, los arrepentidos y ¡no sólo los justos o aquellos que creen ser perfectos!
Y concluyó sosteniendo que cuando la Iglesia se expresa en comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del sensus fidei de aquel sentido sobre natural de la fe, que viene dado por el Espíritu Santo para que, juntos, podamos todos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida, y esto no debe ser visto como motivo de confusión y malestar.
Dijo que “la Iglesia es de Cristo y todos los Obispos con el Sucesor de Pedro, tienen la tarea y el deber de custodiarla y de servirla, no como patrones sino como servidores. El Papa en este contexto no es el señor supremo sino más bien el supremo servidor; el garante de la obediencia, de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y al Tradición de la Iglesia poniendo de parte todo arbitrio personal, aunque – por voluntad de Cristo mismo – “el pastor y doctor supremo de todos los fieles” (Can. 749) y además gozando “de la potestad ordinaria que es suprema, plena, inmediata y universal de la iglesia” (Cf. Cann. 331-334)”.
El Vicario de Cristo explicó que “todavía tenemos un año para madurar con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a las tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar; para dar respuesta a tantos desánimos que circundan y sofocan a las familias, un año para trabajar sobre la “Relatio Sinody” que es el reasunto fiel y claro de todo lo que fue dicho y discutido en esta aula y en los círculos menores”.
Texto completo de las palabras del Papa al final del Sínodo:
«Queridos: Eminencias, Beatitudes, Excelencias, hermanos y hermanas:
¡Con un corazón lleno de reconocimiento y de gratitud quiero agradecer junto a ustedes al Señor que nos ha acompañado y nos ha guiado en los días pasados, con la luz del Espíritu Santo!
Agradezco de corazón a S. E. Card. Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo, S. E. Mons. Fabio Fabene, Sub-secretario, y con ellos agradezco al Relator S. E. Card. Peter Erdő y el Secretario Especial S. E. Mons. Bruno Forte, a los tres Presidentes delegados, los escritores, los consultores, los traductores, y todos aquellos que han trabajado con verdadera fidelidad y dedicación total a la Iglesia y sin descanso: ¡gracias de corazón!
Agradezco igualmente a todos ustedes, queridos Padres Sinodales, Delegados fraternos, Auditores, Auditoras y Asesores por su participación activa y fructuosa. Los llevaré en las oraciones, pidiendo al Señor los recompense con la abundancia de sus dones y de su gracia.
Puedo decir serenamente que – con un espíritu de colegialidad y de sinodalidad – hemos vivido verdaderamente una experiencia de “sínodo”, un recorrido solidario, un “camino juntos”.
Y siendo “un camino” – como todo camino – hubo momentos de carrera veloz, casi de querer vencer el tiempo y alcanzar rápidamente la meta; otros momentos de fatiga, casi hasta de querer decir basta; otros momentos de entusiasmo y de ardor. Momentos de profunda consolación, escuchando el testimonio de pastores verdaderos (Cf. Jn. 10 y Cann. 375, 386, 387) que llevan en el corazón sabiamente, las alegrías y las lágrimas de sus fieles.
Momentos de gracia y de consuelo, escuchando los testimonios de las familias que han participado del Sínodo y han compartido con nosotros la belleza y la alegría de su vida matrimonial. Un camino donde el más fuerte se ha sentido en el deber de ayudar al menos fuerte, donde el más experto se ha prestado a servir a los otros, también a través del debate. Y porque es un camino de hombres, también hubo momentos de desolación, de tensión y de tentación, de las cuales se podría mencionar alguna posibilidad:
- La tentación del endurecimiento hostil, esto es, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos todavía aprender y alcanzar. Es la tentación de los celantes, de los escrupulosos, de los apresurados, de los así llamados “tradicionalistas” y también de los intelectualistas.
- La tentación del “buenismo” destructivo, que a nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin primero curarlas y medicarlas; que trata los síntomas y no las causas y las raíces. Es la tentación de los “buenistas”, de los temerosos y también de los así llamados “progresistas y liberalistas”.
- La tentación de transformar la piedra en pan para romper el largo ayuno, pesado y doloroso (Cf. Lc 4, 1-4) y también de transformar el pan en piedra , y tirarla contra los pecadores, los débiles y los enfermos (Cf. Jn 8,7), de transformarla en “fardos insoportables” (Lc 10,27).
- La tentación de descender de la cruz, para contentar a la gente, y no permanecer, para cumplir la voluntad del Padre; de ceder al espíritu mundano en vez de purificarlo y inclinarlo al Espíritu de Dios.
- La Tentación de descuidar el “depositum fidei”, considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o por otra parte, la tentación de descuidar la realidad utilizando una lengua minuciosa y un lenguaje pomposo para decir tantas cosas y no decir nada.
Queridos hermanos y hermanas, las tentaciones no nos deben ni asustar ni desconcertar, ni mucho menos desanimar, porque ningún discípulo es más grande de su maestro; por lo tanto si Jesús fue tentado – y además llamado Belcebú (Cf. Mt 12,24) – sus discípulos no deben esperarse un tratamiento mejor.
Personalmente, me hubiera preocupado mucho y entristecido si no hubiera habido estas tensiones y estas discusiones animadas; este movimiento de los espíritus, como lo llamaba San Ignacio (EE, 6) si todos hubieran estado de acuerdo o taciturnos en una falsa y quietista paz.
En cambio, he visto y escuchado – con alegría y reconocimiento – discursos e intervenciones llenos de fe, de celo pastoral y doctrinal, de sabiduría, de franqueza, de coraje y parresía. Y he sentido que ha sido puesto delante de sus ojos el bien de la Iglesia, de las familias y la “suprema lex”: la “salus animarum” (Cf. Can. 1752).
Y esto siempre sin poner jamás en discusión la verdad fundamental del Sacramento del Matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la procreatividad, o sea la apertura a la vida (Cf. Cann. 1055, 1056 y Gaudium et Spes, 48).
Esta es la Iglesia, la viña del Señor, la Madre fértil y la Maestra premurosa, que no tiene miedo de arremangarse las manos para derramar el aceite y el vino sobre las heridas de los hombres (Cf. Lc 10,25-37); que no mira a la humanidad desde un castillo de vidrio para juzgar y clasificar a las personas.
Esta es la Iglesia Una, Santa, Católica y compuesta de pecadores, necesitados de Su misericordia. Esta es la Iglesia, la verdadera esposa de Cristo, que busca ser fiel a su Esposo y a su doctrina. Es la Iglesia que no tiene miedo de comer y beber con las prostitutas y los publicanos (Cf. Lc 15).
La Iglesia que tiene las puertas abiertas para recibir a los necesitados, los arrepentidos y ¡no sólo a los justos o aquellos que creen ser perfectos! La Iglesia que no se avergüenza del hermano caído y no finge de no verlo, al contrario, se siente comprometida y obligada a levantarlo y a animarlo a retomar el camino y lo acompaña hacia el encuentro definitivo con su Esposo, en la Jerusalén celeste.
¡Esta es la Iglesia, nuestra Madre! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no puede equivocarse: es la belleza y la fuerza del 'sensus fidei', de aquel sentido sobrenatural de la fe, que viene dado por el Espíritu Santo para que, juntos, podamos todos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida, y esto no debe ser visto como motivo de confusión y malestar.
Tantos comentadores han imaginado ver una Iglesia en litigio donde una parte está contra la otra, dudando hasta del Espíritu Santo, el verdadero promotor y garante de la unidad y de la armonía en la Iglesia. El Espíritu Santo, que a lo largo de la historia ha conducido siempre la barca, a través de sus Ministros, también cuando el mar era contrario y agitado y los Ministros infieles y pecadores.
Y, como he osado decirles al inicio, era necesario vivir todo esto con tranquilidad y paz interior también, porque el sínodo se desarrolla 'cum Petro et sub Petro', y la presencia del Papa es garantía para todos.
Por lo tanto, la tarea del Papa es garantizar la unidad de la Iglesia; recordar a los fieles su deber de seguir fielmente el Evangelio de Cristo; recordar a los pastores que su primer deber es nutrir a la grey que el Señor les ha confiado y salir a buscar – con paternidad y misericordia y sin falsos miedos – a la oveja perdida.
Su tarea es recordar a todos que la autoridad en la Iglesia es servicio (Cf. Mc 9,33-35), como ha explicado con claridad el Papa emérito Benedicto XVI con palabras que cito textualmente: “La Iglesia está llamada y se empeña en ejercitar este tipo de autoridad que es servicio, y la ejercita no a título propio, sino en el nombre de Jesucristo… a través de los Pastores de la Iglesia, de hecho, Cristo apacienta a su grey: es Él quien la guía, la protege y la corrige, porque la ama profundamente”.
“Pero el Señor Jesús, Pastor supremo de nuestras almas, ha querido que el Colegio Apostólico, hoy los Obispos, en comunión con el Sucesor de Pedro … participaran en este misión suya de cuidar al pueblo de Dios, de ser educadores de la fe, orientando, animando y sosteniendo a la comunidad cristiana, o como dice el Concilio, 'cuidando sobre todo que cada uno de los fieles sean guiados en el Espíritu santo a vivir según el Evangelio su propia vocación, a practicar una caridad sincera y operosa y a ejercitar aquella libertad con la que Cristo nos ha librado' (Presbyterorum Ordinis, 6)”
… “Y a través de nosotros – continua el Papa Benedicto – el Señor llega a las almas, las instruye, las custodia, las guía. San Agustín en su Comentario al Evangelio de San Juan dice: 'Sea por lo tanto un empeño de amor apacentar la grey del Señor' (123,5); esta es la suprema norma de conducta de los ministros de Dios, un amor incondicional, como el del buen Pastor, lleno de alegría, abierto a todos, atento a los cercanos y premuroso con los lejanos (Cf. S. Agustín, Discurso 340, 1; Discurso 46,15), delicado con los más débiles, los pequeños, los simples, los pecadores, para manifestar la infinita misericordia de Dios con las confortantes de la esperanza (Cf. Id., Carta 95,1)” (Benedicto XVI Audiencia General, miércoles, 26 de mayo de 2010).
Por lo tanto, la Iglesia es de Cristo – es su esposa – y todos los Obispos del Sucesor de Pedro tienen la tarea y el deber de custodiarla y de servirla, no como patrones sino como servidores. El Papa en este contexto no es el señor supremo, sino más bien el supremo servidor – “Il servus servorum Dei”; el garante de la obediencia , de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y al Tradición de la Iglesia, dejando de lado todo arbitrio personal, siendo también – por voluntad de Cristo mismo – “el Pastor y Doctor supremo de todos los fieles” (Can. 749) y gozando “de la potestad ordinaria que es suprema, plena, inmediata y universal de la iglesia” (Cf. Cann. 331-334).
Queridos hermanos y hermanas, ahora todavía tenemos un año para madurar, con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas, y para encontrar soluciones concretas a las tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar; para dar respuesta a tantos desánimos que circundan y sofocan a las familias; un año para trabajar sobre la “Relatio Synodi”, que es el resumen fiel y claro de todo lo que fue dicho y discutido en este aula y en los círculos menores.
¡El Señor nos acompañe y nos guíe en este recorrido para gloria de Su Nombre con la intercesión de la Virgen María y de San José! ¡Y por favor no se olviden de rezar por mí!».
(Traducción del italiano: jesuita Guillermo Ortiz y Renato Martínez)

PAPA FRANCISCO A LOS MUNDIAL DE MOVIMIENTOS POPULARES

 PAPA FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO MUNDIAL DE MOVIMIENTOS POPULARES
Aula Vieja del Sínodo Martes 28 de octubre de 2014
Buenos días de nuevo, estoy contento de estar entre ustedes, además les digo una confidencia, es la primera vez que bajo acá, nunca había venido. Como les decía, tengo mucha alegría y les doy una calurosa bienvenida.
Gracias por haber aceptado esta invitación para debatir tantos graves problemas sociales que aquejan al mundo hoy, ustedes que sufren en carne propia la desigualdad y la exclusión. Gracias al Cardenal Turkson por su acogida. Gracias, Eminencia por su trabajo y sus palabras.
Este encuentro de Movimientos Populares es un signo, es un gran signo: vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella!
No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de ONGs, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan o, si llegan, llegan de tal manera que van en una dirección o de anestesiar o de domesticar. Esto es medio peligroso. Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar.
Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares.
Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado… tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman, pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto.
No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo.
Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista.
No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia. Voy a detenerme un poco en cada uno de éstos porque ustedes los han elegido como consigna para este encuentro.
Tierra. Al inicio de la creación, Dios creó al hombre, custodio de su obra, encargándole de que la cultivara y la protegiera. Veo que aquí hay decenas de campesinos y campesinas, y quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, que no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción.
La otra dimensión del proceso ya global es el hambre. Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, “la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral” (CDSI, 300).
No lo digo solo yo, está en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Por favor, sigan con la lucha por la dignidad de la familia rural, por el agua, por la vida y para que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra.
Segundo, Techo. Lo dije y lo repito: una casa para cada familia. Nunca hay que olvidarse que Jesús nació en un establo porque en el hospedaje no había lugar, que su familia tuvo que abandonar su hogar y escapar a Egipto, perseguida por Herodes. Hoy hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido o bien porque la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la mano. Pero, además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión comunitaria: y es el barrio… y es precisamente en el barrio donde se empieza a construir esa gran familia de la humanidad, desde lo más inmediato, desde la convivencia con los vecinos. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, “personas en situación de calle”. Es curioso como en el mundo de las injusticias, abundan los eufemismos. No se dicen las palabras con la contundencia y la realidad se busca en el eufemismo. Una persona, una persona segregada, una persona apartada, una persona que está sufriendo la miseria, el hambre, es una persona en situación de calle: palabra elegante ¿no? Ustedes busquen siempre, por ahí me equivoco en alguno, pero en general, detrás de un eufemismo hay un delito.
Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen negocios inmobiliarios… pero abandonan a una parte de sí en las márgenes, las periferias. ¡Cuánto duele escuchar que a los asentamientos pobres se los margina o, peor, se los quiere erradicar! Son crueles las imágenes de los desalojos forzosos, de las topadoras derribando casillas, imágenes tan parecidas a las de la guerra. Y esto se ve hoy.
Ustedes saben que en las barriadas populares donde muchos de ustedes viven subsisten valores ya olvidados en los centros enriquecidos. Los asentamientos están bendecidos con una rica cultura popular: allí el espacio público no es un mero lugar de tránsito sino una extensión del propio hogar, un lugar donde generar vínculos con los vecinos. Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo. Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro. Por eso, ni erradicación ni marginación: Hay que seguir en la línea de la integración urbana. Esta palabra debe desplazar totalmente a la palabra erradicación, desde ya, pero también esos proyectos que pretender barnizar los barrios pobres, aprolijar las periferias y maquillar las heridas sociales en vez de curarlas promoviendo una integración auténtica y respetuosa. Es una especie de arquitectura de maquillaje ¿no? Y va por ese lado. Sigamos trabajando para que todas las familias tengan una vivienda y para que todos los barrios tengan una infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto, y sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas las cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud –lo dije- y a la educación y a la seguridad en la tenencia.
Tercero, Trabajo. No existe peor pobreza material - me urge subrayarlo-, no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.
Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, “sobrantes”. Esta es la cultura del descarte y sobre esto quisiera ampliar algo que no tengo escrito pero se me ocurre recordarlo ahora. Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el denominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores.
Y, para graficar, recuerdo una enseñanza de alrededor del año 1200. Un rabino judío explicaba a sus feligreses la historia de la torre de babel y entonces contaba cómo, para construir esta torre de babel, había que hacer mucho esfuerzo había que fabricar los ladrillos, para fabricar los ladrillos había que hacer el barro y traer la paja, y amasar el barro con la paja, después cortarlo en cuadrado, después hacerlo secar, después cocinarlo, y cuando ya estaban cocidos y fríos, subirlos para ir construyendo la torre.
Si se caía un ladrillo, era muy caro el ladrillo con todo este trabajo, si se caía un ladrillo era casi una tragedia nacional. Al que lo dejaba caer lo castigaban o lo suspendían o no sé lo que le hacían, y si caía un obrero no pasaba nada. Esto es cuando la persona está al servicio del dios dinero y esto lo contaba un rabino judío en el año 1200 explicaba estas cosas horribles.
Y respecto al descarte también tenemos que ser un poco atentos a lo que sucede en nuestra sociedad. Estoy repitiendo cosas que he dicho y que están en la Evangelii Gaudium. Hoy día, se descartan los chicos porque el nivel de natalidad en muchos países de la tierra ha disminuido o se descartan los chicos por no tener alimentación o porque se les mata antes de nacer, descarte de niños.
Se descartan los ancianos, porque, bueno, no sirven, no producen, ni chicos ni ancianos producen, entonces con sistemas más o menos sofisticados se les va abandonando lentamente, y ahora, como es necesario en esta crisis recuperar un cierto equilibrio, estamos asistiendo a un tercer descarte muy doloroso, el descarte de los jóvenes. Millones de jóvenes, yo no quiero decir la cifra porque no la sé exactamente y la que leí me parece un poco exagerada, pero millones de jóvenes descartados del trabajo, desocupados.
En los países de Europa, y estas si son estadísticas muy claras, acá en Italia, pasó un poquitito del 40% de jóvenes desocupados; ya saben lo que significa 40% de jóvenes, toda una generación, anular a toda una generación para mantener el equilibrio. En otro país de Europa está pasando el 50% y en ese mismo país del 50% en el sur el 60%, son cifras claras, óseas del descarte. Descarte de niños, descarte de ancianos, que no producen, y tenemos que sacrificar una generación de jóvenes, descarte de jóvenes, para poder mantener y reequilibrar un sistema en el cual en el centro está el dios dinero y no la persona humana.
Pese a esto, a esta cultura del descarte, a esta cultura de los sobrantes, tantos de ustedes, trabajadores excluidos, sobrantes para este sistema, fueron inventando su propio trabajo con todo aquello que parecía no poder dar más de sí mismo… pero ustedes, con su artesanalidad, que les dio Dios… con su búsqueda, con su solidaridad, con su trabajo comunitario, con su economía popular, lo han logrado y lo están logrando…. Y déjenme decírselo, eso además de trabajo, es poesía. Gracias.
Desde ya, todo trabajador, esté o no esté en el sistema formal del trabajo asalariado, tiene derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una cobertura jubilatoria. Aquí hay cartoneros, recicladores, vendedores ambulantes, costureros, artesanos, pescadores, campesinos, constructores, mineros, obreros de empresas recuperadas, todo tipo de cooperativistas y trabajadores de oficios populares que están excluidos de los derechos laborales, que se les niega la posibilidad de sindicalizarse, que no tienen un ingreso adecuado y estable. Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha.
En este Encuentro, también han hablado de la Paz y de Ecología. Es lógico: no puede haber tierra, no puede haber techo, no puede haber trabajo si no tenemos paz y si destruimos el planeta. Son temas tan importantes que los Pueblos y sus organizaciones de base no pueden dejar de debatir. No pueden quedar sólo en manos de los dirigentes políticos. Todos los pueblos de la tierra, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, tenemos que alzar la voz en defensa de estos dos preciosos dones: la paz y la naturaleza. La hermana madre tierra como la llamaba San Francisco de Asís.
Hace poco dije, y lo repito, que estamos viviendo la tercera guerra mundial pero en cuotas. Hay sistemas económicos que para sobrevivir deben hacer la guerra. Entonces se fabrican y se venden armas y, con eso los balances de las economías que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente quedan saneadas. Y no se piensa en los niños hambrientos en los campos de refugiados, no se piensa en los desplazamientos forzosos, no se piensa en las viviendas destruidas, no se piensa, desde ya, en tantas vidas segadas. Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanas y hermanos, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón y en los movimientos populares, el grito de la paz: ¡Nunca más la guerra!
Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes, los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural lo pierden todo. Hermanos y hermanas: la creación no es una propiedad, de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni mucho menos, es una propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios no ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud. Ustedes quizá sepan que estoy preparando una encíclica sobre Ecología: tengan la seguridad que sus preocupaciones estarán presentes en ella. Les agradezco, aprovecho para agradecerles, la carta que me hicieron llegar los integrantes de la Vía Campesina, la Federación de Cartoneros y tantos otros hermanos al respecto.
Hablamos de la tierra, de trabajo, de techo… hablamos de trabajar por la paz y cuidar la naturaleza… Pero ¿por qué en vez de eso nos acostumbramos a ver como se destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas familias, se expulsa a los campesinos, se hace la guerra y se abusa de la naturaleza? Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona humana, del centro y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia!, se ha globalizado la indiferencia: a mí ¿qué me importa lo que les pasa a otros mientras yo defienda lo mío? Porque el mundo se ha olvidado de Dios, que es Padre; se ha vuelto huérfano porque dejó a Dios de lado.
Algunos de ustedes expresaron: Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia. Los cristianos tenemos algo muy lindo, una guía de acción, un programa, podríamos decir, revolucionario. Les recomiendo vivamente que lo lean, que lean las bienaventuranzas que están en el capítulo 5 de San Mateo y 6 de San Lucas, (cfr. Mt 5, 3 y Lc 6, 20) y que lean el pasaje de Mateo 25. Se los dije a los jóvenes en Río de Janeiro, con esas dos cosas tiene el programa de acción.
Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global. Sé que trabajan día tras día en lo cercano, en lo concreto, en su territorio, su barrio, su lugar de trabajo: los invito también a continuar buscando esa perspectiva más amplia, que nuestros sueños vuelen alto y abarquen el todo.
De ahí que me parece importante esa propuesta que algunos me han compartido de que estos movimientos, estas experiencias de solidaridad que crecen desde abajo, desde el subsuelo del planeta, confluyan, estén más coordinadas, se vayan encontrando, como lo han hecho ustedes en estos días. Atención, nunca es bueno encorsetar el movimiento en estructuras rígidas, por eso dije encontrarse, mucho menos es bueno intentar absorberlo, dirigirlo o dominarlo; movimientos libres tiene su dinámica propia, pero sí, debemos intentar caminar juntos. Estamos en este salón, que es el salón del Sínodo viejo, ahora hay uno nuevo, y sínodo quiere decir precisamente “caminar juntos”: que éste sea un símbolo del proceso que ustedes han iniciado y que están llevando adelante.
Los movimientos populares expresan la necesidad urgente de revitalizar nuestras democracias, tantas veces secuestradas por innumerables factores. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin la participación protagónica de las grandes mayorías y ese protagonismo excede los procedimientos lógicos de la democracia formal. La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista, nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común. Y esto con ánimo constructivo, sin resentimiento, con amor.
Yo los acompaño de corazón en ese camino. Digamos juntos desde el corazón: Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ninguna persona sin la dignidad que da el trabajo.
Queridos hermanas y hermanos: sigan con su lucha, nos hacen bien a todos. Es como una bendición de humanidad. Les dejo de recuerdo, de regalo y con mi bendición, unos rosarios que fabricaron artesanos, cartoneros y trabajadores de la economía popular de América Latina.
Y en este acompañamiento rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los acompañe en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias.

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Pedir y dar perdón

Quién este libre de culpa, tire la primera piedra, dijo, Jesús en una ocasión, pues bien, en el campo de la ruptura de la Unidad, de la Iglesia, de la desunión de los cristianos, ninguno, puede lanzar la piedra

No se trata ahora, de juzgar a los que ya han sido juzgados por Dios, Único que conoce, el  fondo del corazón humano;   tampoco podemos pensar, lo que hubiera sucedido de tener lugar  en nuestra época

Lo cierto es que la Jerarquía de la Iglesia Católica, no era un dechado de virtudes, si no lo contrario, esto no lo puede ignorar nadie que sepa un poco, pero muy poco de historia, que se trataba de obligar a permanecer en la Iglesia mediante la inquisición que de santa, no tenía nada; pero es que la Jerarquía sola no compone la Iglesia

Es verdad que algunos  reformadores, lo hicieron tratando de purificar la Iglesia, y, muchas han traído cosas buenas, pero tampoco podemos olvidar cuantos católicos llevo a la hoguera, a la horca Isabel I de Inglaterra, o, los muertos por Calvino, entre ellos Miguel Servet, que se libro de la hoguera “católica”.  Pero cayo en la calvinista, lo mismo Lutero, o, sus discípulos también usaron la violencia

Y, desde luego Enrique  VIII, padre del anglicanismo, no tenía ningún deseo de reforma, si no de cambiar de cama

Pero eso es el pasado

Los católicos, hemos pedido perdón,  esperamos que ese perdón se haya aceptado, ahora es hora, de que se nos pida a nosotros

Porque somos hermanos, no hay herejes, ni papistas, ni cismáticos, sólo hay redimidos, y, salvados por Jesús

Es hora de caminar juntos, y, olvidar el pasado

Qué nos une, a, los anglicanos, católicos, reformados, protestantes, ortodoxos

Casi siempre, se nos va la vista, el oído tras lo que nos desune, lo que nos diferencia, y, que no voy a citar, porque ni ahí acertamos

Pero olvidamos lo que nos Une, y, nos une para siempre, porque nos hace miembros de Cristo, y, por ende, miembros unos de otros, y, esa unión es el Santo Bautismo, todos lo que fuimos bautizados, como dice el Apóstol, somos creaturas nuevas, todos somos miembros de Cristo; por eso el anglicano, no puede decir al católico, tú no eres miembro de Cristo, ni el católico al anglicano, o, al reformado

Todos confesamos la Fe en el Señor Jesús que murió, y, resucito por nosotros; todos confesamos la Fe en la Trinidad

No digo, que lo que nos separe, no sea importante, pero lo realmente importante, es que todos somos miembros de Cristo, todos somos hijos del Padre Dios, y, por ello, nuestro mayor pecado, es no tratarnos como hermanos

domingo, 9 de agosto de 2015

Nos une la fe en Jesús que confesamos en el credo

Nos une La Fe en Jesús que confesamos en el Credo.

¿Qué tenemos en común con los otros cristianos?

Mucho más de lo que imaginamos, tenemos en común lo más importante el bautismo, que nos hizo a la vista del Cielo hijos de Dios, todos los cristianos, Reformados,  protestantes, Anglicanos, Nuevos Católicos, Ortodoxos, Católicos, somos cristianos, somos hermanos

Nos une, La Fe en el Señor Jesús Resucitado, al que confesamos como Dios y, Hombre

Nos une la Fe en la Trinidad

Nos une el Amor a La Escritura, que es Palabra de Dios

Nos unen las verdades que confesamos en el Credo, todos creemos el mismo Credo, todos

Hay un digamos crecimiento en las verdades, una mayor comprensión, en unos, y, menor en otros, y, eso es lo que nos separa

Eso, y, el modo de entender el Papado, la Fe en la presencia de Jesús en La Eucaristía,  el modo de vivir La Comunión de los santos

El lugar que ocupa María, La Madre de Jesús, en el Plan de Salvación

Y, es mucho, pero con la ayuda de Dios, esos obstáculos se superarán, Dios hará que brille la Verdad

Pero lo importante ya estamos unidos, y, eso es mucho, y, no es obra nuestra

Si no del Espíritu Santo



martes, 7 de julio de 2015

El Papa pide perdón a los valdenses

Pido perdón por las violencias cristianas contra los Valdenses,
dijo el Papa Francisco

2015-06-22 Radio Vaticana
Visita histórica de un Pontífice a un Templo Valdense
 (RV).- En su segunda jornada en Turín, el Papa Francisco visitó la mañana del cuarto lunes de junio, a la comunidad del Templo Valdense.  En este encuentro histórico, puesto que se trata de la primera visita de un Sucesor de Pedro, el  Pontífice fue recibido por el Moderador de la Mesa Valdense, Eugenio Bernardini, el Pastor titular de esta Iglesia, Paolo Ribet, y el Presidente del Consistorio de la Iglesia Evangélica Valdense, Sergio Velluto.
Espiritualidad y fe
En efecto, el Santo Padre llegó a las 9.00 al Templo Valdense de Corso Vittorio Emanuele II procedente de la sede del Arzobispado de Turín, donde había pernoctado. En el discurso que les dirigió, el Papa Francisco comenzó con un breve recuerdo personal de sus encuentros anteriores con los amigos de esta Iglesia Evangélica del Río de la Plata, cuando era Arzobispo de Buenos Aires, de los que pudo apreciar – dijo –  “la espiritualidad y la fe” y de los que aprendió “tantas cosas buenas”.
El redescubrimiento de la fraternidad a pesar de las diferencias: una comunión en camino
De hecho, al dirigirse con gran alegría a estos queridos hermanos y hermanas, y tras agradecer la invitación recibida por los responsables de esta comunidad de Turín, el Papa dijo:
“Uno de los principales frutos que el movimiento ecuménico ya ha permitido que recojamos en estos años es el redescubrimiento de la fraternidad que une a todos aquellos que creen en Jesucristo y han sido bautizados en su nombre”.
El Obispo de Roma explicó que este lazo no está basado en criterios sencillamente humanos, sino en la participación radical de le experiencia fundante de la vida cristiana, a saber: “El encuentro con el amor de Dios que se revela  a nosotros en Jesucristo y la acción transformadora del Espíritu Santo que nos asiste en el camino de la vida”. Razón por la cual el Papa dijo:
“El redescubrimiento de semejante fraternidad nos permite captar el lazo profundo que ya nos une, a pesar de nuestras diferencias. Se trata de una comunión aún en camino – y la unidad se hace en camino – una comunión que, con la oración, con la continua conversión personal y comunitaria, y con la ayuda de los teólogos, confiados en la acción del Espíritu Santo, esperamos que pueda llegar a ser plena y visible en la verdad y en la caridad”.
La Iglesia católica pide perdón por sus culpas pasadas
Francisco explicó que “la unidad, que es fruto del Espíritu Santo no significa uniformidad”. En efecto, dijo, los hermanos están unidos por un mismo origen, “pero no son idénticos entre sí”. “Lamentablemente – afirmó el Papa – ha sucedido y sigue sucediendo que los hermanos no acepten sus diversidades y terminen por hacerse la guerra uno contra otro”.
“Reflexionando sobre la historia de nuestras relaciones, no podemos dejar de entristecernos frente a contiendas y violencias cometidas en nombre de su propia fe, y pido al Señor que nos dé la gracia de reconocernos todos pecadores y de saber perdonarnos recíprocamente”.
El Papa Francisco añadió que por iniciativa de Dios, quien jamás se resigna frente al pecado del hombre, se abren caminos nuevos para vivir nuestra fraternidad, a lo que, por otra parte, no podemos sustraernos:
“Por parte de la Iglesia católica les pido perdón. Les pido perdón por las actitudes y los comportamientos no cristianos, incluso no humanos que, en la historia, hemos tenido contra ustedes. En nombre del Señor Jesucristo, ¡perdónenos!”.
Las relaciones entre los valdenses y los católicos hoy se fundan en el respeto mutuo y en la caridad fraterna
El Papa constató con satisfacción que hoy las relaciones entre los católicos y los valdenses se fundan cada vez más “en el respeto mutuo y en la caridad fraterna”, tal como lo testimonian, por ejemplo, la traducción inter-confesional de la Biblia, los acuerdos pastorales para la celebración del matrimonio, la reciente redacción de un llamamiento conjunto contra la violencia contra las mujeres y otras iniciativas comunes.
Francisco se refirió a los muchos contactos cordiales en diversos contextos locales, donde se comparten la oración y el estudio de las Escrituras, y recordó el intercambio ecuménico de dones realizado con ocasión de la Pascua, por la Iglesia Valdense de Pinerolo y de esa Diócesis:
“La Iglesia Valdense ofreció a los católicos el vino para la celebración de la Vigilia de Pascua y la Diócesis católica ofreció a los hermanos valdenses el pan para la Santa Cena del Domingo de Pascua. Se trata de un gesto entre las dos Iglesias, que va mucho más allá de la sencilla cortesía y hace pregustar, en cierto sentido – pregustar en cierto sentido – esa unidad de la mesa eucarística que anhelamos”.
Que las diferencias no sean un obstáculo contra la colaboración en la evangelización y en las obras.
El Santo Padre subrayó que estos pasos animan a proseguir por este camino común y destacó que un primer ámbito en el que se abren amplias posibilidades de colaboración entre valdenses y católicos es el de la evangelización, mientras otro es el del servicio a la humanidad que sufre, a los pobres, a los enfermos y a los marginados.
Y tras agradecer lo que anteriormente se había dicho sobre los emigrantes, Francisco añadió:
“La elección de los pobres, de los últimos, de aquellos a quienes la sociedad excluye, nos acerca al corazón mismo de Dios, que se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza y, en consecuencia, nos acerca más unos a otros”.
Además, el Santo Padre manifestó su deseo de que las diferencias que siguen existiendo entre ambas Iglesias sobre importantes cuestiones antropológicas y éticas no deben impedir que se encuentren formas de colaboración en estos y otros ámbitos.
Y concluyó diciendo:
“Queridos hermanos y hermanas, les agradezco nuevamente este encuentro, que quisiera que nos confirmara, recíprocamente, en un nuevo modo de ser: mirando ante todo la grandeza de nuestra fe común y de nuestra vida en Cristo y en el Espíritu Santo, y, sólo después, las divergencias que aún subsisten. Les aseguro mi recuerdo en la oración y les pido, por favor, que recen por mí: tengo tanta necesidad de esto. Que el Señor nos conceda a todos su misericordia y su paz”.
Este encuentro terminó con el Canto Coral y el rezo del Padrenuestro. Posteriormente tuvo lugar, en un salón adyacente, el intercambio de dones y la entrevista con una delegación de esta Iglesia Evangélica.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

y, yo ahora me pregunto como cristiana católica, teniendo en cuenta que Juan Pablo II, también pidió perdón por los pecados de la Iglesia, de sus hijos, cuándo se nos va pedir perdón  a los cristianos católicos, por parte de los otros cristianos,  porque son muy pocas las comunidades, e Iglesias que  hayan obedecido siempre el mandato del Amor,  las persecuciones a los que no pensaban igual, se dieron en casi todos, y, donde no se vertió sangre, se excomulgo, se insulto, quién ha pedido perdón por los cristianos católicos,  o de otra confesión perseguidos por la Iglesia Anglicana, por la ortodoxa,  por la luterana, etc,  y, no me salgo de las Iglesias, y, Comunidades Cristianas

por eso aquí, no estoy con Francisco, yo, ningún perdón que pedir a los Valdenses, comunidad que considero muy poco cristiana, porque como todo el mundo sabe,  creera mucho en  La Biblia, teóricamente,  pero defiende el matrimonio  homosexual,  y, defiende el aborto criminal muchas veces, como un derecho, cuando nadie tiene derecho a matar, y, el matrimonio es  "hombre mujer", como revela, el Génesis

Tal vez, el Papa Francisco, a veces debiera pensar un poco sus gestos, de cualquier modo, sigo viendo en Él, al representante de Jesús de Nazaret,  y, a un Papa estupendo, aunque en este caso, no este de acuerdo, tengo a los valdenses en mi oración, pero de nada les debo pedir perdón

sábado, 20 de junio de 2015

POR LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD

VATICAN INFORMATION SERVICE .- AÑO XXIV - N° 216
FECHA 02-12-2014
Sumario:
- Los líderes religiosos reunidos en el Vaticano para la abolición de la esclavitud
- Declaración de los líderes religiosos para la abolición de la esclavitud
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Los líderes religiosos reunidos en el Vaticano para la abolición de la esclavitud
Ciudad del Vaticano, 2 de diciembre 2014 (VIS).- Por primera vez en la historia los líderes de las religiones más grandes del mundo se han reunido esta mañana en el Vaticano con el objetivo de terminar con la esclavitud. Hoy Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, ha tenido lugar en la sede de la Academia Pontificia de las Ciencias en la Casina Pío IV en el Vaticano la ceremonia de la firma de la Declaración de los Líderes Religiosos contra la esclavitud. Este acto solemne sigue al acuerdo firmado el 17 de marzo en el Vaticano, que estableció el Global Freedom Network para erradicar - de aquí al 2020 - las formas modernas de la esclavitud y la trata de personas. Con el Santo Padre Francisco han firmado eminentes representantes ortodoxos, anglicanos, Judíos, musulmanes, budistas e hindúes.
A continuación publicamos el texto del discurso pronunciado por Francisco que comenzó agradeciendo a todos los líderes religiosos su compromiso en favor de los sobrevivientes de la trata de personas y a todos los presentes por su intensa participación en un acto de fraternidad “especialmente para con los más sufridos de nuestros hermanos”:
Texto del discurso del Papa Francisco completo
“Inspirados por nuestras confesiones de fe hoy nos hemos reunido con motivo de una iniciativa histórica y de una acción concreta: Declarar que trabajaremos juntos para erradicar el terrible flagelo de la esclavitud moderna en todas sus formas. La explotación física, económica, sexual y psicológica de hombres, mujeres y niños y niñas actualmente encadena a decenas de millones de personas a la deshumanización y a la humillación”.
Cada ser humano, hombre, mujer, niño, niña es imagen de Dios, Dios es Amor y libertad que se dona en relaciones interpersonales, así cada ser humano es una persona libre destinada a existir para el bien de otros en igualdad y fraternidad. Cada una, y todas las personas, son iguales y se les debe reconocer la misma libertad y la misma dignidad. Cualquier relación discriminante que no respete la convicción fundamental que el otro es como uno mismo constituye un delito, y tantas veces un delito aberrante”.
Por eso, declaramos en nombre de todos y de cada uno de nuestros credos que la esclavitud moderna, en término de trata de personas, trabajo forzado, prostitución, explotación de órganos, es un crimen de lesa humanidad. Sus víctimas son de toda condición, pero las más veces se hayan entre los más pobres y vulnerables de nuestros hermanos y hermanas. En nombre de ellos y ellas que están llamando a la acción a nuestras comunidades de fe y sin excepción rechazan completamente toda privación sistemática de la libertad individual con fines de explotación personal o comercial, en nombre de ellos hacemos esta declaración”.
A pesar de los grandes esfuerzos de muchos, la esclavitud moderna sigue siendo un flagelo atroz que está presente a gran escala en todo el mundo, incluso como turismo. Este crimen de lesa humanidad se enmascara en aparentes costumbres aceptadas pero en realidad hace sus víctimas en la prostitución, la trata de personas, el trabajo forzado, el trabajo esclavo, la mutilación, la venta de órganos, el mal uso de la droga, el trabajo de niños. Se oculta tras puertas cerradas, en domicilios particulares, en las calles, en automóviles, en fábricas, en campos, en barcos pesqueros y en muchas otras partes. Y esto ocurre tanto en ciudades como en aldeas, en las villas de emergencia de las naciones más ricas y más pobres del mundo. Y lo peor, es que tal situación, desgraciadamente, se agrava cada día más”.
Llamamos a la acción a todas las personas de fe y a sus líderes, a los Gobiernos y a las empresas, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que brinden su apoyo férreo y se sumen al movimiento contra de la esclavitud moderna, en todas sus formas. Sostenidos por los ideales de nuestras confesiones de fe y nuestros valores humanos compartidos, todos podemos y debemos levantar el estandarte de los valores espirituales, el esfuerzo mancomunado, la visión liberadora para erradicar la esclavitud de nuestro planeta. Pido al Señor nos conceda hoy la gracia de convertirnos nosotros mismos en el prójimo de cada persona, sin excepción, y de brindarle ayuda activamente siempre que se cruce en nuestro camino, se trate ya de un anciano abandonado por todos, un trabajador injustamente esclavizado y despreciado, una refugiada o refugiado atrapado por los lazos de la mala vida, un joven o una joven que camine por las calles del mundo víctima del comercio sexual, un hombre o una mujer prostituida con engaños por gente sin temor de Dios, un niño o una niña mutilada de sus órganos, que llaman nuestras conciencias haciendo eco de la voz del Señor: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con uno de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.
Queridos amigos, gracias por esta reunión, gracias por este compromiso transversal que nos compromete a todos. Todos somos reflejo de la imagen de Dios y estamos convencidos que no podemos tolerar que la imagen del Dios vivo sea sometida a la trata más aberrante”.

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Declaración de los líderes religiosos para la abolición de la esclavitud
Ciudad del Vaticano, 2 de diciembre 2014.-
Sigue el texto de la Declaración de los Líderes Religiosos contra la esclavitud firmada esta mañana en la Academia Pontificia de las Ciencias y el nombre de los firmantes junto con las respectivas religiones:
“Los aquí firmantes estamos reunidos hoy aquí en pro de una iniciativa histórica, que tiene por objeto inspirar a todos los credos y a las personas de buena voluntad de todo el mundo a llevar adelante acciones tanto espirituales como prácticas con el fin de llegar al año 2020 habiendo erradicado las formas modernas de esclavitud de una vez y para siempre y en todo el Planeta.
A los ojos de Dios* cada ser humano, sea niña, niño, mujer o hombre, es una persona libre, y está destinado a existir para el bien de todos en igualdad y fraternidad. Las formas modernas de esclavitud, tales como la trata de personas, el trabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos, y toda relación que no respete la convicción fundamental de que todas las personas son iguales y tienen la misma libertad y la misma dignidad, constituye un delito grave de lesa humanidad.
Nos comprometemos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance dentro de nuestras comunidades de fe y más allá de ellas para trabajar juntos, en pro de la libertad de todos los que son víctimas de la esclavitud y la trata de personas, y en aras de la recuperación de su futuro. Hoy contamos con la posibilidad de poner nuestra conciencia, nuestra sabiduría, nuestra innovación y nuestra tecnología al servicio de la concreción de este imperativo humano y moral”.
*El Gran Imán de al-Azhar utiliza el término ‘religiones’.
-Catolicismo: El Papa Francisco
-Hinduismo: Su Santidad Mata Amritanandamayi (Amma)
-Budismo: Venerable Bhikkhuni Thich Nu Chan Khong, en representación del Maestro Zen Thich Nhat Hanh (Tailandia); Venerable Datuk K Sri Dhammaratana, Sumo Sacerdote de Malasia.
-Judaísmo: Rabino Abraham Skorka y Rabino Jefe David Rosen KSG, CBE.
-Ortodoxia: Su Eminencia Emmanuel, Metropolitano de Francia (en representación del Patriarca Ecuménico Bartolomé)
-Islam: Abbas Abdalla Abbas Soliman, (Subsecretario de Estado de Al Azhar Alsharif) en representación de Mohamed Ahmed El-Tayeb, Gran Imán de Al Azhar; el Gran Ayatolá Mohammad Taqi al-Modarresi; el Jeque Naziyah Razzaq Jaafar, Consejero especial del Grand Ayatolá ,en representación del Gran Ayatolá el Jeque Basheer Hussain al Najafi; el Jeque Omar Abboud.
-Anglicanismo: Su Gracia Justin Welby, arzobispo de Canterbury.

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