sábado, 20 de junio de 2015

POR LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD

VATICAN INFORMATION SERVICE .- AÑO XXIV - N° 216
FECHA 02-12-2014
Sumario:
- Los líderes religiosos reunidos en el Vaticano para la abolición de la esclavitud
- Declaración de los líderes religiosos para la abolición de la esclavitud
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Los líderes religiosos reunidos en el Vaticano para la abolición de la esclavitud
Ciudad del Vaticano, 2 de diciembre 2014 (VIS).- Por primera vez en la historia los líderes de las religiones más grandes del mundo se han reunido esta mañana en el Vaticano con el objetivo de terminar con la esclavitud. Hoy Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, ha tenido lugar en la sede de la Academia Pontificia de las Ciencias en la Casina Pío IV en el Vaticano la ceremonia de la firma de la Declaración de los Líderes Religiosos contra la esclavitud. Este acto solemne sigue al acuerdo firmado el 17 de marzo en el Vaticano, que estableció el Global Freedom Network para erradicar - de aquí al 2020 - las formas modernas de la esclavitud y la trata de personas. Con el Santo Padre Francisco han firmado eminentes representantes ortodoxos, anglicanos, Judíos, musulmanes, budistas e hindúes.
A continuación publicamos el texto del discurso pronunciado por Francisco que comenzó agradeciendo a todos los líderes religiosos su compromiso en favor de los sobrevivientes de la trata de personas y a todos los presentes por su intensa participación en un acto de fraternidad “especialmente para con los más sufridos de nuestros hermanos”:
Texto del discurso del Papa Francisco completo
“Inspirados por nuestras confesiones de fe hoy nos hemos reunido con motivo de una iniciativa histórica y de una acción concreta: Declarar que trabajaremos juntos para erradicar el terrible flagelo de la esclavitud moderna en todas sus formas. La explotación física, económica, sexual y psicológica de hombres, mujeres y niños y niñas actualmente encadena a decenas de millones de personas a la deshumanización y a la humillación”.
Cada ser humano, hombre, mujer, niño, niña es imagen de Dios, Dios es Amor y libertad que se dona en relaciones interpersonales, así cada ser humano es una persona libre destinada a existir para el bien de otros en igualdad y fraternidad. Cada una, y todas las personas, son iguales y se les debe reconocer la misma libertad y la misma dignidad. Cualquier relación discriminante que no respete la convicción fundamental que el otro es como uno mismo constituye un delito, y tantas veces un delito aberrante”.
Por eso, declaramos en nombre de todos y de cada uno de nuestros credos que la esclavitud moderna, en término de trata de personas, trabajo forzado, prostitución, explotación de órganos, es un crimen de lesa humanidad. Sus víctimas son de toda condición, pero las más veces se hayan entre los más pobres y vulnerables de nuestros hermanos y hermanas. En nombre de ellos y ellas que están llamando a la acción a nuestras comunidades de fe y sin excepción rechazan completamente toda privación sistemática de la libertad individual con fines de explotación personal o comercial, en nombre de ellos hacemos esta declaración”.
A pesar de los grandes esfuerzos de muchos, la esclavitud moderna sigue siendo un flagelo atroz que está presente a gran escala en todo el mundo, incluso como turismo. Este crimen de lesa humanidad se enmascara en aparentes costumbres aceptadas pero en realidad hace sus víctimas en la prostitución, la trata de personas, el trabajo forzado, el trabajo esclavo, la mutilación, la venta de órganos, el mal uso de la droga, el trabajo de niños. Se oculta tras puertas cerradas, en domicilios particulares, en las calles, en automóviles, en fábricas, en campos, en barcos pesqueros y en muchas otras partes. Y esto ocurre tanto en ciudades como en aldeas, en las villas de emergencia de las naciones más ricas y más pobres del mundo. Y lo peor, es que tal situación, desgraciadamente, se agrava cada día más”.
Llamamos a la acción a todas las personas de fe y a sus líderes, a los Gobiernos y a las empresas, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que brinden su apoyo férreo y se sumen al movimiento contra de la esclavitud moderna, en todas sus formas. Sostenidos por los ideales de nuestras confesiones de fe y nuestros valores humanos compartidos, todos podemos y debemos levantar el estandarte de los valores espirituales, el esfuerzo mancomunado, la visión liberadora para erradicar la esclavitud de nuestro planeta. Pido al Señor nos conceda hoy la gracia de convertirnos nosotros mismos en el prójimo de cada persona, sin excepción, y de brindarle ayuda activamente siempre que se cruce en nuestro camino, se trate ya de un anciano abandonado por todos, un trabajador injustamente esclavizado y despreciado, una refugiada o refugiado atrapado por los lazos de la mala vida, un joven o una joven que camine por las calles del mundo víctima del comercio sexual, un hombre o una mujer prostituida con engaños por gente sin temor de Dios, un niño o una niña mutilada de sus órganos, que llaman nuestras conciencias haciendo eco de la voz del Señor: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con uno de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.
Queridos amigos, gracias por esta reunión, gracias por este compromiso transversal que nos compromete a todos. Todos somos reflejo de la imagen de Dios y estamos convencidos que no podemos tolerar que la imagen del Dios vivo sea sometida a la trata más aberrante”.

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Declaración de los líderes religiosos para la abolición de la esclavitud
Ciudad del Vaticano, 2 de diciembre 2014.-
Sigue el texto de la Declaración de los Líderes Religiosos contra la esclavitud firmada esta mañana en la Academia Pontificia de las Ciencias y el nombre de los firmantes junto con las respectivas religiones:
“Los aquí firmantes estamos reunidos hoy aquí en pro de una iniciativa histórica, que tiene por objeto inspirar a todos los credos y a las personas de buena voluntad de todo el mundo a llevar adelante acciones tanto espirituales como prácticas con el fin de llegar al año 2020 habiendo erradicado las formas modernas de esclavitud de una vez y para siempre y en todo el Planeta.
A los ojos de Dios* cada ser humano, sea niña, niño, mujer o hombre, es una persona libre, y está destinado a existir para el bien de todos en igualdad y fraternidad. Las formas modernas de esclavitud, tales como la trata de personas, el trabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos, y toda relación que no respete la convicción fundamental de que todas las personas son iguales y tienen la misma libertad y la misma dignidad, constituye un delito grave de lesa humanidad.
Nos comprometemos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance dentro de nuestras comunidades de fe y más allá de ellas para trabajar juntos, en pro de la libertad de todos los que son víctimas de la esclavitud y la trata de personas, y en aras de la recuperación de su futuro. Hoy contamos con la posibilidad de poner nuestra conciencia, nuestra sabiduría, nuestra innovación y nuestra tecnología al servicio de la concreción de este imperativo humano y moral”.
*El Gran Imán de al-Azhar utiliza el término ‘religiones’.
-Catolicismo: El Papa Francisco
-Hinduismo: Su Santidad Mata Amritanandamayi (Amma)
-Budismo: Venerable Bhikkhuni Thich Nu Chan Khong, en representación del Maestro Zen Thich Nhat Hanh (Tailandia); Venerable Datuk K Sri Dhammaratana, Sumo Sacerdote de Malasia.
-Judaísmo: Rabino Abraham Skorka y Rabino Jefe David Rosen KSG, CBE.
-Ortodoxia: Su Eminencia Emmanuel, Metropolitano de Francia (en representación del Patriarca Ecuménico Bartolomé)
-Islam: Abbas Abdalla Abbas Soliman, (Subsecretario de Estado de Al Azhar Alsharif) en representación de Mohamed Ahmed El-Tayeb, Gran Imán de Al Azhar; el Gran Ayatolá Mohammad Taqi al-Modarresi; el Jeque Naziyah Razzaq Jaafar, Consejero especial del Grand Ayatolá ,en representación del Gran Ayatolá el Jeque Basheer Hussain al Najafi; el Jeque Omar Abboud.
-Anglicanismo: Su Gracia Justin Welby, arzobispo de Canterbury.

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miércoles, 17 de junio de 2015

El Papa Francisco a la FAO: “Alimento necesario para todos, sin exclusiones"




2015-06-11 Radio Vaticana
(RV).- “El acceso al alimento necesario es un derecho para todos y no permite exclusiones”, lo afirmó el Papa Francisco en su discurso a los Participantes de la 39° Sesión de la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, a quienes recibió en Audiencia en la Sala Clementina del Vaticano.
En su discurso, el Pontífice recordó su participación en la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición – el pasado 20 de noviembre de 2014 –, en la que exhortó a los Estados a encontrar soluciones y recursos para hacer frente a este problema.
(RM - RV)
Texto y Audio completo del discurso del Papa Francisco

Señor Presidente, Señores Ministros,
Señor Director General,
Distinguidos Representantes Permanentes,
Señoras y Señores,
¡Buenos Días!
1. Me alegra acogerlos mientras participan en la 39 Conferencia de la FAO, continuando así una larga tradición. Dirijo un cordial saludo a usted, señor Presidente, La Mamea Ropati, a los representantes de las diferentes Naciones y Organizaciones que están presentes y al Director General, el profesor José Graziano da Silva.
Todavía tengo vivo el recuerdo de la participación en la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición (el 20 noviembre 2014), que ha emplazado a los Estados a encontrar soluciones y recursos. Espero que aquella decisión no se quede sólo en el papel o en las intenciones que guiaron las negociaciones, sino que prevalezca decididamente la responsabilidad de responder concretamente a los hambrientos y a todos los que esperan del desarrollo agrícola una respuesta a su situación.
Ante la miseria de muchos de nuestros hermanos y hermanas, a veces pienso que el tema del hambre y del desarrollo agrícola se ha convertido hoy en uno de los tantos problemas en este tiempo de crisis. Y, sin embargo, vemos crecer por doquier el número de personas con dificultades para acceder a comidas regulares y saludables. Pero, en vez de actuar, preferimos delegar, y delegar a todos los niveles. Y pensamos que alguien habrá que se ocupe, tal vez otro país, o aquel gobierno, aquella Organización internacional. Nuestra tendencia a «desertar» ante cuestiones difíciles es humana, aunque luego no faltemos a una reunión, a una conferencia, a la redacción de un documento. Por el contrario, debemos responder al imperativo de que el acceso al alimento necesario es un derecho para todos. Los derechos no permiten exclusiones.
No basta señalar el punto de la situación de la nutrición en el mundo, aunque es necesario actualizar los datos, porque nos muestran la dura realidad. Ciertamente, puede consolarnos el saber que aquellos mil doscientos millones de hambrientos en 1992 se ha reducido, aun cuando crece la población mundial. No obstante, de poco sirve tener en cuenta los números o incluso proyectar una serie de compromisos concretos y de recomendaciones que han de aplicar las políticas y las inversiones, si descuidamos la obligación de «erradicar el hambre y prevenir todas las formas de malnutrición en todo el mundo» (FAO-OMS, Declaración de Roma sobre la Nutrición, noviembre 2014, 15a).
2. Preocupan mucho las estadísticas sobre los residuos: en esta partida se incluye un tercio de los alimentos producidos. E inquieta saber que una buena cantidad de los productos agrícolas se utiliza para otros fines, tal vez fines buenos, pero que no son la necesidad inmediata de quien pasa hambre. Preguntémonos entonces, ¿qué podemos hacer? Más aún, ¿qué es lo que ya yo estoy haciendo?
Reducir los residuos es esencial, así como reflexionar sobre el uso no alimentario de los productos agrícolas, que se utilizan en grandes cantidades para la alimentación animal o para producir biocombustibles. Ciertamente, hay que garantizar condiciones ambientales cada vez más sanas, pero ¿podemos seguir haciéndolo excluyendo a alguien? Se ha de sensibilizar a todos los países sobre el tipo de nutrición adoptada, y esto varía dependiendo de las latitudes. En el Sur del mundo se ha de poner la atención en la cantidad de alimentos suficiente para garantizar una población en crecimiento, en el Norte, el punto central es la calidad de la nutrición y de los alimentos. Pero, tanto en la calidad como en la cantidad, pesa la situación de inseguridad determinada por el clima, por el aumento de la demanda y la incertidumbre de los precios.
Intentemos, por tanto, asumir con mayor decisión el compromiso de modificar los estilos de vida, y tal vez necesitemos menos recursos. La sobriedad no se opone al desarrollo, más aún, ahora se ve claro que se ha convertido en una condición para el mismo. Para la FAO, esto también significa proseguir en la descentralización, para estar en el medio del mundo rural y entender las necesidades de la gente que la Organización está llamada a servir.
Preguntémonos además: ¿Cuánto incide el mercado con sus reglas sobre el hambre en el mundo? De los estudios que ustedes realizan, resulta que desde 2008 el precio de los alimentos ha cambiado su tendencia: duplicado, después estabilizado, pero siempre con valores altos respecto al período precedente. Precios tan volátiles impiden a los más pobres hacer planes o contar con una nutrición mínima. Las causas son muchas. Nos preocupa justamente el cambio climático, pero no podemos olvidar la especulación financiera: un ejemplo son los precios del trigo, el arroz, el maíz, la soja, que oscilan en las bolsas, a veces vinculados a fondos de renta y, por tanto, cuanto mayor sea su precio más gana el fondo. También aquí, tratemos de seguir otro camino, convenciéndonos de que los productos de la tierra tienen un valor que podemos decir «sacro», ya que son el fruto del trabajo cotidiano de personas, familias, comunidades de agricultores. Un trabajo a menudo dominado por incertidumbres, preocupaciones por las condiciones climáticas, ansiedades por la posible destrucción de la cosecha.
En la finalidad de la FAO, el desarrollo agrícola incluye el trabajo de la tierra, la pesca, la ganadería, los bosques. Es preciso que este desarrollo esté en el centro de la actividad económica, distinguiendo bien las diferentes necesidades de los agricultores, ganaderos, pescadores y quienes trabajan en los bosques. El primado del desarrollo agrícola: he aquí el segundo objetivo. Para los objetivos de la FAO, esto significa apoyar una resilience efectiva, reforzando de modo específico la capacidad de las poblaciones para hacer frente a las crisis – naturales o provocadas por la acción humana – y prestando atención a las diferentes exigencias. Así será posible perseguir un nivel de vida digno.
3. En este compromiso quedan otros puntos críticos. En primer lugar, parece difícil aceptar una resignación genérica, el desinterés y hasta la ausencia de tantos, incluso los Estados. A veces se tiene la sensación de que el hambre es un tema impopular, un problema insoluble, que no encuentra soluciones dentro de un mandato legislativo o presidencial y, por tanto, no garantiza consensos. Las razones que llevan a limitar aportes de ideas, tecnología, expertise y financiación residen en la falta de voluntad para asumir compromisos vinculantes, ya que nos escudamos tras la cuestión de la crisis económica mundial y la idea de que en todos los países hay hambre: «Si hay hambrientos en mi territorio, ¿cómo puedo pensar en destinar fondos para la cooperación internacional?». Pero así se olvida que, si en un país la pobreza es un problema social al que pueden darse soluciones, en otros contextos es un problema estructural y no bastan sólo las políticas sociales para afrontarla. Esta actitud puede cambiar si reponemos en el corazón de las relaciones internacionales la solidaridad, trasponiéndola del vocabulario a las opciones de la política: la política del otro. Si todos los Estados miembros trabajan por el otro, los consensos para la acción de la FAO no tardarán en llegar y, más aún, se redescubrirá su función originaria, ese «fiat panis» que figura en su emblema.
Pienso también en la educación de las personas para una correcta dieta alimenticia. En mis encuentros cotidianos con Obispos de tantas partes del mundo, con personajes políticos, responsables económicos, académicos, percibo cada vez más que hoy también la educación nutricional tiene diferentes variantes. Sabemos que en Occidente el problema es el alto consumo y los residuos. En el Sur, sin embargo, para asegurar el alimento, es necesario fomentar la producción local que, en muchos países con «hambre crónica», es sustituida por remesas provenientes del exterior y tal vez inicialmente a través de ayudas. Pero las ayudas de emergencia no bastan, y no siempre llegan a las manos adecuadas. Así se crea dependencia de los grandes productores y, si el país carece de los medios económicos necesarios, entonces la población termina por no alimentarse y el hambre crece.
El cambio climático nos hace pensar también al desplazamiento forzado de poblaciones y a tantas tragedias humanitarias por falta de recursos, a partir de agua, que ya es objeto de conflictos, que previsiblemente aumentarán. No basta afirmar que hay un derecho al agua sin esforzarse por lograr un consumo sostenible de este bien y eliminar cualquier derroche. El agua sigue siendo un símbolo que los ritos de muchas religiones y culturas utilizan para indicar pertenencia, purificación y conversión interior. A partir de este valor simbólico, la FAO puede contribuir a revisar los modelos de comportamiento para asegurar, ahora y en el futuro, que todos puedan tener acceso al agua indispensable para sus necesidades y para las actividades agrícolas. Viene a la mente aquel pasaje de la Escritura que invita a no abandonar la «fuente de agua viva para cavarse cisternas, cisternas agrietadas que no retienen agua» (Jr 2,13): una advertencia para decir que las soluciones técnicas son inútiles si olvidan la centralidad de la persona humana, que es la medida de todo derecho.
Además del agua, también el uso de los terrenos sigue siendo un problema serio. Preocupa cada vez más el acaparamiento de las tierras de cultivo por parte de empresas transnacionales y Estados, que no sólo priva a los agricultores de un bien esencial, sino que afecta directamente a la soberanía de los países. Ya son muchas las regiones en las que los alimentos producidos van a países extranjeros y la población local se empobrece por partida doble, porque no tiene ni alimentos ni tierra. Y ¿qué decir de las mujeres que en muchas zonas no pueden poseer la tierra que trabajan, con una desigualdad de derechos que impide la serenidad de la vida familiar, porque se corre el peligro de perder el campo de un momento a otro? Sin embargo, sabemos que la producción mundial de alimentos es en su mayor parte obra de haciendas familiares. Por eso es importante que la FAO refuerce la asociación y los proyectos en favor de las empresas familiares, y estimule a los Estados a regular equitativamente el uso y la propiedad de la tierra. Esto podrá contribuir a eliminar las desigualdades, ahora en el centro de la atención internacional.
4. La seguridad alimentaria ha de lograrse aunque los pueblos sean diferentes por localización geográfica, condiciones económicas o culturas alimenticias. Trabajemos para armonizar las diferencias y unir esfuerzos y, así, ya no leeremos que la seguridad alimentaria para el Norte significa eliminar grasas y favorecer el movimiento y que, para el Sur, consiste en obtener al menos una comida al día.
Debemos partir de nuestra vida cotidiana si queremos cambiar los estilos de vida, conscientes de que nuestros pequeños gestos pueden asegurar la sostenibilidad y el futuro de la familia humana. Y sigamos luego la lucha contra el hambre sin segundas intenciones. Las proyecciones de la FAO dicen que para el año 2050, con nueve mil millones de personas en el planeta, la producción tiene que aumentar e incluso duplicarse. En lugar de dejarse impresionar ante los datos, modifiquemos nuestra relación de hoy con los recursos naturales, el uso del suelo; modifiquemos el consumo, sin caer en la esclavitud del consumismo; eliminemos el derroche y así venceremos el hambre.
La Iglesia, con sus instituciones e iniciativas camina con ustedes, consciente de que los recursos del planeta son limitados y su uso sostenible es absolutamente urgente para el desarrollo agrícola y alimentario. Por eso se compromete a favorecer ese cambio de actitud necesario para el bien de las generaciones futuras. Que el Todopoderoso bendiga el trabajo de ustedes.
(from Vatican Radio)

lunes, 15 de junio de 2015

Beatificación de Monseñor Romero

LA BEATIFICACIÓN DE MONS. ROMERO
Llamado a la conversión pastoral
REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
2015-06-02 Radio Vaticana

La beatificación de Mons. Romero no es una cosa más del pontificado de Francisco. Entiendo que Mons. Romero encarna lo que el Papa concibe como Pastor y como agente pastoral de una “Iglesia en salida”.
Aunque la beatificación implica el culto de veneración en la diócesis, gracias a la globalización y simultaneidad de la comunicación, este obispo mártir es, desde hace tiempo y ahora mucho más, modelo universal de obispo. Es modelo universal de sacerdote, en el marco de lo que la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano plantea en el concepto de  “conversión pastoral”. Un concepto clave de Aparecida, donde Bergoglio fue protagonista y que como Papa instaló ahora en la Iglesia Universal, expresamente con Evangelli Gaudium. El magisterio de gestos y palabras de Francisco apunta decididamente a la “conversión pastoral” de obispos y discípulos-misioneros, con el testimonio personal radical de Francisco, que en el caso de Romero llega al martirio, al sacrificio cruento, como el mismo Jesús de Nazaret.
Tanto Romero como Francisco nos dicen con gestos y palabras que hay que salir de sí para servir al Pueblo sufriente como el Buen Pastor del Evangelio; que hay que llegarse hasta llagarse en el encuentro con el otro, ofreciendo el cuerpo, el alma, la vida. Solo así se puede vivir la alegría del evangelio.
Pienso que una de las cosas que cuesta entender, es esta radicalidad de la propuesta de Francisco Papa, pero -como el mismo llamado de Jesús a la conversión, a su seguimiento- se trata de una invitación hecha con el ejemplo extremo. Cada uno de nosotros tiene que discernir qué es lo que me pide Jesús hoy a mí frente al sufrimiento de su Pueblo.
De cualquier modo, el martirio de Romero y el testimonio de Francisco de identidad, pertenencia y compromiso con el Pueblo de Dios, es todo lo contrario al silencio cómplice de aquellos obispos y sacerdotes que por comodidad, por mundanidad o miedo, no vivimos plenamente la vocación. No quiere decir que Romero no tuvo miedo, pero venció el miedo con la fe, con la confianza en Dios, con la obediencia amorosa a la misión recibida. Francisco en el mensaje por la beatificación de Romero dice: “damos gracias a Dios porque Dios le concedió al Obispo mártir la gracia de ver y oír el sufrimiento de su Pueblo…”.
Por aquí pasa este misterio tremendo y fascinante de lo que llaman “la pasión de Dios por el hombre”; por aquí pasa “la conversión pastoral” por la que Francisco reza y trabaja. Y que resulta para todos una invitación porque Dios es misericordioso y no se cansa de perdonar.
(from Vatican Radio)

viaje apostólico de Papa Francisco a Sarajevo

VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A SARAJEVO (BOSNIA Y HERZEGOVINA)
1. ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Sábado 6 de junio de 2015
Señores Miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina

Señor Presidente de turno, Miembros del Cuerpo Diplomático
Queridos hermanos y hermanas:
Agradezco de corazón a los miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina por su amable acogida, y de modo particular al Señor Presidente de turno Mladen Ivanić por el cordial saludo que, en nombre de todos, me ha dirigido. Es para mí un motivo de alegría encontrarme en esta ciudad, que ha sufrido tanto a causa de los sangrientos conflictos del siglo pasado, y vuelve a ser un lugar de diálogo y de convivencia pacífica. Ha pasado de una cultura de la confrontación, de la guerra, a una cultura del encuentro.
Sarajevo, así como Bosnia y Herzegovina, tienen un significado especial para Europa y el mundo entero. En estos territorios hay comunidades que, desde hace siglos, profesan religiones diferentes y pertenecen a etnias y culturas distintas, cada una con sus características peculiares y orgullosa de sus tradiciones específicas, lo que no ha sido obstáculo para que durante mucho tiempo hayan tenido relaciones de mutua amistad y cordialidad.
Incluso en la misma estructura arquitectónica de Sarajevo se encuentran huellas visibles y permanentes de esas relaciones, ya que en su tejido urbano, a poca distancia unas de otras, surgen sinagogas, iglesias y mezquitas, de tal modo que la ciudad recibió el nombre de la “Jerusalén de Europa”. Representa en efecto una encrucijada de culturas, naciones y religiones; y ese papel requiere que se construyan siempre nuevos puentes, que se sane y restaure los ya existentes, de modo que se asegure una  comunicación fluida, segura y civil.
Tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de valorar lo que nos une y ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de todos. Se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás.
Así, es posible también curar las graves heridas del pasado reciente, y mirar hacia el futuro con esperanza, enfrentándose con el corazón libre de temores y rencores a los problemas cotidianos que toda comunidad civilizada ha de afrontar.
Dieciocho años después de la visita histórica de san Juan Pablo II, que tuvo lugar casi dos años después de la firma de los Acuerdos de Paz de Dayton, vengo como peregrino de la paz y el diálogo. Me complace ver los progresos realizados, que debemos agradecer al Señor y a tantas personas de buena voluntad. Sin embargo, es importante no contentarse con lo ya logrado, sino procurar que se adopten nuevas medidas para fortalecer la confianza y crear oportunidades para que aumente la comprensión y el respeto mutuos. Para facilitar este proceso se requiere la cercanía –¡la cercanía!– y colaboración de la Comunidad internacional, en particular de la Unión Europea, y de todos los países y organizaciones presentes y activas en el territorio de Bosnia y Herzegovina.
Bosnia y Herzegovina forma parte de Europa; sus logros y sus dramas se insertan de lleno en la historia de los éxitos y dramas de Europa, y al mismo tiempo son un serio llamamiento a hacer todo lo posible para que el proceso de paz comenzado sea cada vez más sólido e irreversible.
En esta tierra, la paz y la concordia entre croatas, serbios y bosnios, así como las iniciativas encaminadas a su fortalecimiento, las relaciones cordiales y fraternas entre musulmanes, judíos, cristianos y otras minorías religiosas, tienen una importancia que va más allá de sus fronteras. Testimonian ante el mundo que la colaboración entre los diversos grupos étnicos y religiones para el bien común es posible, que se puede dar una pluralidad de culturas y tradiciones que contribuyan a encontrar soluciones originales y eficaces a los problemas, que incluso las heridas más profundas pueden ser curadas a través de un proceso que purifique la memoria y dé esperanza para el futuro. Hoy, he visto esta esperanza en los niños que he saludado en el aeropuerto –musulmanes, ortodoxos, judíos, católicos y otras minorías– todos juntos, ¡alegres! ¡Esta es la esperanza! Apostemos por ella.
Para oponernos con éxito a la barbarie de los que toman ocasión y pretexto de cualquier diferencia para una violencia cada vez más brutal, tenemos que reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los cuales podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio.
Los responsables políticos están llamados a la noble tarea de ser los primeros servidores de sus comunidades con una actividad que proteja en primer lugar los derechos fundamentales de la persona humana, entre los que destaca el de la libertad religiosa. De ese modo, será posible construir, con un compromiso concreto, una sociedad más pacífica y justa, para que con la ayuda de todos se encuentre solución a los múltiples problemas de la vida cotidiana del pueblo.
Para ello, es indispensable que todos los ciudadanos sean iguales ante la ley y su aplicación, independientemente de su origen étnico, religioso y geográfico: así todos y cada uno se sentirán plenamente participes de la vida pública y, disfrutando de los mismos derechos, podrán dar su contribución específica al bien común.
Excelentísimos señores y señoras:
La Iglesia católica, a través de la oración y la acción de sus fieles y de sus instituciones, participa en el trabajo de reconstrucción material y moral de Bosnia y Herzegovina, compartiendo sus alegrías y preocupaciones, deseosa de manifestar con decisión su cercanía especial con los pobres y necesitados, inspirada por la enseñanza y el ejemplo de su divino Maestro, Jesús.
La Santa Sede se alegra por todo el camino recorrido en estos años y asegura su compromiso de seguir promoviendo la cooperación, el diálogo y la solidaridad, a sabiendas de que, en una convivencia civil y ordenada,  la paz y la escucha mutua son condiciones indispensables para un desarrollo auténtico y permanente. Espera fervientemente que, con la ayuda de todos y después de que las nubes oscuras de la tormenta han desaparecido finalmente, Bosnia y Herzegovina pueda proceder en el camino emprendido, para que después del frío invierno florezca la primavera. Y aquí se ve florecer la primavera.
Con estos sentimientos, imploro del Altísimo paz y prosperidad para Sarajevo y para toda Bosnia y Herzegovina. Gracias.

2. SANTA MISA-HOMILÍA DEL SANTO PADRE
Estadio Koševo
Sábado 6 de junio de 2015
Queridos hermanos y hermanas:
En las lecturas bíblicas que hemos escuchado ha resonado varias veces la palabra «paz». Palabra profética por excelencia. Paz es el sueño de Dios, es el proyecto de Dios para la humanidad, para la historia, con toda la creación. Y es un proyecto que encuentra siempre oposición por parte del hombre y por parte del maligno. También en nuestro tiempo, el deseo de paz y el compromiso por construirla contrastan con el hecho de que en el mundo existen numerosos conflictos armados. Es una especie de tercera guerra mundial combatida «por partes»; y, en el contexto de la comunicación global, se percibe un clima de guerra.
Hay quien este clima lo quiere crear y fomentar deliberadamente, en particular los que buscan la confrontación entre las distintas culturas y civilizaciones, y también cuantos especulan con las guerras para vender armas. Pero la guerra significa niños, mujeres y ancianos en campos de refugiados; significa desplazamientos forzados; significa casas, calles, fábricas destruidas; significa, sobre todo, vidas truncadas. Vosotros lo sabéis bien, por haberlo experimentado precisamente aquí, cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanos y hermanas, se eleva una vez más desde esta ciudad el grito del pueblo de Dios y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad: ¡Nunca más la guerra!
Dentro de este clima de guerra, como un rayo de sol que atraviesa las nubes, resuena la palabra de Jesús en el Evangelio: «Bienaventurados los constructores de paz» (Mt 5,9). Es una llamada siempre actual, que vale para todas las generaciones. No dice: «Bienaventurados los predicadores de paz»: todos son capaces de proclamarla, incluso de forma hipócrita o aun engañosa. No. Dice: «Bienaventurados los constructores de paz», es decir, los que la hacen. Hacer la paz es un trabajo artesanal: requiere pasión, paciencia, experiencia, tesón. Bienaventurados quienes siembran paz con sus acciones cotidianas, con actitudes y gestos de servicio, de fraternidad, de diálogo, de misericordia… Estos, sí, «serán llamados hijos de Dios», porque Dios siembra paz, siempre, en todas partes; en la plenitud de los tiempos ha sembrado en el mundo a su Hijo para que tuviésemos paz. Hacer la paz es un trabajo que se realiza cada día, paso a paso, sin cansarse jamás.
Y ¿cómo se hace, cómo se construye la paz? Nos lo ha recordado de forma esencial el profeta Isaías: «La obra de la justicia será la paz» (32,17). «Opus iustitiae pax», según la versión de la Vulgata, convertida en un lema célebre adoptado proféticamente por el Papa Pío XII. La paz es obra de la justicia. Tampoco aquí retrata una justicia declamada, teorizada, planificada… sino una justicia practicada, vivida. Y el Nuevo Testamento nos enseña que el pleno cumplimiento de la justicia es amar al prójimo como a sí mismo (cf. Mt 22,39; Rm 13,9). Cuando nosotros seguimos, con la gracia de Dios, este mandamiento, ¡cómo cambian las cosas! ¡Porque cambiamos nosotros! Esa persona, ese pueblo, que vemos como enemigo, en realidad tiene mi mismo rostro, mi mismo corazón, mi misma alma. Tenemos el mismo Padre en el cielo. Entonces, la verdadera justicia es hacer a esa persona, a ese pueblo, lo que me gustaría que me hiciesen a mí, a mi pueblo (cf. Mt 7,12).
San Pablo, en la segunda lectura, nos ha indicado las actitudes necesarias para la paz: «Revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo» (3, 12-13).
Estas son las actitudes para ser “artesanos” de paz en lo cotidiano, allí donde vivimos. Pero no nos engañemos creyendo que esto depende sólo de nosotros. Caeríamos en un moralismo ilusorio. La paz es don de Dios, no en sentido mágico, sino porque Él, con su Espíritu, puede imprimir estas actitudes en nuestros corazones y en nuestra carne, y hacer de nosotros verdaderos instrumentos de su paz. y, profundizando más todavía, el Apóstol dice que la paz es don de Dios porque es fruto de su reconciliación con nosotros. Sólo si se deja reconciliar con Dios, el hombre puede llegar a ser constructor de paz.
Queridos hermanos y hermanas, hoy pedimos juntos al Señor, por la intercesión de la Virgen María, la gracia de tener un corazón sencillo, la gracia de la paciencia, la gracia de luchar y trabajar por la justicia, de ser misericordiosos, de construir la paz, de sembrar la paz y no guerra y discordia. Este es el camino que nos hace felices, que nos hace bienaventurados.

3. ENCUENTRO CON LOS SACERDOTES, RELIGIOSAS, RELIGIOSOS Y SEMINARISTAS EN LA CATEDRAL
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Sábado 6 de junio de 2015
Tenía preparado un discurso para vosotros, pero después de escuchar el testimonio de este sacerdote, de este Religioso, de esta Religiosa, siento la necesidad de hablaros de manera espontánea.
Ellos nos han contado vida, nos han contado experiencias, nos han contado muchas cosas feas y hermosas. Le doy el discurso –que es bonito– al Cardenal Arzobispo.
Los testimonios hablaban por sí mismos. ¡Y esta es la memoria de vuestro pueblo! Un pueblo que olvida su memoria no tiene futuro. Esta es la memoria de vuestros padres y madres en la fe: aquí sólo han hablado tres personas, pero detrás de ellas hay tantos y tantas que han sufrido las mismas cosas.
Queridas hermanas, queridos hermanos, no tenéis ningún derecho a olvidar vuestra historia. No para vengaros, sino para hacer la paz. No para mirar [estos testimonios] como una cosa extraña, sino para amar como ellos han amado. En vuestra sangre, en vuestra vocación, está la vocación, está la sangre de estos tres mártires. Y está la sangre y está la vocación de tantas religiosas, tantos sacerdotes, tantos seminaristas. El autor de la Carta a los Hebreos nos dice: Por favor, no os olvidéis de vuestros antepasados, que os han transmitido la fe. Estos [señala a los testigos] os han transmitido la fe; estos os han transmitido cómo se vive la fe. El mismo Pablo nos dice: "No os olvidéis de Jesucristo", el primer Mártir. Y estos han seguido las huellas de Jesús.
Retomar la memoria para hacer la paz. Algunas palabras se me han quedado grabadas en el corazón. Una, repetida: "perdón". Un hombre, una mujer que se consagra al servicio del Señor y no sabe perdonar, no sirve. Perdonar a un amigo que te ha dicho una mala palabra, con el que habías discutido, o a una religiosa que tiene celos de ti, no es tan difícil. Pero perdonar al que te golpea, a quien te tortura, a quien te pisotea, a quien te amenaza con un fusil para matarte, eso es difícil. Y ellos lo han hecho, y predican que se haga.
Otra palabra que se me ha grabado es la de los 120 días del campo de concentración. Cuántas veces el espíritu del mundo nos hace olvidar estos antepasados nuestros, el sufrimiento de nuestros antepasados. Esos días están contados, y no por días, sino por minutos, porque cada minuto, cada hora es una tortura. Vivir todos juntos, sucios, sin comida, sin agua, con calor o con frío, ¡y esto durante tanto tiempo! Y nosotros, que nos quejamos cuando nos duele un diente, o queremos tener la televisión en nuestra habitación con tantas comodidades, y que hablamos de la superiora o del superior cuando la comida no es muy buena ... No olvidéis, por favor, los testimonios de vuestros antepasados. Pensad en lo mucho que han sufrido estas personas; pensad en esos seis litros de sangre que ha recibido el padre –el primero que ha hablado– para sobrevivir. Y llevad una vida digna de la cruz de Jesucristo.
Religiosas, sacerdotes, obispos, seminaristas mundanos, son una caricatura, no sirven. No tienen la memoria de los mártires. Han perdido la memoria de Jesucristo crucificado, nuestra única gloria.
Otra cosa que me viene a la mente es aquel miliciano que dio una pera a la religiosa; y aquella mujer musulmana que ahora vive en Estados Unidos, que dió de comer... Todos somos hermanos. Incluso aquel hombre cruel pensó... No sé lo que pensó, pero sintió el Espíritu Santo en su corazón y tal vez pensó en su madre y dijo: "Toma esta pera y no digas nada". Y aquella mujer musulmana fue más allá de las diferencias religiosas: amaba. Creía en Dios e hizo el bien.
Buscad el bien de todos. Todos tienen la posibilidad, la semilla del bien. Todos somos hijos de Dios.
Dichosos vosotros que tenéis tan cerca estos testimonios: por favor, no los olvidéis. Que vuestra vida crezca con este recuerdo. Pienso en aquel sacerdote, cuyo papá murió cuando él era un niño, después murió la mamá, después su hermana, y quedó solo... Pero él era el fruto de un amor, de un amor matrimonial. Pensad en aquella religiosa mártir: también ella era hija de una familia. Y pensad también en el franciscano, con dos hermanas franciscanas; y me viene a la mente lo que ha dicho el Cardenal Arzobispo: ¿qué pasa con el jardín de la vida, es decir la familia? Algo malo, sucede: que no florece. Rezad por las familias, para que florezcan con muchos hijos y haya también muchas vocaciones.
Y, por último, quisiera deciros que ésta ha sido una historia de crueldad. También hoy, en esta guerra mundial vemos tantas, tantas, tantas crueldades. Haced siempre lo contrario de la crueldad: tened actitudes de ternura, de fraternidad, de perdón. Y llevad la Cruz de Jesucristo. La Iglesia, la santa Madre Iglesia, os quiere así: pequeños, pequeños mártires, delante de estos pequeños mártires, pequeños testigos de la Cruz de Jesús.
Que el Señor os bendiga. Y, por favor, rezad por mí. Gracias.
Queridos hermanos y hermanas:
Saludo afectuosamente a todos vosotros, así como a vuestros hermanos y hermanas enfermos y ancianos que no pueden estar aquí, pero están con nosotros espiritualmente. Doy las gracias al Cardenal Puljić por sus palabras, como también a Sor Ljubica, al Reverendo Zvonimir y Fray Jozo por sus testimonios. A agradezco a todos el servicio que hacéis al Evangelio y a la Iglesia. He venido a vuestra tierra como peregrino de paz y de diálogo, para confirmar y animar a los hermanos en la fe, y en particular a vosotros, llamados a trabajar “a tiempo completo” en la viña del Señor. Él nos dice: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,21). Esta es la certeza que infunde consuelo y esperanza, especialmente en los momentos difíciles para el ministerio. Pienso en los sufrimientos y en las pruebas pasadas y presentes de vuestras comunidades cristianas. Incluso viviendo en esas situaciones, vosotros no os habéis rendido, habéis resistido, esforzándoos por afrontar las dificultades personales, sociales y pastorales con incansable espíritu de servicio. El Señor os lo recompense.
Imagino que la situación numéricamente minoritaria de la Iglesia Católica en vuestra tierra, así como los fracasos del ministerio, en ocasiones os hacen sentir como los discípulos de Jesús cuando, habiendo bregado toda la noche, no habían pescado nada (cf. Lc 5,5). Pero es precisamente en estos momentos, si nos fiamos del Señor, cuando experimentamos el poder de su Palabra, la fuerza de su Espíritu, que renueva en nosotros la confianza y la esperanza. La fecundidad de nuestro servicio depende sobre todo de la fe; la fe en el amor de Cristo, del cual nada podrá separarnos, como afirma el apóstol Pablo, que de pruebas entendía (cf. Rm 8,35-39). Y también la fraternidad nos sostiene y nos anima; la fraternidad entre sacerdotes, entre religiosos, entre laicos consagrados, entre seminaristas; la fraternidad entre todos nosotros, a quienes el Señor ha llamado a dejarlo todo para seguirlo, nos da alegría y consuelo, y hace más eficaz nuestro trabajo. Nosotros somos testimonio de fraternidad.
«Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño» (Hch 20,28). Esta exhortación de san Pablo –narrada en los Hechos de los Apóstoles– nos recuerda que, si queremos ayudar los demás a ser santos, debemos cuidar de nosotros mismos, es decir, de nuestra santificación. Y, de la misma manera, la dedicación al pueblo fiel de Dios, la inmersión en su vida y sobre todo la cercanía a los pobres y a los pequeños nos hace crecer en la configuración con Cristo. El cuidado del propio camino personal y la caridad pastoral hacía los demás van siempre juntas y se enriquecen mutuamente. No van nunca por separado.
¿Qué significa para un sacerdote y para una persona consagrada, hoy, aquí en Bosnia y Herzegovina, servir al rebaño de Dios? Pienso que significa realizar la pastoral de la esperanza, cuidando las ovejas que están en el redil, pero también yendo, saliendo en la búsqueda de cuantos esperan la Buena Noticia y no saben hallar o reencontrar solos el camino que conduce a Jesús. Encontrar a la gente allí donde vive, incluso aquella parte del rebaño que está fuera del redil, lejos, en ocasiones sin conocer aún a Jesucristo. Cuidar la formación de los católicos en la fe y en la vida cristiana. Animar los fieles laicos a ser protagonistas de la misión evangelizadora de la Iglesia. Por tanto, os exhorto a formar comunidades católicas abiertas y “en salida”, capaces de acogida y de encuentro, y que den testimonio con valentía del Evangelio.
El sacerdote, el consagrado esta llamado a vivir las inquietudes y las esperanzas de su gente; a actuar en los contextos concretos de su tiempo, con frecuencia caracterizado de tensión, discordia, desconfianza, precariedad y pobreza. Ante las situaciones más dolorosas, pidamos a Dios un corazón que sepa conmoverse, capacidad de empatía; no hay mejor testimonio que estar cerca de las necesidades materiales y espirituales de los demás. Es nuestra tarea como obispos, sacerdotes y religiosos hacer sentir a las personas la cercanía de Dios, su mano que conforta y sana; acercase a las heridas y a las lágrimas de nuestro pueblo; no nos cansemos de abrir el corazón y de tender la mano a cuantos nos piden ayuda y a cuantos, quizás por pudor, no la piden, pero tienen gran necesidad. A este respecto, deseo expresar mi reconocimiento a las religiosas, por todo lo que hacen con generosidad y sobre todo por su presencia fiel y solícita.
Queridos sacerdotes, religiosos y religiosas, os animo a proseguir con alegría vuestro servicio pastoral, cuya fecundidad viene de la fe y la gracia, pero también del testimonio de una vida humilde y despegada de los intereses del mundo. No caigáis, por favor, en la tentación de formar una especie de elite cerrada en sí misma. El generoso y transparente testimonio sacerdotal y religioso constituyen un ejemplo y un estímulo para los seminaristas y para cuantos el Señor llama a servirlo. Estando al lado de los jóvenes, invitándolos a compartir experiencias de servicio y de oración, los ayudáis a descubrir el amor de Cristo y a abrirse a la llamada del Señor. Que los fieles laicos puedan ver en vosotros aquel amor fiel y generoso que Cristo ha dejado como testamento a sus discípulos.
Y una palabra en particular para vosotros, queridos seminaristas. Ente los bellos testimonios de consagrados de vuestra tierra, recordamos al siervo de Dios Petar Barbarić. Él une Herzegovina, donde nace, con Bosnia, donde emite su profesión, y une también a todo el clero, tanto diocesano como religioso. Esté joven candidato al sacerdocio, con su vida virtuosa, sea para todos un gran ejemplo.
La Virgen María está siempre con nosotros, como madre presurosa. Ella es la primera discípula del Señor y ejemplo de vida dedicada a Él y a los hermanos. Cuando nos encontramos en una dificultad o ante una situación que nos hace sentir impotentes, nos dirigimos a Ella con confianza de hijos. Y Ella siempre nos dice –como en las bodas de Caná– : «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5). Nos enseña a escuchar a Jesús y a seguir su Palabra, pero con fe. Este es su secreto, que como madre nos quiere transmitir: la fe, aquella fe genuina, de la que basta una migaja para mover montañas.
Con este confiado abandono, podemos servir al Señor con alegría y ser por dondequiera sembradores de esperanza. Os aseguro mi recuerdo en la oración y bendigo de corazón a todos vosotros y a vuestras comunidades. Por favor, no se olviden de rezar por mí.

4. ENCUENTRO CON LOS JÓVENES
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Centro diocesano juvenil “Juan Pablo II”.
 Sábado 6 de junio de 2015
 Queridos jóvenes:
He deseado tanto este encuentro con vosotros, jóvenes de Bosnia y Herzegovina y de los países vecinos. Dirijo a todos un cordial saludo. Al encontrarme aquí, en este «Centro» dedicado a san Juan Pablo II, no puedo olvidar lo mucho que hizo por los jóvenes, encontrándose con ellos y animándoles en todas las partes del mundo. Encomiendo a su intercesión a cada uno de vosotros, así como todas las iniciativas que la Iglesia católica ha emprendido en vuestra tierra para testimoniar su cercanía y su confianza en los jóvenes. Todos nosotros caminamos juntos.
Conozco las dudas y esperanzas que lleváis en el corazón. Nos las ha recordado Mons. Marko Semren y vuestros representantes, Darko y Nadežhda. En particular, comparto la esperanza de que se asegure a las nuevas generaciones la posibilidad real de un futuro digno en el país, evitando así el triste fenómeno del éxodo. A este respecto, las instituciones están llamadas a poner en marcha oportunas y audaces estrategias para animar a los jóvenes y favorecerlos en sus legítimas aspiraciones; de este modo, serán capaces de contribuir activamente a la construcción y al crecimiento del país. Por su parte, la Iglesia puede dar su contribución con adecuados proyectos pastorales centrados en la conciencia cívica y moral de la juventud, ayudándola así a ser protagonista de la vida social. Este compromiso de la Iglesia ya está en marcha, especialmente a través de la valiosa labor de las escuelas católicas, justamente abiertas no sólo a los estudiantes católicos, sino también a los de otras confesiones cristianas y de otras religiones. Sin embargo, la Iglesia debe sentirse llamada a lanzarse cada vez más a partir del Evangelio y el impulso del Espíritu Santo, que transforma las personas, la sociedad y la Iglesia misma.
También vosotros, jóvenes, tenéis que desempeñar un papel decisivo a la hora de afrontar los desafíos de nuestro tiempo, que son ciertamente retos materiales, pero que, antes aún, se refieren a la visión del hombre. En efecto, junto con los problemas económicos, la dificultad de encontrar trabajo y la consiguiente incertidumbre por el futuro, se percibe la crisis de los valores morales y la pérdida del sentido de la vida. Ante esta crítica situación, algunos pueden caer en la tentación de la fuga, de la evasión, encerrándose en una actitud de aislamiento egoísta, refugiándose en el alcohol, en las drogas, en las ideologías que predican el odio y la violencia. Son realidades que conozco bien porque, lamentablemente, también están presentes en la ciudad de Buenos Aires, de donde yo vengo. Por eso os animo a que no os dejéis abatir por las dificultades, sino que hagáis valer sin miedo la fuerza que viene de vuestro ser personas y cristianos, de ser semillas de una sociedad más justa, fraterna, acogedora y pacífica. Vosotros, jóvenes, junto con Cristo, sois la fuerza de la Iglesia y de la sociedad. Si os dejáis plasmar por él, si entabláis un diálogo con él en la oración, con la lectura y la meditación del Evangelio, os convertiréis en profetas y testigos de la esperanza.
Estáis llamados a esta misión: salvar la esperanza a la que os empuja vuestra propia realidad de personas abiertas a la vida; la esperanza que tenéis de superar la situación actual, para preparar en el futuro un clima social y humano más digno del actual; la esperanza de vivir en un mundo más fraterno, más justo y pacífico, más sincero, más a medida del hombre. Os deseo que toméis conciencia cada vez más de que sois hijos de esta tierra, que os ha visto nacer y que pide ser amada y ayudada a reedificarse, a crecer espiritual y socialmente, gracias a la contribución indispensable de vuestras ideas y actividades. Para vencer todo rastro de pesimismo se necesita el valor de gastarse la vida con alegría y dedicación en la construcción de una sociedad acogedora, respetuosa de toda la diversidad, orientada a la civilización del amor. Tenéis muy cerca un gran testimonio de este estilo de vida: el beato Ivan Merz. San Juan Pablo II lo ha proclamado beato en Banja Luka. Que sea siempre vuestro protector y vuestro ejemplo.
La fe cristiana nos enseña que estamos llamados a un destino eterno, a ser hijos de Dios y hermanos en Cristo (cf. 1 Jn 3,1), a ser creadores de fraternidad por amor a Cristo. Me alegro por el compromiso en el diálogo ecuménico e interreligioso emprendido por vosotros, jóvenes católicos y ortodoxos, con la implicación de los jóvenes musulmanes. En esta importante actividad desempeña un papel importante este «Centro Juvenil san Juan Pablo II», con iniciativas de conocimiento mutuo y de solidaridad, para fomentar la convivencia pacífica entre las diferentes pertenencias étnicas y religiosas. Os animo a continuar con confianza esta obra, comprometiéndoos en proyectos comunes con gestos concretos de cercanía y ayuda a los más pobres y necesitados.
Queridos jóvenes, vuestra presencia festiva, vuestra sed de verdad y de altos ideales son signos de esperanza. La juventud no es pasividad, sino esfuerzo tenaz por alcanzar metas importantes, aunque cueste; no es un cerrar los ojos ante las dificultades, sino rechazar las componendas y la mediocridad; no es evasión o fuga, sino el compromiso de solidaridad con todos, especialmente con los más débiles. La Iglesia cuenta y quiere contar con vosotros, que sois generosos y capaces de los mejores impulsos y de los sacrificios más nobles. Por eso, vuestros Pastores, y yo con ellos, os pedimos que no os aisléis, sino que estéis siempre unidos entre vosotros, para disfrutar de la belleza de la fraternidad y ser más eficaces en vuestra actividad.
Que por vuestro modo de amaros y comprometeros todo el mundo pueda ver que sois cristianos: los jóvenes cristianos de Bosnia y Herzegovina. Sin miedo; sin huir de la realidad; abiertos a Cristo y a los hermanos. Sois parte viva del gran pueblo que es la Iglesia: el Pueblo universal, en el que todas las naciones y culturas pueden recibir la bendición de Dios y encontrar el camino de la paz. En este Pueblo, cada uno de vosotros está llamado a seguir a Cristo y a dar la vida por Dios y por los hermanos en la vía que el Señor le indicará, más aún, que ya os indica. Ya hoy, ahora, el Señor os llama: ¿queréis responder? No tengáis miedo. No estamos solos. Estamos siempre con el Padre celestial, con Jesús, nuestro Hermano y Señor, con el Espíritu Santo; y tenemos como madre a la Iglesia y a María. Que la Santísima Virgen María os proteja y os dé siempre la alegría y el valor de dar testimonio del Evangelio.
Os bendigo a todos, y os pido que, por favor, recéis por mí.
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5. ENCUENTRO ECUMÉNICO E INTERRELIGIOSO EN SARAJEVO
El diálogo no tiene alternativas.
2015-06-06 Radio Vaticana
(RV).- Al Padre bueno y misericordioso, al Creador del cielo y de la tierra, al Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, al Señor del pasado, del presente y del futuro; el Papa Francisco – en nombre de los hijos del único Dios de judíos, cristianos y musulmanes – pidió por Bosnia y Herzegovina, para que, en paz y armonía, la habiten hombres y mujeres creyentes de distintas religiones, naciones y culturas. Y para que esto mismo también suceda en todos los países del mundo. Con esta oración el Santo Padre concluyó el encuentro ecuménico e interreligioso celebrado la tarde del 6 de junio en el Centro internacional estudiantil franciscano de Sarajevo.
El Obispo de Roma recibió el saludo del Cardenal Arzobispo, Vinko Puljić, quien en su calidad de Presidente del Consejo para el ecumenismo y el diálogo entre las religiones y las culturas de la Conferencia Episcopal de esta nación reafirmó la importancia de la cooperación interreligiosa mediante el diálogo, porque en Bosnia y Herzegovina – dijo – se vive precisamente en la diversidad de la pertenencia religiosa y étnica.
Además, el purpurado afirmó que Dios les ha dado la gracia de nacer en este país y de vivir juntos en esta región, razón por la cual, dijo, “el diálogo no tiene alternativas”, tal como lo enseña la experiencia, sumamente amarga, de la reciente guerra con sus terribles consecuencias. Tanto es así, que aún quedan muchas heridas por curar y la confianza de unos hacia otros por reconquistar.
Tras recordar que este encuentro se llevaba a cabo en la sede de la Provincia franciscana de Bosnia Argentina, en el edificio que el gobierno comunista había confiscado tras la Segunda Guerra mundial, mientras durante la reciente guerra había quedado completamente incendiado, fue restaurado posteriormente gracias a la ayuda de tantas personas, y abierto a los jóvenes y a quienes padecían hambre. Durante los años en que la ciudad estaba asediada – dijo también el Purpurado – “no logramos detener la guerra y  ni siquiera crear una estrategia de paz”. “Lo único que podíamos hacer  – añadió – lo hemos hecho: rezamos e invocamos la paz”.
Refiriéndose al Consejo interreligioso que fundaron en 1997, y que está compuesto por representantes de la Iglesia católica, de la Iglesia Ortodoxa serbia, así como de las Comunidades islámica y judía; explicó que “viviendo juntos, estamos vinculados a aceptar y respetar nuestras diferencias, a aprender los unos de los otros y, a través del diálogo, a encontrar un camino hacia la construcción de la paz, de la convivencia y del respeto recíproco, en la paridad de derechos. “Naturalmente hay mucho por hacer – dijo el Cardenal Puljić – para realizar un verdadero proceso de reconciliación, de perdón y de regreso del espíritu de confianza”.
Por su parte, el representante musulmán, Husein Kavazovic, dirigiéndose al Pontífice lo saludó en nombre de la Comunidad islámica del país manifestando su alegría por el hecho de que haya elegido Bosnia y Herzegovina para realizar su primer viaje en esta parte del mundo, porque su visita es para todos ellos la expresión de su bondad y de sus buenas intenciones que ciertamente los llena de alegría y consuelo.
El Obispo Gregorio, representante ortodoxo, le dijo al Papa que en este encuentro experimentaron gran alegría por el hecho de que visite esta nación en su calidad de Cabeza de la Iglesia hermana y de Obispo de Roma. Por eso le pidió la bendición de la Cátedra de Roma, una de las Iglesias más antiguas y famosas, la de los santos mártires romanos caídos en toda la antigua Roma, y cuya sangre se convirtió en semilla que ha generado a tantos cristianos.
Por último, el representante judío, Jakob Finci, dio la bienvenida al Papa Bergoglio a la ciudad en la que su comunidad vivió en paz y armonía con las demás pertenencias religiosas en los últimos 450 años, con la intención de “querer permanecer aquí – dijo – al menos durante los próximos 450 años”, porque “nosotros – añadió – buscamos y no tenemos una segunda patria”.
(Desde Sarajevo, María Fernanda Bernasconi - RV).
DISCURSO COMPLETO DEL SANTO PADRE
Centro internacional estudiantil franciscano. Sábado, 6 de junio de 2015
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegro de poder participar en este encuentro, que reúne a los representantes de las confesiones religiosas presentes en Bosnia y Herzegovina. Saludo cordialmente a cada uno de vosotros y a vuestras comunidades, y agradezco en particular sus amables palabras y las reflexiones que me han propuesto. Y escuchándolas puedo deciros que me han hecho bien.
El encuentro de hoy es signo de un deseo común de fraternidad y de paz; y da fe de una amistad que se ha ido construyendo a lo largo del tiempo y que ya vivís en la convivencia y la colaboración cotidianas. Estar aquí es ya un «mensaje» de ese diálogo que todos buscamos y por el que estamos trabajando.
Quisiera recordar especialmente, como fruto de este deseo de encuentro y reconciliación, la institución, en 1997, del Consejo local para el Diálogo Interreligioso, que reúne a musulmanes, cristianos y judíos. Me congratulo por la obra que el Consejo está desarrollando en la promoción de varias actividades de diálogo, la coordinación de iniciativas comunes y las conversaciones con las Autoridades estatales. Vuestro trabajo es de gran valor para esta región, y en Sarajevo particularmente, cruce de pueblos y culturas, donde la diversidad, por un lado, constituye un gran recurso que ha permitido el desarrollo social, cultural y espiritual de esta región y, por otro, ha sido motivo de dolorosas heridas y sangrientas guerras.
No es casualidad que el Consejo para el Diálogo Interreligioso y las otras valiosas iniciativas en el campo interreligioso y ecuménico surgieran al final de la guerra, como una respuesta a la exigencia de reconciliación y para hacer frente a la necesidad de reconstruir una sociedad desgarrada por el conflicto armado. De hecho, el diálogo interreligioso, tanto aquí como en cualquier parte del mundo, es una condición indispensable para la paz, y por eso es un deber para todos los creyentes (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 250).
El diálogo interreligioso, antes incluso de ser una discusión sobre los grandes temas de la fe, es una «conversación sobre la vida humana» (ibid.). En él se comparte el día a día de la vida concreta, en sus gozos y sus tristezas, con sus angustias y sus esperanzas; se asumen responsabilidades comunes; se proyecta un futuro mejor para todos. Se aprende a vivir juntos, a conocerse y aceptarse con las propias diferencias, libremente, por lo que cada uno es. En el diálogo se reconoce y se desarrolla una convergencia espiritual, que unifica y ayuda a promover los valores morales, los grandes valores morales, la justicia, la libertad y la paz. El diálogo es una escuela de humanidad y un factor de unidad, que ayuda a construir una sociedad fundada en la tolerancia y el respeto mutuo.
Por este motivo, el diálogo interreligioso no puede limitarse solo a unos pocos, a los responsables de las comunidades religiosas, sino que debería extenderse en lo más posible a todos los creyentes, involucrando las distintas esferas de la sociedad civil. Y una atención particular merecen en este sentido los jóvenes, llamados a construir el futuro del País. Sin embargo, es bueno recordar que el diálogo, para que sea auténtico y eficaz, presupone una identidad formada: sin una identidad formada, el diálogo es inútil o perjudicial. Esto lo digo pensando en los jóvenes, pero vale para todos.
Aprecio sinceramente todo lo que habéis hecho hasta ahora y os animo en este compromiso por la causa de la paz, de la que vosotros, como líderes religiosos, sois los primeros custodios aquí en Bosnia y Herzegovina. Os aseguro que la Iglesia católica seguirá dando su pleno apoyo y asegurando su completa disponibilidad.
Todos somos conscientes que todavía hay mucho camino por recorrer. Pero no nos dejemos desanimar por las dificultades y continuemos con perseverancia por el camino del perdón y de la reconciliación. Al hacer justa memoria del pasado, también para aprender las lecciones de la historia, evitemos los reproches y recriminaciones; más bien, dejémonos purificar por Dios, que nos da el presente y el futuro, Él es nuestro futuro: Él es la fuente última de la paz.
Esta ciudad, que en su reciente historia se ha convertido tristemente en un símbolo de la guerra y de su devastación, esta Jerusalén de Europa, hoy, con su variedad de pueblos, culturas y religiones, puede llegar a ser nuevamente signo de unidad, lugar en el que la diversidad no represente una amenaza, sino una riqueza y una oportunidad para crecer juntos. En un mundo desgraciadamente todavía herido por los conflictos, esta tierra puede convertirse en un mensaje: dar fe que es posible vivir uno junto a otro, en la diferencia pero en la humanidad común, construyendo juntos un futuro de paz y de hermandad. Se puede vivir haciendo la paz.
Os doy las gracias a todos por vuestra presencia y por las oraciones que tendréis la bondad de ofrecer por mi servicio. Por mi parte, os aseguro que rezaré también por vosotros, por vuestras comunidades, y lo haré de corazón. El Señor os bendiga a todos.
Ahora os invito a rezar esta oración. Al Eterno, al Único y Verdadero Dios Vivo, al Misericordioso.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, Padre bueno y misericordioso;

Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles;
Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob,

Rey y Señor del pasado, del presente y del futuro;

único juez de todos los hombres,
que recompensas a tus fieles con la gloria eterna.
Nosotros, descendientes de Abrahán según la fe en ti, único Dios, 

judíos, cristianos y musulmanes,
humildemente nos ponemos en tu presencia
y con confianza te pedimos por este país, Bosnia y Herzegovina,

para que puedan habitarlo en paz y armonía
hombres y mujeres creyentes de distintas religiones, naciones y culturas.
Te pedimos, Padre, que esto mismo suceda en todos los países del mundo.
Refuerza, en cada uno de nosotros, la fe y la esperanza, 

el respeto recíproco y el amor sincero por todos nuestros hermanos y hermanas.
Haz que, con valentía, nos comprometamos
a construir la justicia social, 
a ser hombres de buena voluntad, 

llenos de comprensión recíproca y de perdón,

pacientes artesanos de diálogo y de paz.
Que todos nuestros pensamientos, palabras y obras
estén en armonía con tu santa voluntad.

Todo sea para tu honor y gloria, y para nuestra salvación.

A ti sea la alabanza y la gloria, por los siglos de los siglos, Dios nuestro. Amén.
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lunes, 1 de junio de 2015

El Catholicos (Patriarca) de todos los Armenios al Papa Francisco, en la Misa Papal del 12 de abril de 2015-04-18.

El Catholicos (Patriarca) de todos los Armenios al Papa Francisco, en la Misa Papal del 12 de abril de 2015-04-18.

El Catholicos de todos los Armenios, asiste a Misa Papal en el conmemoración Vaticano del 100 aniversario Genocidio Armenio.
Sede Madre de Santa Echmiadzin, Servicios de Información 12 de abril 2015.
El 12 de abril, Su Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catholicos de todos los Armenios; asistieron a una misa papal en la basílica de San Pedro de Roma, en el Vaticano, ofrecida por Francisco de la Iglesia Católica Romana, en conmemoración del 100 aniversario del Genocidio Armenio.
Durante la Santa Misa ofrecida en el rito armenio, Francisco confirió el título de «Doctor de la Iglesia» al santo armenio, San Gregorio de Narek.
Al final de la misa, un servicio de réquiem fue ofrecido en memoria de las víctimas del Genocidio Armenio. A la conclusión del servicio, Su Santidad Karekin II ofreció declaraciones a Francisco y los miles de fieles presentes. El servicio completo se puede consultar en: Vaticano Conmemoración del Genocidio Armenio
El texto del discurso de Su Santidad está a continuación:
MENSAJE DEL SANTO PADRE KAREKIN II SUPREMO Patriarca y Catholicos de todos los ARMENIOS CON MOTIVO DE LA CONMEMORACIÓN DEL 100 ANIVERSARIO DEL GENOCIDIO ARMENIO, Basílica de San Pedro en el Vaticano, 12 de abril 2015
Su Santidad y amado hermano en Cristo,
A través de la voluntad misericordiosa de Dios, visitamos Roma una vez más. Venimos con el Presidente de la República de Armenia, Serzh Sr. Sargisyan; con Nuestro hermano espiritual, Catholicos Aram I de la Gran Casa de Cilicia; y con los Obispos de la Iglesia Armenia y los representantes de los fieles armenios de todo el mundo. Con la alegría de la Santa Resurrección y el amor de Cristo, que aportamos nuestro fraternal saludo y mis mejores deseos para Su Santidad, y traemos Nuestra participación en oración en la Santa Misa celebrada por Su Santidad en la Basílica de San Pedro, en conmemoración de los 100 años del Genocidio Armenio.
Durante este servicio sagrado testimonio de la amistad de nuestras dos Iglesias hermanas, para la alegría de nuestro pueblo y para nosotros, uno de nuestros Padres de la Iglesia Armenia - San Gregorio de Narek - es declarado por Su Santidad, por la designación de la Iglesia Católica, un "doctor de la Iglesia". En el siglo X, San Gregorio de Narek - el maestro de oraciones y portador de la luz del universo – ofrecía incienso al cielo a través de su oración de arrepentimiento y confesión de todas las generaciones de la humanidad, por "hablar con Dios desde las profundidades del corazón". Este santo monje, con su "Libro de Vida" venerado por el pueblo armenio, mostró el camino de la salvación concedida por la gracia de Cristo: "para los culpables y los justos, por el descaro altivo y falsamente modesto, por el bien y el mal "(Oración 3), que lleva a los fieles de todos los tiempos a Dios.
Nuestro pueblo, que dió a luz a San Gregorio de Narek, ha tenido toda una historia que soportó innumerables horrores y calamidades que enfrentan a su fe cristiana y de la identidad nacional. Hace un siglo, el brutal crimen de genocidio fue cometido contra nuestro pueblo en la Turquía otomana. Con un plan deliberado, con horrendas atrocidades, millón y medio de armenios fueron masacrados. Nuestros pueblos antiguos fueron arrancados de su preciada cuna de la vida - su patria histórica - y dispersos en diferentes países. Nuestro patrimonio, legado cristiano de siglos de antigüedad, se arruinó, borrado, y se apoderó.
Nada, sin embargo, no hay sufrimiento, ni persecuciones, ni siquiera la muerte que causara a nuestra gente la renuncia o pérdida de su santa fe. La grandeza de la valentía espiritual del martirio de una nación que muestra nuestro pueblo, se muestra que nos ocupa hoy, una vez más, la proclamación de la definición de nuestra identidad, que se decretó en el siglo V: "El cristianismo para nosotros no es la ropa que nos ponemos; es el color de nuestra piel”. (Yeghishe Historiador).
Por la misericordia de nuestro Dios compasivo, nuestro pueblo ha enderezado sus espaldas rotas; nueva vida ha brotado bajo el amparo de una estatalidad restablecida en una porción oriental de Armenia y en las comunidades de la diáspora. Nuestro pueblo ha creado su camino hacia el ascenso, después de haber enfrentado muchas privaciones y dificultades. Hoy en día, nuestra gente vive bajo un bloqueo ilegal implantado por Turquía y Azerbaiyán; luchar por el derecho de nuestro pueblo a vivir libre en Montañoso Karabaj, y con fe en el triunfo de la justicia, continuar con los esfuerzos para el bien de nuestros derechos - por el reconocimiento universal, condenación, y una justa reparación para el Genocidio Armenio.
En ese momento, la humanidad no pudo impedir el genocidio de los armenios, para eliminar sus consecuencias, y fue testigo del Holocausto y los genocidios en Camboya, Ruanda, Darfur y más. También hoy, debido a los conflictos, las guerras y el terrorismo, las personas y las naciones están en el dolor y la necesidad; son perseguidos y están pagando por su fe con sus propias vidas. Creemos que el reconocimiento universal y la condena del genocidio armenio - como un ejemplo eficaz de la realización de la justicia y el establecimiento de los derechos - se beneficiarán de la creación de un mundo seguro y justo. En este sentido, el 100 aniversario del Genocidio Armenio es una invitación a que el mundo no permanezca indiferente ante el sufrimiento humano y los martirios contemporáneos, e invertir mayores esfuerzos para detener y prevenir los crímenes de lesa humanidad. Este es el fruto que deberá crecer a partir de las raíces de martirio.
Durante la celebración de esta Santa Misa con ocasión del 100 aniversario del Genocidio Armenio, antes de que los recuerdos queridos de nuestros mártires, recordamos con gratitud a los predecesores Su Santidad de bendita memoria, Benedicto XV, que levantó su voz de protesta en contra del genocidio, y san Juan Pablo II, en un comunicado conjunto en 2001, reconociendo y condenando el genocidio armenio. En este sentido, la publicación de los documentos históricos de los Archivos Vaticanos juega un papel importante. Nuestro pueblo recuerda con gratitud a todos los que no sólo se pronunciaron y condenaron el genocidio armenio, pero también implementaron misiones humanitarias, para el cuidado de los huérfanos, dar refugio a los sobrevivientes, y ayudándoles a superar innumerables dificultades.
En el 100 aniversario del Genocidio Armenio, el 23 de abril de este año, con la participación orante de Iglesias hermanas - entre ellos los representantes de Su Santidad - y los invitados de alto rango y miles de nuestros hijos e hijas de todo el mundo, nuestras innumerables víctimas que aceptaron la corona del martirio "por la fe y la patria” serán canonizados en la Santa Sede de Echmiadzin. Vamos a apelar por la intercesión de nuestros santos mártires, ahora unidos con las huestes celestiales, por la paz divina para verter sobre la vida de la humanidad y de la tragedia de los genocidios ya que no encontrar un lugar en este mundo.
Querido hermano en Cristo, compartimos su opinión de que el martirio no reconoce las diferencias de denominaciones. De hecho, los mártires nos unen como los niños y los siervos de nuestro único Señor Jesucristo, para reunir y poner en práctica esfuerzos unificados por el bien de la creación de amor, justicia y paz en el mundo, y la promoción del diálogo entre civilizaciones y religiones, como la Santa Biblia nos exhorta: "Y vamos a considerar cómo animar unos a otros al amor y a las buenas obras." (Hebreos 10:24).
En este sagrado santuario de San Pedro, que los ruegos y súplicas que suben de nuestros corazones al cielo, sean escuchados por nuestro Padre celestial, para bendecir y guiar por caminos verdaderos todos los esfuerzos que se realizan dirigidos a la paz en la tierra y la seguridad y vida próspera de la humanidad. Oramos por su salud, Santidad, y la vitalidad de la Iglesia Católica Romana, y hacemos un llamamiento para la protección y las bendiciones de Dios para todos nosotros, con las sentidas palabras de San Gregorio de Narek:
Pero tú, que eres capaz de todo, me concedas el espíritu de la salvación, el brazo refugio a tu derecha, la mano, el comando de la bondad, la luz de la misericordia, la palabra de la renovación, la causa del perdón y ayuda de la vida de la persona. Porque tú eres la esperanza de refugio, Señor Jesucristo, bendecida con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén. (Oración 59)

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Los cristianos de Pakistán, fieles y fuertes a pesar de la persecución


Los cristianos de Pakistán, fieles y fuertes a pesar de la persecución
Por Matthew Davies
Pakistán es uno de los más conflictivos epicentros del terrorismo en todo el mundo, donde las minorías resultan víctimas de extremistas religiosos por tener diferentes creencias y filiaciones. Sin embargo, la comunidad cristiana perseguida —1,5 por ciento de una población de 180 millones— se mantiene firme en la fe a pesar de la diaria persecución a la que se enfrenta.
El mes pasado, estallaron dos bombas en un barrio cristiano de la ciudad paquistaní de Lahore con un saldo de 17 muertos y más de 70 heridos mientras los feligreses asistían a la misa dominical en la iglesia católica de San Juan y en la iglesia de Cristo, una congregación de la Iglesia de Pakistán que es miembro de la Comunión Anglicana.
“Los mensajes de amor y de apoyo han sido abrumadores, y las iglesias y agencias de la Comunión Anglicana están colaborando para garantizar una respuesta efectiva y coordinada, así como oración continua”, según un comunicado de prensa de la Alianza Anglicana, que vincula y refuerza las actividades de desarrollo, ayuda y promoción de iglesias, organismos y redes de la Comunión Anglicana.
En una teleconferencia reciente con representantes de iglesias y organismos de la Comunión Anglicana, el obispo Irfan Jamil, de la Diócesis de Lahore, habló sobre las prioridades de su iglesia y su comunidad después de los atentados.
Jamil y su equipo han estado visitando a los dolientes y a los que resultaron lesionados por el estallido de las bombas, decía el comunicado. La Agencia Episcopal de Ayuda y Desarrollo ha enviado una subvención de solidaridad para posibilitar la respuesta de la Iglesia a los necesitados después de los ataques.
La Iglesia de Pakistán (Unida) y la Iglesia Católica Romana celebraron un oficio funeral conjunto para las víctimas. El arzobispo de Cantórbery Justin Welby participó del oficio por teléfono y sus oraciones fueron traducidas y compartidas con los dolientes.
“El obispo Jamil inspiró a los participantes [en la teleconferencia] con su énfasis en el papel de los líderes de la Iglesia en edificar la paz, la armonía y el entendimiento mutuo y con su mensaje a la Comunión Anglicana de seguir al lado de la Iglesia en Pakistán en estos tiempos de trauma”, decía el comunicado.
El ataque más devastador en Pakistán ocurrió en septiembre de 2013 cuando dos terroristas suicidas eligieron de blanco la iglesia anglicana de Todos los Santos, en Peshawar, al final de un oficio, atentado que dejó 127 muertos y 170 heridos. Muchas de las víctimas fueron mujeres y niños.
El obispo Samuel Azariah, de la Diócesis de Raiwind, moderador de la Iglesia de Pakistán, habló con Episcopal News Service poco después de ese trágico día, diciendo que incluso después de años de intensa persecución de parte de los extremistas religiosos, la población cristiana en Pakistán crece. “Nada logrará enfriar nuestros espíritus. Bombas, asesinatos, incendios, balacera no enfriarán nuestros espíritus ni nuestro compromiso con Jesucristo”, afirmó.
El obispo de Peshawar, Humphrey Peters, dijo en un mensaje de Pascua la semana pasada que los ataques terroristas “han dejado una cicatriz permanente en la memoria y el alma de la comunidad cristiana de Pakistán… Por una parte, todas estas amenazas, incidentes de violencia y blancos de persecución desaniman a la comunidad cristiana de Pakistán. Pero, por la otra, han fortalecido la fe y… su compromiso de fidelidad con el Señor Jesucristo”.
Fue esta firmeza y esta profunda fe la que el Muy Rdo. Patrick Augustine experimentó cuando visitó Pakistán a principios de este año como expresión de solidaridad con la comunidad cristiana alln de explosivos para matar a los que vos para imponer el islam por medio de la violencia, las decapitaciones y la detonaciones de bombas.
El rector de la iglesia episcopal de Cristo [Christ Episcopal Church] en La Crosse, Wisconsin, que es natural de Pakistán, predicó durante el oficio del 25 de enero en la ahora muy custodiada iglesia de Todos los Santos, construida en el antiguo bazar de la ciudad vieja de Peshawar en 1865. Él encontró una iglesia que crece y que está llena de fieles cristianos. “Me sentí conmovido por la fuerza y el compromiso de su fe”, le dijo a ENS.
“Los terroristas creen que tienen motivos para imponer el islam por medio de la violencia, las decapitaciones y la detonación de explosivos, para matar a aquellos cuyos sistemas de creencias difieren”, añadió. “El sufrimiento está en todas partes y ha abrumado nuestra humanidad”.
Los cristianos en Pakistán son “víctimas por los islamitas en brutales atentados suicidas, [pero también] del acoso diario y de encarcelamientos”, dijo Augustine.
Existe el caso prominente de Asia Bibi, una mujer cristiana y madre de cinco hijos que fue arrestada en junio de 2009 luego de ser acusada de insultar al profeta Mahoma —lo cual ella niega— y sentenciada a morir en la horca. Ella sigue en una cárcel pakistaní a pesar de que casi 1 millón de personas en todo el mundo solicitaron su liberación. Algunas acusaciones de blasfemia han sido divulgadas en la prensa, pero hay otras miles que pasan inadvertidas.

La ley pakistaní de la blasfemia identifica como un delito profanar el Sagrado Corán, lo cual conlleva una posible sentencia de cadena perpetua. Pero las ofensas contra el profeta Mahoma pueden castigarse con la pena de muerte.
“Esta ley draconiana es una espada que cuelga sobre la cabeza de cada cristiano. Una vez acusado, el individuo corre el riesgo de [caer en manos de] fervientes islamitas que creen que ganarán méritos con Alá por matar a un blasfemo”, dijo Augustine. “Millares de personas inocentes han sido encarceladas y muertas en base a falsas acusaciones de blasfemia.
Augustine lamentó la inacción del gobierno de Pakistán, el cual, según él, “ha permitido que los grupos extremistas islámicos propaguen el odio… la violencia, la intolerancia y que difundan ideas extremistas en mezquitas ordinarias y en centros comunitarios”.
Pero Augustine —que en 2012 fue galardonado con la Cruz de San Agustín por el anterior arzobispo de Cantórbery Rowan Williams, en reconocimiento a sus contribuciones, a escala internacional, a la evangelización, el ecumenismo y la paz y la reconciliación entre las religiones— dijo que “la gente quiere la paz. Vivimos en un mundo diseñado por Dios, de modo que todos nos necesitamos mutuamente como miembros de la familia humana. Hay personas de buena voluntad tanto entre cristianos como entre musulmanes. Les pido a todas las personas de buena voluntad que se pronuncien y que no se conviertan en espectadores silenciosos”.
El Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal en su reunión de marzo aprobó una resolución que condenaba el uso de la religión para los fines de promover agendas políticas “dirigidas a aterrorizar, victimizar y oprimir a individuos y comunidades y a afectar su capacidad de disfrutar de derechos humanos básicos debido a sus creencias religiosas y sus filiaciones sociales, étnicas, de clase, de casta, de género y nacionalidad”.
La resolución llama también a los gobiernos del mundo “a confrontar la realidad de la persecución religiosa, a proteger a las minorías y los civiles dentro del marco del derecho internacional y humanitario, a abordar la exclusión política y la desesperación económica que están siendo manipuladas por las fuerzas de los extremistas y a aumentar la ayuda humanitaria y para el desarrollo en los países de acogida y en las ONG confiables, y a aceptar el reasentamiento de una parte proporcional de las personas más vulnerables allí donde el regreso a sus países de origen es imposible”.
El Rdo. Canónigo Robert Edmunds, encargado de asociaciones orientales de la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera (DFMS), dijo: “A veces oímos el termino ‘presencia cristiana’ en el Oriente Medio y suena pasivo y carente de vitalidad, cuando la verdad del asunto para los que viven allí es muy diferente. La presencia cristiana a través de la región tiene que ver con cristianos cuyas familias y raíces religiosas se remontan al tiempo de Cristo. Estos no son transeúntes en una tierra extraña, sino personas cuyas vidas son parte integrante del paisaje, la historia, la cultura las tradiciones que han formado y continúan formando a cada generación”.
La presencia de las iglesias cristianas a través de la región “brinda el lenguaje del amor de Dios y de todos los prójimos en peligro de ser silenciados”, añadió Edmunds. “Nosotros en Occidente debemos seguir dándoles visibilidad a esas atrocidades, tanto desde el punto de vista de la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas cristianos, como para alentar a los líderes políticos a buscar soluciones de paz permanente y duraderas para beneficio de todos. Perder la voz cristiana en la región sería catastrófico para el futuro”.
Los amigos, familiares y feligreses de Augustine expresaron su preocupación de que él visitara Pakistán en un momento tan inestable. Pero Augustine dijo, refiriéndose a su viaje, que él había encontrado incontables señales de esperanza y sorpresas inesperadas.

Aprimera hora de una mañana de domingo en febrero, Augustine y 20 cristianos de Islamabad viajaron por carretera durante cuatro horas para estar con una familia cristiana cerca de Muzzaffarabad. La familia ha estado viviendo allí desde 1933, pero ellos son los únicos cristianos en una zona exclusivamente islámica. Augustine describió [la visita] como un profundo privilegio y un día histórico mientas contaba cómo le habían pedido que celebrara la Santa Comunión y predicara, y luego plantara la primera piedra de una iglesia que tendrá lugar para 50 personas.
El primer día de su arribo a Islamabad, visitó el taller de un sastre con un amigo. Uno de los hermanos musulmanes que dirige el taller le pidió a Augustine que orara por él. Cuando Augustine le dijo que él ora en el nombre de Jesús, el hermano le dijo que no tenía ninguna objeción.
Cuando estaba a punto de irse, el otro de los hermanos se le acercó a Augustine y le pido que orara con ellos también. “Los miré y vi en sus ojos hambre de Dios para recuperación y bendición”, dijo él. “Impuse mis manos sobre ellos y les pedí a Dios que los bendijera, y que bendijera su taller y que bendijera a Pakistán para que fuera una tierra de paz. Esta fue una experiencia sorprendente en un país donde a los cristianos los persiguen y los discriminan a diario”.
Dos días después, Peters, el obispo de Peshawar, recibió una llamada telefónica sobre el ataque de una turba musulmana a una escuela dirigida por cristianos en la ciudad de Banú. La escuela tiene 1.800 estudiantes, el 99 por ciento de los cuales son musulmanes. Peters y cuatro clérigos decidieron partir inmediatamente [hacia el lugar] e invitaron a Augustine que los acompañara. “Es una zona de altísima seguridad y no muchos estadounidenses podrán hacer este viaje peligroso. Fue un privilegio ir… y mostrarse en solidaridad con una iglesia sufriente”, dijo Augustine
Existe el caso prominente de Asia Bibi, una mujer cristiana y madre de cinco hijos que fue arrestada en junio de 2009 luego de ser acusada de insultar al profeta Mahoma —lo cual ella niega— y sentenciada a morir en la horca. Ella sigue en una cárcel pakistaní a pesar de que casi 1 millón de personas en todo el mundo solicitaron su liberación. Algunas acusaciones de blasfemia han sido divulgadas en la prensa, pero hay otras miles que pasan inadvertida 
La ley pakistaní de la blasfemia identifica como un delito profanar el Sagrado Corán, lo cual conlleva una posible sentencia de cadena perpetua. Pero las ofensas contra el profeta Mahoma pueden castigarse con la pena de muerte.
“Esta ley draconiana es una espada que cuelga sobre la cabeza de cada cristiano. Una vez acusado, el individuo corre el riesgo de [caer en manos de] fervientes islamitas que creen que ganarán méritos con Alá por matar a un blasfemo”, dijo Augustine. “Millares de personas inocentes han sido encarceladas y muertas en base a falsas acusaciones de blasfemia.
Augustine lamentó la inacción del gobierno de Pakistán, el cual, según él, “ha permitido que los grupos extremistas islámicos propaguen el odio… la violencia, la intolerancia y que difundan ideas extremistas en mezquitas ordinarias y en centros comunitarios”.
Pero Augustine —que en 2012 fue galardonado con la Cruz de San Agustín por el anterior arzobispo de Cantórbery Rowan Williams, en reconocimiento a sus contribuciones, a escala internacional, a la evangelización, el ecumenismo y la paz y la reconciliación entre las religiones— dijo que “la gente quiere la paz. Vivimos en un mundo diseñado por Dios, de modo que todos nos necesitamos mutuamente como miembros de la familia humana. Hay personas de buena voluntad tanto entre cristianos como entre musulmanes. Les pido a todas las personas de buena voluntad que se pronuncien y que no se conviertan en espectadores silenciosos”.
El Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal en su reunión de marzo aprobó una resolución que condenaba el uso de la religión para los fines de promover agendas políticas “dirigidas a aterrorizar, victimizar y oprimir a individuos y comunidades y a afectar su capacidad de disfrutar de derechos humanos básicos debido a sus creencias religiosas y sus filiaciones sociales, étnicas, de clase, de casta, de género y nacionalidad”.
La resolución llama también a los gobiernos del mundo “a confrontar la realidad de la persecución religiosa, a proteger a las minorías y los civiles dentro del marco del derecho internacional y humanitario, a abordar la exclusión política y la desesperación económica que están siendo manipuladas por las fuerzas de los extremistas y a aumentar la ayuda humanitaria y para el desarrollo en los países de acogida y en las ONG confiables, y a aceptar el reasentamiento de una parte proporcional de las personas más vulnerables allí donde el regreso a sus países de origen es imposible”.
El Rdo. Canónigo Robert Edmunds, encargado de asociaciones orientales de la Sociedad Misionera Nacional y Extranjera (DFMS), dijo: “A veces oímos el termino ‘presencia cristiana’ en el Oriente Medio y suena pasivo y carente de vitalidad, cuando la verdad del asunto para los que viven allí es muy diferente. La presencia cristiana a través de la región tiene que ver con cristianos cuyas familias y raíces religiosas se remontan al tiempo de Cristo. Estos no son transeúntes en una tierra extraña, sino personas cuyas vidas son parte integrante del paisaje, la historia, la cultura de las tradiciones que han formado y continúan formando a cada generación”.
La presencia de las iglesias cristianas a través de la región “brinda el lenguaje del amor de Dios y de todos los prójimos en peligro de ser silenciados”, añadió Edmunds. “Nosotros en Occidente debemos seguir dándoles visibilidad a esas atrocidades, tanto desde el punto de vista de la solidaridad con nuestros hermanos y hermanas cristianos, como para alentar a los líderes políticos a buscar soluciones de paz permanente y duraderas para beneficio de todos. Perder la voz cristiana en la región sería catastrófico para el futuro”.
Los amigos, familiares y feligreses de Augustine expresaron su preocupación de que él visitara Pakistán en un momento tan inestable. Pero Augustine dijo, refiriéndose a su viaje, que él había encontrado incontables señales de esperanza y sorpresas inesperadas.

A primera hora de una mañana de domingo en febrero, Augustine y 20 cristianos de Islamabad viajaron por carretera durante cuatro horas para estar con una familia cristiana cerca de Muzzaffarabad. La familia ha estado viviendo allí desde 1933, pero ellos son los únicos cristianos en una zona exclusivamente islámica. Augustine describió [la visita] como un profundo privilegio y un día histórico mientas contaba cómo le habían pedido que celebrara la Santa Comunión y predicara, y luego plantara la primera piedra de una iglesia que tendrá lugar para 50 personas.
El primer día de su arribo a Islamabad, visitó el taller de un sastre con un amigo. Uno de los hermanos musulmanes que dirige el taller le pidió a Augustine que orara por él. Cuando Augustine le dijo que él ora en el nombre de Jesús, el hermano le dijo que no tenía ninguna objeción.
Cuando estaba a punto de irse, el otro de los hermanos se le acercó a Augustine y le pido que orara con ellos también. “Los miré y vi en sus ojos hambre de Dios para recuperación y bendición”, dijo él. “Impuse mis manos sobre ellos y les pedí a Dios que los bendijera, y que bendijera su taller y que bendijera a Pakistán para que fuera una tierra de paz. Esta fue una experiencia sorprendente en un país donde a los cristianos los persiguen y los discriminan a diario”.
Dos días después, Peters, el obispo de Peshawar, recibió una llamada telefónica sobre el ataque de una turba musulmana a una escuela dirigida por cristianos en la ciudad de Banú. La escuela tiene 1.800 estudiantes, el 99 por ciento de los cuales son musulmanes. Peters y cuatro clérigos decidieron partir inmediatamente [hacia el lugar] e invitaron a Augustine que los acompañara. “Es una zona de altísima seguridad y no muchos estadounidenses podrán hacer este viaje peligroso. Fue un privilegio ir… y mostrarse en solidaridad con una iglesia sufriente”, dijo Augustine.

Dentro del complejo de instalaciones, había 200 familias cristianas desplazadas internamente de la zona de Waziristán, un baluarte de las fuerzas de Al-Qaeda y el Talibán y la región donde los aviones norteamericanos no tripulados han estado cazando terroristas.
“Hay un millón de desplazados internos”, dijo Augustine. “Las familias cristianas estaban viviendo en campamentos de refugiados… y no les daban alimento ni abrigo. Ha sido una zona anglicana desde los años sesenta del siglo XIX. El obispo invitó a los cristianos a levantar tiendas dentro de las instalaciones de la iglesia donde también están situados una escuela y un hospital. Ellos pueden proporcionarle educación y ayuda médica a musulmanes y cristianos en esta ciudad.
“Dediqué todo un día a visitar a estas personas desplazadas, a escuchar sus historias, a sostener sus manos y a orar con ellos… No percibí que esas personas estuvieran dispuestas a renunciar a su fe, sino que eran muy fuertes, profundamente arraigados y comprometidos a seguir a Jesús en el camino de la cruz”
Matthew Davies es redactor y reportero de Episcopal News Service. Traducción de Vicente Echerri. 

Mensaje de los presidentes del CMI en Pentecostés de 2015

12 de Mayo 2015
Estimados hermanos y hermanas en la fe:
En esta época del año, recordamos estas palabras de la Biblia hebrea:
Pidamos por la paz de Jerusalén, y porque prosperen los que te aman. Que haya paz dentro de tus murallas, y se respire tranquilidad en tus palacios. Por mis hermanos y mis compañeros, ruego a Dios que haya paz en ti. (Salmos 122:6-8)
Y del Nuevo Testamento:
Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. (Hechos 2:1)
“Dios de vida, condúcenos a la justicia y la paz” fue el tema de la X Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (Busan, República de Corea, del 30 de octubre al 8 de noviembre de 2013). En dicha ocasión, el CMI nos instó a unirnos a todas las personas de buena voluntad en una peregrinación de justicia y paz.
Al decir “‘¡Paz, paz!’ ¡Pero no hay paz!” (Jeremías 6:14), el mundo solo puede ofrecer una paz que se reduce a palabras vacías. Sin paz, ¿puede haber justicia? Sin justicia, ¿puede haber paz? Demasiado a menudo, buscamos la justicia a expensas de la paz, y la paz a expensas de la justicia. Shalom (שָׁלוֹם) es más que una simple expresión utilizada para saludarse. Cuando nos decimos “Que la paz del Señor sea con usted”, realmente nos deseamos mutuamente felicidad, integridad, plenitud, bienestar, salud, bonanza, seguridad, estabilidad, tranquilidad, prosperidad, excelencia, abundancia, descanso, armonía, así como la ausencia de agitación o discordia. Nuestra paz –nuestro shalom– fue pagada con creces por nuestro Señor Jesucristo en la cruz del Calvario.
Ello hace libres a todos aquellos que creen en Cristo para alzar la voz cuando se intenta conseguir la paz dejando de lado la justicia, o cuando la búsqueda de la justicia queda atrapada en una espiral de violencia. Tal como atestiguan las antiguas palabras del salmista, el estatuto de Jerusalén sigue siendo la cuestión más difícil en las negociaciones entre los israelíes y los palestinos. Mientras la ocupación continúe, no habrá paz en Jerusalén. Los lugares sagrados de los judíos, los cristianos y los musulmanes están aún muy lejos de convertirse en símbolos de paz y reconciliación entre las diversas comunidades.
Los Hechos de los Apóstoles nos dicen: “Cuando llegó el día de Pentecostés [ten hemeran tes pentekostes], todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar” (Hechos 2:1). ‘Pentecostés’ viene de la palabra griega pentekostos, que significa ‘quincuagésimo’ y hace referencia a la ‘Fiesta de las Semanas’, cincuenta días después de la Pascua Judía y la Pascua de Resurrección. Los seguidores de Jesús estaban todos en un mismo lugar… No solo los apóstoles, sino los ciento veinte discípulos, hombres y mujeres, estaban juntos, rezando y esperando al Cristo resucitado. La palabra griega significa que todos estaban de acuerdo. Entonces, de repente, un estruendo (en griego, pneuma) llenó toda la casa. El viento era una manifestación física de la presencia del Espíritu Santo. Todos los que estaban presentes se llenaron del Espíritu Santo y hablaron en las lenguas de todas las naciones de las que procedían los judíos piadosos que habían venido en gran número para el día de Pentecostés.
El Espíritu Santo es dado por Dios como un don de fe a todos aquellos que creen en el Cristo resucitado. A través de todas las épocas, los cristianos siguen participando en la transformación interna que simboliza Pentecostés. En la mañana de ese día, Pedro salió del Cenáculo, donde se habían reunido los discípulos, para declarar públicamente que Dios había resucitado a Jesús y que todos ellos eran testigos de ello. ¡Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado! Nuestro Salvador venció al pecado, a la muerte y a la tumba. Pedro proclamó al mundo el don de salvación de Jesucristo (Hechos 2:1-41). Se dirigió al público para anunciar que Jesús es, efectivamente, el Príncipe de Paz (Sar shalom).
Durante dos milenios, los cristianos han celebrado el “nacimiento de la iglesia” –que es como se suele denominar a la fiesta de Pentecostés– y han participado en la esfera pública proclamando a Jesús como el Señor de todos. Somos conscientes de que en el pasado esta proclamación, a menudo, iba acompañada de un espíritu de superioridad que no respetaba la dignidad de todos los seres humanos independientemente de su religión, raza, género o pertenencia étnica. Pero el Espíritu Santo que se manifestó en Pentecostés, el Espíritu de Cristo que supera los muros divisorios de la hostilidad y afirma la rica diversidad de toda la vida, carecía de esta arrogancia. El Espíritu de Pentecostés nos insta a emprender el camino de la justicia y la paz como discípulos que siguen a Cristo y se unen a otros peregrinos.
Y por ello confiamos en que:
Ante la perspectiva de la muerte y del mundo del futuro, el Dios trino nos concederá la paz; paz en medio de las tormentas y tempestades de la vida. Amados hermanos y hermanas, oremos por la paz, la prosperidad y la bendición de Dios no solo para Israel o solo para Jerusalén, sino por la paz en todo el mundo; no solo por nuestra iglesia, denominación, vecindario o país, sino por la paz en Israel y Palestina, por la paz en la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Egipto, Libia, Mali, Nigeria, Somalia, Sudán y Sudán del Sur, Afganistán, Birmania-Myanmar, Pakistán, Filipinas, Tailandia, Ucrania, Iraq, Siria, Yemen, Colombia y México. Cada año, más de 10.000 personas pierden la vida en conflictos armados que tienen lugar en diversas partes del mundo. Oremos por la paz en nuestro mundo. Para quienes la anhelan, la paz es una cuestión de vida o muerte. Oremos por la paz del mundo. El Príncipe de Paz nos envía para que demos testimonio de lo que hemos visto y escuchado en el Cenáculo, para que nos convirtamos en lo que escuchamos y vivimos durante Pentecostés, para que seamos una bendición para el amado y fragmentado mundo de Dios.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros.
Los presidentes del Consejo Mundial de Iglesias:
Rev. Dra. Mary-Anne Plaatjies van Huffel, Iglesia Reformada Unida en África Austral (Sudáfrica)
Rev. Prof. Dra. Sang Chang, Iglesia Presbiteriana en la República de Corea
Arzobispo Anders Wejryd, Iglesia de Suecia
Rev. Gloria Nohemy Ulloa Alvarado, Iglesia Presbiteriana de Colombia
Obispo Mark MacDonald, Iglesia Anglicana del Canadá
Rev. Dra. Mele'ana Puloka, Iglesia Wesleyana Libre de Tonga
S.B. Juan X, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega de Antioquía y todo Oriente
S.S. Karekin II, Patriarca Supremo y Catholicos de todos los Armenios.
http://www.oikoumene.org/es/