miércoles, 20 de enero de 2021

Formar un solo Cuerpo.Tercer día del Octavario


Formar un solo cuerpo
“Amaos los unos a los otros como yo os he amado”
(Juan 15, 12b)
Colosenses 3, 12-17 Vístete de compasión
Juan 13, 1-15; 34-35 Amaos los unos a los otros
Meditación
En la víspera de su muerte, Jesús se arrodilló para lavar los pies de sus discípulos.
Sabía la dificultad de vivir juntos y la importancia del perdón y el servicio mutuo. “A menos que te lave”, le dijo a Pedro, “no tienes nada que compartir conmigo”.
Pedro aceptó que Jesús se pusiera a sus pies; fue lavado y tocado por la humildad y ternura de Cristo. Más tarde seguiría el ejemplo de Jesús y serviría a la comunidad de los fieles de la Iglesia primitiva.
Jesús desea que la vida y el amor fluyan a través de nosotros como la savia a través de la vid, para que las comunidades cristianas sean un solo cuerpo. Pero tanto hoy como en el pasado, no es fácil vivir juntos. A menudo nos enfrentamos a nuestras propias limitaciones. A veces no amamos lo suficiente a quienes están cerca de nosotros en la comunidad, la parroquia o la familia. Hay momentos en los que nuestras relaciones se rompen por completo.
Cristo nos llama a revestirnos de compasión, y nos ofrece siempre nuevas oportunidades de comenzar. Tomar conciencia de que somos amados por Dios nos mueve a aceptarnos mutuamente con nuestras virtudes y defectos. Es entonces cuando reconocemos la presencia de Cristo en medio de nuestras vidas.
Desde tu pequeñez, ¿eres artífice de reconciliación en la comunión del amor, que es el Cuerpo de Cristo, su Iglesia? ¡Alégrate! Estás sostenido por la comunidad. Ya no estás solo, en todas las cosas avanzas junto con tus hermanos y hermanas. Con ellos, estás llamado a vivir la parábola de la comunidad.
Las fuentes de Taizé (2000), pp. 48-49
Oración
Dios, Padre nuestro,
Tú nos revelas tu amor en Cristo y a través de nuestros hermanos y hermanas.
Abre nuestros corazones para que podamos aceptarnos
con nuestras diferencias y vivir reconciliados.
Concédenos vivir unidos en un solo cuerpo,
para que se manifieste el regalo de nuestra propia persona.
Que juntos seamos un reflejo de Cristo vivo.

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