viernes, 29 de enero de 2021

Una humanidad poco común


“ Nos mostraron  una humanidad poco común” Hechos 28, 2


Los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2020 fueron  preparados por las Iglesias cristianas de Malta y de Gozo (Cris tianos Unidos en Malta).
El 10 de febrero muchos cristianos en Malta celebran  la Fiesta del Naufragio de San Pablo, señalando y dando gracias por la llegada de la fe cristiana a estas islas. 
La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles que se utiliza en esta fiesta es la que se ha elegido para la Semana de Oración de este año La narración comienza con Pablo siendo llevado a Roma como prisionero (Hch 27, 1ss). Pablo está encadenado, pero aun en la que se volverá una travesía  peligrosa, la misión de Dios continua a través de él.

Este relato es un drama clásico de la humanidad confrontada con el poder terrorífico de los elementos. Los pasajeros en la nave están a la merced de las fuerzas de los mares debajo de ellos y de la potente tempestad que arrecia encima de ellos. Estas fuerzas los llevan a un terreno desconocido en el que están perdidos y sin esperanza.  

Las 276 personas de la nave están divididas en grupos bien diferenciados. El centurión y sus soldados tienen el poder y la autoridad, pero dependen de la habilidad y de la experiencia de los marineros. Si bien todos tienen miedo y son vulnerables, los prisioneros encadenados son los más vulnerables de todos. Se puede disponer de sus vidas y corren el riesgo de una ejecución sumaria (22, 42). Mientras la historia se va desenvolviendo, vemos cómo aumenta la división entre los distintos grupos por la desconfianza y la sospecha.

Sin embargo, de modo sorprendente, Pablo destaca como elemento de paz en el alboroto. 
Él sabe que su vida no está gobernada por fuerzas que son indiferentes a su destino, sino que, al contrario, su vida está en las manos de Dios, al que pertenece y a quien da culto (cf. 27, 23). 
Gracias a esta fe, Pablo tiene la confianza de que comparecerá ante el emperador en Roma y, sacando fuerzas de ella, puede ponerse en pie ante sus compañeros de viaje y dar gracias a Dios
 Todos son reconfortados. Siguiendo su ejemplo, comparten juntos el pan, unidos en una nueva esperanza y confiados en sus palabras. Esto pone de relieve un tema principal de este pasaje: la divina providencia.
 Fue decisión del centurión zarpar con mal tiempo y durante la tempestad los marineros tomaron decisiones sobre el modo de manejar el buque. 

Sin embargo al final, sus planes se frustran y solamente estando juntos y dejando que el buque se hunda logran salvar sus vidas gracias a la divina providencia
 El buque y toda su valiosa carga se perderá, pero sus vidas se salvarán, ya que «ni un cabello de vuestra cabeza se perderá» (27, 34; cf. Lc 21, 18). 
En nuestra búsqueda de la unidad de los cristianos, abandonarnos a la providencia divina requiere que soltemos muchas cosas a las que estamos muy atados. Para Dios lo importante es la salvación de todos.

Este grupo de personas tan diverso y desunido va «a parar a alguna isla» (27, 26). Habiendo sido puestos juntos en un mismo buque, llegan al mismo destino, en el que se pone de manifiesto su unidad humana a través de la hospitalidad de los isleños
 Al reunirse alrededor de la hoguera, rodeados de personas que no los conocen ni los entienden, las diferencias de poder y de estatus se desvanecen. Los 276 ya no están a merced de fuerzas indiferentes, sino que son abrazados por la providencia amorosa de Dios que se hace presente a través de personas que les tratan con «una solicitud poco común» (28, 2). 
Mojados y con frío, se pueden calentar y secar al lado de la hoguera. Hambrientos, se les da comida. Se les da cobijo hasta que puedan volver a emprender su viaje con seguridad.

Hoy en día muchas personas se enfrentan a los mismos miedos en los mismos  mares. Los mismos sitios que se nombran en la lectura (27, 21; 28, 1), aparecen también en las historias de los emigrantes de hoy. En otros lugares del mundo muchos otros emprenden viajes igualmente peligrosos por tierra y por mar para escapar de catástrofes naturales, de guerras y de la pobreza. 
También sus vidas están a la merced de inmensas fuerzas, frías e indiferentes, no solo pertenecientes a la naturaleza, sino también políticas, económicas y humanas. Esta indiferencia del ser humano asume varias formas: la indiferencia  de aquellos que venden plazas a personas desesperadas en buques que no son aptos para navegar; la indiferencia de los que deciden no mandar naves de rescate; y la indiferencia de los que alejan de sus costas a pateras con emigrantes. Estos son solo algunos ejemplos. Como cristianos unidos que enfrentan la crisis migratoria, esta historia nos reta: ¿nos unimos a las frías fuerzas de la indiferencia o mostramos «una solicitud poco común», haciéndonos testigos de la providencia amorosa de Dios para todas las personas?
Es muy necesaria la virtud de la hospitalidad en nuestra búsqueda de la unidad de los cristianos. 
Es un hábito que nos invita a una mayor generosidad para con los que pasan necesidad. Las personas que trataron con una solicitud  poco común a Pablo y a sus compañeros no conocían aún a Cristo y, sin embargo, fue a través de su trato poco común que un grupo dividido se fue uniendo 
Nuestra propia unidad cristiana se manifestará no solamente mostrando hospitalidad unos con otros, por muy importante que esto sea, sino también a través de encuentros cordiales con aquellos que no comparten nuestra lengua, cultura o religión.
En estos viajes tempestuosos y encuentros casuales la voluntad de Dios para su Iglesia y para todas las personas llega a su plenitud. 

Como proclamará Pablo en Roma, esta salvación de «Al día siguiente, como arreciaba el temporal, los marineros comenzaron a aligerar la carga. Y al tercer día tuvieron que arrojar al mar, con sus propias manos, el aparejo de la nave… Hacía tiempo que nadie a bordo probaba bocado; así que Pablo se puso en medio de todos y dijo: “Compañeros, deberíais haber atendido mi consejo y no haber zarpado de Creta. Así hubiéramos evitado esta desastrosa situación”».

Reflexión
Como cristianos de diferentes Iglesias y tradiciones tenemos que lamentar que a lo largo de los siglos hemos ido acumulando una carga excesiva de desconfianza mutua, de amargura y de recelo. Damos gracias a Dios por el nacimiento y el crecimiento del movimiento ecuménico en el siglo pasado. Nuestros encuentros con cristianos de otras tradiciones y nuestra oración común por la unidad nos animan a buscar el perdón mutuo, la reconciliación y la aceptación. No debemos permitir que la carga de nuestro pasado nos impida acercarnos unos a otros. ¡Es voluntad de Dios que soltemos la carga para dejar que Dios actúe!



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