jueves, 23 de junio de 2016

La importancia del ayuno, y su observancia hoy Proyecto del Documento del Concilio Pan Ortodoxo, adoptado por la V Conferencia pre conciliar en Chambésy, 10-17 octubre 2015


 

   La importancia del ayuno, y su observancia hoy
Proyecto del Documento del Concilio Pan Ortodoxo, adoptado por la V Conferencia pre conciliar en  Chambésy,  10-17  octubre 2015
Publicado conforme a la resolución del Sínodo de los Patriarcas de las Iglesias ortodoxas locales en Chambésy, del 21 al 28 de enero de 2016
  1º El ayuno es un mandato divino; (Gn 2, 16-17); según San Basilio el ayuno es tan antiguo como la humanidad; porque fue instaurado en el Paraíso (Del  ayuno,  1,  3. PG 31, 168 A). Constituye una gran lucha espiritual, y la mejor expresión del ideal ascético de la ortodoxia. La Iglesia Ortodoxa se ajusta fielmente a las disposiciones apostólicas a los cánones conciliares, a las asambleas patrísticas;   y siempre ha proclamado la importancia del ayuno para la vida espiritual del hombre, y para su salud. A lo largo del año litúrgico la Iglesia, señala   y exalta las enseñanzas de los patriarcas sobre el ayuno, el ayuno es necesario al hombre para permanecer alerta, sin fallar ni desfallecer, y, para enardecerlo para el combate espiritual. El ayuno es exaltado en el Triodión, como un don divino, gracia llena de luz, arma invencible, fundamento de los combates espirituales, el mejor camino hacia el bien, alimento del alma, ayuda acordada por Dios, fuente de toda meditación de la vida imperecedera, semejante a la de los ángeles, madre de todos los bienes y todas las virtudes, imagen de la vida futura
2. El ayuno en tanto que mandato es muy antiguo, se halla ya en el Antiguo Testamento (Dt  9,  18;  Es58,  4-10;  Jl  2,  15;  Jon  3,  5-7), y se reafirma en el Nuevo Testamento; antes de emprender su acción en el mundo, El Señor mismo ayuno durante 40 días Lc 4, 1-2; y dio instrucciones referentes al ayuno, Mt 6, 16-18. En el Nuevo Testamento la forma más común de describir el ayuno es como una abstinencia, para el arrepentimiento y el crecimiento espiritual (Mc1,  6  ;  Ac  13,  2. 14,  23  ;  Rm  14,  21) Ya desde los tiempos apostólicos, la Iglesia ha proclamado la importancia del ayuno, y ha definido los miércoles y viernes, como días de ayuno (Did.,  8,  1); así como el ayuno antes de La Pascua (Irénée, in  Eusèbe,  Historia Ecclesiastica  5,  24. PG 20, 497 B- 508 AB).   Ciertamente en la práctica eclesiástica   adoptada durante siglos existía una diferencia; no sólo por el informe relativo al ayuno pascual   (Denys d’Alexandrie,  Epist. ad. Episc. Basilidem,  PG 10,  1277), Pero también con relación al número y con relación al contenido de otros períodos de ayunos, adoptados bajo la influencia de diversos factores, sobre todo litúrgicos y monásticos;   con el fin de preparar a los fieles a las grandes fiestas. De este modo el lazo indiscutible entre el ayuno y el culto, muestra el carácter y el fin del ayuno, y lo sitúa en su relación espiritual, razón por la cual todos los fieles han de aceptarlo, cada uno según sus fuerzas y posibilidades, sin descuidar por ello esta institución sagrada “Ten cuidado que nadie te desvía de esta vía de la enseñanza (…) Si puedes sostener todo el yugo del Señor, serás perfeccionado; si no lo puedes, haces aquel de lo que eres capaz. En cuanto al ayuno, sostenlo según tu fuerza”   Didache, 6, 1-3
3.   En cuanto combate espiritual, el verdadero ayuno en el espíritu está unido a   la oración incesante, y el sincero arrepentimiento, “el arrepentimiento sin ayuno, no vale nada” San Basilio, del ayuno, 1,  3, PG 31, 168 A” así como es nulo el ayuno sin las buenas obras, especialmente en nuestra época donde la repartición desigual e injusta de los bienes; llega hasta a privar a pueblos enteros de su pan de cada día. “Hermanos ayunamos corporalmente, ayunemos también en el espíritu, quebremos toda cadena de iniquidad, quebrantemos las pasiones violentas, denunciemos los contratos injustos, demos nuestro pan al hambriento, y recibamos a los que no tienen hogar”   (Sticher miércoles de la 1ª Semana de Cuaresma, Cf.  Es.  58,  6-7). “Ayunar no es sólo abstenerse de ciertos alimentos, la abstención   de ciertos alimentos no es suficiente para hacer un ayuno agradable, practiquemos el ayuno que Dios aceptara; que le será grato; el verdadero ayuno es apartarse del mal, controlar la lengua, evitar la cólera, alejar los malos deseos, la calumnia, la mentira, y el perjurio, la privación de todo esto es el verdadero ayuno; es por esto que el ayuno es bueno”.( Basilio el Grande, sobre el ayuno 2,  7. PG 31, 196 D). «  La abstención de ciertos alimentos   y la frugalidad en cuanto a la calidad y la cuantía, son la expresión externa del combate espiritual que es el ayuno. El ayuno como indica el mismo término, significa abstenerse de alimentos, pero los alimentos no nos hacen ni más justos, ni menos injustos; el ayuno tiene un significado profundo, del mismo modo que la comida es símbolo de vida, la abstención de alimento lo es de muerte; así mismo los humanos debemos ayunar; a fin de morir al mundo; y después   habiendo recibido el alimento divino, vivir en Dios” (Clemente de Alejandría, PG 9,  704D-705A). Por lo tanto el verdadero ayuno, se refiere al ensamblaje de la vida de los fieles en Cristo, encuentra su   apoyo en la participación en la vida litúrgica; de manera notable en el Sacramento de la Santa Eucaristía

4. El ayuno de 40 días del Señor, es el ejemplo que deben seguir los fieles, Le hace activa su participación a la obediencia al Señor, con el fin de que a través del ayuno pudiéramos gozar por la obediencia de lo que habíamos abandonado por la desobediencia, (Grégoire de Nazianze,  Or.45,  In sanctum Pascha  28, PG 36, 661 A). San Gregorio Palamas, lo resume de manera significativa toda la tradición patrística, de acuerdo a la espiritualidad del ayuno; sobre todo al de la Gran Cuaresma, dándole un sentido Cristo céntrico.
“Pues si ayunas, controlaras tus pasiones, morirás con Cristo, pero resucitaras, y renacerás   con Él; porque has   sido semejante a Él en la muerte, participarás de la Resurrección, y, serás heredero de su vida.  (Or. 13,  in  quinta jej. Dom., PG 151,  161).

5. Según la tradición ortodoxa, la medida de la   perfección espiritual, es la medida en Cristo; “plenitud de la estatura en Cristo, Ef 4, 13”. Es   un puesto muy alto, y cada uno debe, desearlo, esperarlo   y, actuar en consecuencia. Esta es la razón por la cual la ascética es la lucha espiritual, no tiene sitio en la vida actual como la perfección de los perfectos. Todos son llamados a corresponder, según sus fuerzas, a las exigencias de esta alta medida con el fin de alcanzar la salvación, por la gracia. Y los mismos que las practican no se enorgullecen en vano, si no que confiesan; “somos siervos inútiles, no hacemos más que lo que tenemos que hacer, LC 17, 10” nadie puede abandonar,   según la concepción ortodoxa concerniente a la vida espiritual,   el combate bueno del ayuno; pero se   remite a la misericordia de Dios por sus faltas, consciente plenamente de la mediocridad de su situación, y se somete a la autocrítica, porque es imposible acceder a la vida espiritual ortodoxa sin el   combate espiritual del   ayuno
6. La Iglesia ortodoxa como una madre afectiva, ha definido lo que conviene a la salvación, y, puso en primer lugar los periodos santos del ayuno, como un signo de protección dado por Dios; para salvaguardar la vida de los fieles en Cristo, contra las trampas del enemigo. Siguiendo a los Santos Padres preserva como antaño las prescripciones apostólicas, los cánones conciliares, y las tradiciones sagradas. Ella propone siempre, el ayuno sagrado, como la mejor vía para los fieles; para su perfeccionamiento espiritual, y su salvación. Proclama   la necesidad de los fieles de respetar a lo largo del año del Señor, los ayunos prescriptos; estos son “En La Gran Cuaresma, miércoles y viernes, ordenados por los santos cánones, los de Navidad; Santos Apóstoles, y Dormición de La Virgen; los ayunos diarios de la Exaltación de La Santa Cruz; de la vigilia de Epifanía, y de la Degollación de San Juan el Precursor; así como los ayunos propuestos por mandato pastoral, y, aquellos que libremente adopten los fieles
7. Sin embargo La Iglesia por clemencia pastoral; ha puesto límites por misericordia al régimen del ayuno; en   consecuencia aplica los principios eclesiásticos de economía, en caso de enfermedad corporal; de una necesidad imperiosa, o de   dificultad por el tiempo, bajo el discernimiento y la guía episcopal y pastoral de las Iglesias locales
8. De hecho hoy en día, numerosos fieles sea por negligencia; sea por las condiciones de la vida, que ellos consideran, no respetan las prescripciones concernientes al ayuno. Todos estos casos de   no observancia de las prescripciones sagradas del ayuno; que se dan tanto general, como individualmente, deben ser tratadas por La Iglesia con fines pastorales; “Porque Dios no desea la muerte del pecador, pero sí que se arrepienta y viva” (Ez. 33,11); sin el   valor del ayuno deba rebajarse. Permite pues a las Iglesias Ortodoxas locales, la delicadeza de fijar las medidas, en la economía de la misericordia,   y la indulgencia con el fin de aplicarlas para aliviar el peso, del sagrado ayuno, para todos los que tienen dificultades, para respetar todas las prescripciones que estas prescriben, ya sea por razones personales, enfermedad, servicio militar, trabajo, ya sea por razones generales, climáticas, económicas, estar en otro país, dificultad para conseguir el alimento, etc. Aliviando en estos casos particulares el ayuno sagrado en la forma que proceda sin rebajar en ningún caso la institución sagrada del ayuno. Esta clemencia misericordiosa debe ser aplicada por la Iglesia, con gran circunspección sobre todo con   más indulgencia hacia los jóvenes, Para los que las tradiciones, y prácticas de La Iglesia no siempre uniformes.
“Ayunar todos los días es un bien; pero el que ayuna no debe despreciar al que no ayuna. En estos casos   no es preciso legislar, ni forzar, no es conveniente conducir por la fuerza al Rebaño confiado por Dios, es preciso pues usar la persuasión, la dulzura, y, las buenas palabras. (San Juan Damasceno,  De sacris  jejuniis  3, PG 95, 68 B).
9.   En   otro modo, todos los fieles deben observar el sagrado ayuno, y la abstención de alimentos, desde la medianoche anterior a la recepción de la Divina Comunión, conviene también ayunar en señal de arrepentimiento, al hacer un voto espiritual; para el éxito de un sagrado fin; en la tentación, para acompañar las plegarias a Dios; antes del bautismo en el caso de los adultos, antes de la ordenación, en los casos de penitencia, en las peregrinaciones sagradas, y, en otros casos, análogos



traducido del francés de

https://mospat.ru/fr/category/news/page/7/




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