martes, 3 de enero de 2017

MENSAJE DE SU SANTIDAD FRANCISCO A SU SANTIDAD BARTOLOMÉ I, PATRIARCA ECUMÉNICO, POR LA FIESTA DE SAN ANDRÉS

(RV).- En la fiesta de San Andrés, Patrono de la Iglesia de Constantinopla, el Papa Francisco dirigió un mensaje al hermano Bartolomé I que junto a todo el Patriarcado hoy celebra a su santo Patrono. Como cada año, también en esta ocasión una delegación de la Santa Sede, encabezada por el Cardenal Kurt Koch, se encuentra en Estambul por la Fiesta del Patriarcado Ecuménico. Una visita que el Patriarcado devuelve cada 29 de junio enviando a Roma una delegación por la Fiesta de los Santos Patronos Pedro y Pablo.
Texto completo del Mensaje
Me alegra mucho, Vuestra Santidad, renovar la tradición de enviar una delegación a la solemne celebración de la fiesta de San Andrés Apóstol, Patrono del Patriarcado Ecuménico, para transmitirles mis mejores deseos, mi amado hermano en Cristo, así como a los miembros del Santo Sínodo, al clero ya todos los fieles reunidos en recuerdo de San Andrés. De esta manera, me complace responder a su costumbre de enviar una delegación de la Iglesia de Constantinopla para la fiesta de los santos Pedro y Pablo, santos patronos de la Iglesia de Roma.
El intercambio de delegaciones entre Roma y Constantinopla con motivo de las respectivas fiestas que honran a los hermanos apóstoles Pedro y Andrés es un signo visible de los lazos profundos que ya nos unen. Así también, es una expresión de nuestro anhelo de una comunión cada vez más profunda, hasta el día en que, si Dios quiere, podamos testimoniar nuestro amor el uno por el otro compartiendo la misma mesa eucarística. En este camino hacia la restauración de la comunión eucarística entre nosotros, estamos sostenidos por la intercesión no sólo de nuestros santos patrones, sino por la serie de mártires de todas las edades que "a pesar de la tragedia de nuestras divisiones ... han conservado un apego a Cristo Y al Padre tan radical y absoluto como para conducir hasta el derramamiento de sangre "(San Juan Pablo II, Ut unum sint, 83).
Es para los católicos una fuente de verdadero estímulo que en el Gran y Santo Concilio celebrado en junio pasado en Creta, se haya confirmado el firme compromiso de restablecer la unidad de los cristianos. Siempre fiel a su propia tradición, Su Santidad siempre ha permanecido consciente de las dificultades existentes a la unidad y nunca se ha cansado de apoyar las iniciativas que fomentan el encuentro y el diálogo. Sin embargo, la historia de las relaciones entre los cristianos ha sido tristemente marcada por conflictos que han dejado una profunda impresión en la memoria de los fieles. Por esta razón, algunos se aferran a las actitudes del pasado. Sabemos que sólo la oración, las buenas obras comunes y el diálogo pueden permitirnos superar la división y acercarnos unos a otros.
Gracias al proceso de diálogo, en las últimas décadas los católicos y los ortodoxos han empezado a reconocerse como hermanos y hermanas, a valorar mutuamente los dones y juntos han proclamado el Evangelio, han servido a la humanidad y la causa de la paz, han promovido la dignidad de El ser humano y el valor inestimable de la familia, y cuidamos de los más necesitados, así como la creación, nuestro hogar común. El diálogo teológico llevado a cabo por la Comisión Internacional Conjunta también ha hecho una contribución significativa a la comprensión mutua. El reciente documento Sinodalidad y Primacía en el Primer Milenio. Hacia un entendimiento común al servicio de la unidad de la Iglesia es el fruto de un largo e intenso estudio realizado por miembros de la Comisión Internacional Conjunta, a quienes expreso mi más sincera gratitud. Si bien quedan muchas preguntas, esta reflexión compartida sobre la relación entre sinodalidad y primacía en el primer milenio puede ofrecer un fundamento seguro para discernir las maneras en que se puede ejercer la primacía en la Iglesia cuando finalmente se reconcilian todos los cristianos de Oriente y Occidente.
Recuerdo con gran cariño nuestro reciente encuentro en Asís con otros cristianos y representantes de tradiciones religiosas reunidos para ofrecer un llamamiento unido a la paz en todo el mundo. Nuestra reunión fue una feliz oportunidad para profundizar nuestra amistad, que se expresa en una visión compartida de las grandes cuestiones que afectan la vida de la Iglesia y de toda la sociedad.
Su Santidad, estas son algunas de mis más profundas esperanzas que he querido expresar en un espíritu de genuina fraternidad. Al asegurarle mi recuerdo cotidiano en la oración, renuevo mis mejores deseos de paz, salud y abundantes bendiciones para usted y para todos aquellos que están confiados a su cuidado. Con sentimientos de afecto fraterno y de cercanía espiritual, cambio con Vuestra Santidad un abrazo de paz en el Señor.


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