miércoles, 1 de marzo de 2017

El Diálogo un don para las Iglesias


GRUPO MIXTO DE TRABAJO ENTRE LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA Y EL CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS
OCTAVA RELACIÓN 1999-2005.- APÉNDICE D (pp. 77-94).
Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico
Un estudio del GMT
Introducción

EL DIÁLOGO: UN DON PARA LAS IGLESIAS
1. Desde el establecimiento del movimiento ecuménico moderno, en el siglo XX, ha surgido una «cultura de diálogo» cuyos presupuestos filosóficos, culturales y teológicos se elaboraron durante la primera mitad del siglo. Esta cultura ha llevado a que se entablen nuevas relaciones entre las comunidades y las sociedades. No obstante, ha surgido también una contracultura, alimentada por el fundamentalismo, nuevas experiencias de vulnerabilidad, nuevas realidades políticas como el fin de la Guerra Fría y el comienzo de relaciones entre pueblos con visiones y objetivos muy diferentes, y por los efectos de la mundialización que han hecho crecer la conciencia de las identidades étnicas y nacionales. Esto se ha manifestado además en la desestabilización de instituciones y sistemas de valores y en un cuestionamiento a la autoridad. El diálogo se ha convertido en una condición sine qua non para naciones, iglesias y culturas. Para las iglesias cristianas, el diálogo es un imperativo que surge del Evangelio, que de este modo presenta una contrapropuesta a quienes adoptan posiciones exclusivistas.

2. En el presente documento se describen los efectos de la cultura de diálogo en las iglesias, se ofrece una reflexión teológica sobre la naturaleza del diálogo y se propone una espiritualidad que puede guiar a los cristianos y a sus comunidades en su acercamiento mutuo. Es un intento, basado en la experiencia adquirida desde 1967, de estimular a las iglesias para que continúen su diálogo ecuménico con compromiso y perseverancia.

3. El Grupo Mixto de Trabajo entre la Iglesia Católica Romana y el Consejo Mundial de Iglesias se formó en 1965. Empezó su labor reflexionando sobre la naturaleza del diálogo. En 1967, publicó un informe titulado «Diálogo Ecuménico», que desde entonces ha sido útil como material de referencia. La experiencia de los diálogos multilaterales de Fe y Constitución desde 1927 y los acuerdos de unión de iglesias, como los de la India meridional, inspiraron al Grupo Mixto de Trabajo cuando emprendió su tarea. 1967 no señaló el comienzo de los diálogos ecuménicos, pero debido a la activa participación de la Iglesia Católica Romana después del Concilio Vaticano II, éstos recibieron una energía y un alcance nuevos. Pronto llegaron a ser un instrumento clave para el progreso ecuménico.
4. Han pasado casi 40 años. El Grupo Mixto de Trabajo vuelve a presentar un documento de estudio sobre «Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico». Se han celebrado
(77 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo) en los planos local, nacional e internacional diálogos organizados en los que participaron todas las principales iglesias y comuniones confesionales. Se han alcanzado logros sustanciales y las entidades participantes han aclarado posiciones, se ha llegado a un consenso sobre asuntos importantes que producen división y se han determinado los obstáculos que subsisten para la unidad. Mientras tanto, ha cambiado el contexto del diálogo, ha continuado la reflexión sobre éste y ha aumentado la urgencia de buscar la unidad visible mediante un diálogo honesto y tenaz que trate de encontrar la verdad en el amor.

5. Desde 1967, como consecuencia del diálogo, han mejorado y se han intensificado las relaciones entre diferentes iglesias, Comuniones Cristianas Mundiales y familias cristianas. El diálogo ha estimulado a las iglesias para que se entiendan y ha ayudado a destruir estereotipos, echar abajo barreras históricas y favorecer relaciones nuevas y más positivas. Entre los ejemplos figuran:
– La Declaración Común de 1965 del Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras I, por la cual se eliminaban de la memoria y del seno de la Iglesia las sentencias de excomunión pronunciadas en 1054;
– El acuerdo cristológico entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Asiria de Oriente [1994];
– La Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación firmada por la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica en 1999, en la que se establece que las condenas de la opinión de una y otra sobre la justificación pronunciadas durante el período de la Reforma en las Confesiones Luteranas y el Concilio de Trento no se aplican hoy en día, en la medida en que sostengan la interpretación de dicha doctrina que se da en la Declaración Conjunta.
Estas son etapas significativas del camino hacia el reconocimiento mutuo, la comunión y la unidad visible de la Iglesia.

6. Los resultados de los diálogos internacionales han favorecido varias relaciones nuevas entre iglesias. La declaración de Fe y Constitución Bautismo, Eucaristía y Ministerio (BEM, 1982) y los diálogos bilaterales contribuyeron a sentar las bases para los acuerdos de Meissen, Porvoo y Llamados a una Misión Común entre anglicanos y luteranos de diferentes partes del mundo. El acuerdo bilateral entre las iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales ha facilitado la reconciliación entre estas familias eclesiales. El diálogo teológico de la Comisión Internacional Anglicana-Católica Romana (ARCIC) ha conducido al establecimiento de una nueva comisión para fomentar el aumento de la comunión entre estas iglesias, mediante la recepción de acuerdos y la elaboración de estrategias para consolidar la comunidad (CIACRUM, Comisión Internacional Anglicana y Católica Romana de Unidad y Misión).

7. Los diálogos también han ayudado a promover cambios de actitud en las comunidades que viven situaciones tensas.

8. Las ideas surgidas de los diálogos han encaminado a diferentes iglesias hacia la renovación y el cambio en su vida, su enseñanza y sus modelos de culto. Por ejemplo, BEM ha sido un estímulo para que algunas comunidades celebren con más frecuencia el Sacramento de la Cena del Señor y ha influido en la revisión de su propia liturgia.

9. Desde 1967 es claro que ha surgido una cultura de diálogo entre algunas iglesias, que influye en todos los aspectos de la vida de los cristianos. Es evidente en  (78 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo)  proyectos de colaboración cuando los miembros de comunidades diferentes tratan de atender las necesidades de los que están marginados en nuestro mundo. Se ve también en diversos grupos de discusión en los que intervienen miembros de diferentes comunidades. Es una actitud de apertura a las otras comunidades y a sus miembros.

10. Su Santidad el Papa Juan Pablo II ha denominado esta cultura «el diálogo de la conversión», en el que juntos, cristianos y comunidades, buscan el perdón por los pecados contra la unidad y viven en el espacio en el que Cristo, la fuente de unidad de la Iglesia, puede actuar eficazmente, con todo el poder del Espíritu (Ut Unum Sint, párr. 34,35). Si bien la actitud de diálogo debe manifestarse en todos los aspectos de la vida de los cristianos, la participación en diálogos internacionales y bilaterales es una forma muy concreta de diálogo.

DOS MANERAS DE MANTENER EL DIÁLOGO
11. Desde 1967, se han puesto de manifiesto dos maneras distintas de mantener esta forma concreta de diálogo ecuménico, cada una con su carácter propio y cada una abordando aspectos diferentes, aunque relacionados, de la búsqueda de comunión completa.

12. Los diálogos bilaterales entre representantes oficiales de dos Comuniones Cristianas Mundiales o familias eclesiales tratan de superar dificultades históricas entre estas comunidades. Se atiende a la historia y los textos clásicos que definen a esas comunidades y a las cuestiones corrientes, pasadas y presentes, que han inhibido las relaciones entre ellas y que obstaculizan el movimiento hacia la comunión. En estos diálogos normalmente se determina lo que se tiene en común, se aclaran diferencias, se buscan soluciones y se estimula la colaboración siempre que sea posible.

13. Los diálogos multilaterales funcionan en un marco más amplio, con representantes de iglesias designados oficialmente que tratan de inspirarse en la sabiduría de todas las tradiciones cristianas para investigar una cuestión teológica. Esto ha permitido establecer distinciones en cuestiones por las cuales los cristianos han estado divididos (ej. entre episcopé y episcopado), lo que ofrece a los diálogos bilaterales nuevas maneras de abordar dificultades históricas. Se les ha recordado a los cristianos que los diálogos multilaterales y bilaterales se celebran en el contexto de la misión de la Iglesia y como tal están al servicio de la unidad de la Iglesia «para que el mundo crea» (Jn. 17:21).

Además, el diálogo multilateral ha hecho hincapié en que los factores no doctrinales son importantes para entender las divisiones doctrinales; estas divisiones se han producido por una multiplicidad de razones – políticas, culturales, sociales, económicas y raciales, así como doctrinales – y es necesario abordar también esos factores en los procesos de reconciliación y de curación de recuerdos.

14. Los diálogos multilaterales y bilaterales son fundamentales para el proceso dialógico. En el mejor de los casos hay una interacción continua entre ellos, en la que cada tipo de diálogo se inspira en las ideas obtenidas en el otro. Todo diálogo debe estar sujeto al contexto histórico y cultural que influye en las relaciones entre las diferentes comunidades.

NUEVO CONTEXTO DE DIÁLOGO
15. Si bien las iglesias han abrazado una cultura de diálogo y es posible enumerar varios logros que se originan en la participación en conversaciones ecuménicas formales,
(Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico 79)
 han surgido nuevos factores en los treinta y seis años transcurridos desde la publicación de «Diálogo Ecuménico» que significan un nuevo contexto en el cual tiene lugar ese diálogo.

16. Aun cuando el diálogo ha hecho aumentar la sensibilidad y el compromiso ecuménico entre las tradiciones eclesiales, se ha producido también una renovada lealtad a la identidad confesional, que puede conducir a un confesionalismo exclusivista. En muchos casos ha habido poca disposición a cambiar. A veces esto se ha debido a la dificultad de alcanzar un consenso más amplio en las diferentes iglesias. En algunas ocasiones las dificultades en la recepción han provocado división dentro de las confesiones, puesto que cada vez resulta más claro que ninguna iglesia o tradición confesional es una entidad homogénea. En algunos casos, la recepción se ha hecho más difícil porque han surgido divisiones dentro y entre algunas iglesias sobre cuestiones culturales y éticas, cuestiones que rara vez son objeto de los diálogos mismos. Algunas iglesias sienten que las cuestiones que se tratan en los diálogos internacionales bilaterales y multilaterales están muy lejos de sus preocupaciones diarias. Después de más de 30 años de diálogo teológico y pese a los importantes acuerdos concertados durante este período, no todas las cuestiones que es necesario resolver para alcanzar la unidad han sido zanjadas. El proceso de reconciliación ha sido lento. Para algunos, y por razones diferentes, esto ha puesto en tela de juicio el valor de celebrar este tipo de diálogos teológicos.

17. No obstante, en todas partes del mundo es claro que las iglesias no pueden proclamar en forma creíble el Evangelio de la reconciliación si ellas mismas no están reconciliadas entre sí. Las iglesias divididas son un antitestimonio del Evangelio.

18. ¿Qué se puede aprender de la experiencia de diálogo sobre la naturaleza del diálogo ecuménico mismo? El nuevo contexto indica que se necesita reexaminar el diálogo ecuménico para vigorizar las ideas de «Diálogo Ecuménico» de 1967, reflexionar sobre los más de tres decenios de diálogo multilateral y bilateral y considerar los problemas que se han planteado.
Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico

HACIA UNA DESCRIPCIÓN DEL DIÁLOGO ECUMÉNICO
19. El diálogo ecuménico se busca en respuesta al ruego de Nuestro Señor por sus discípulos: «Que sean uno para que el mundo crea» (Jn. 17:21). Es esencialmente una conversación, interlocutores que hablan y escuchan. Cada uno habla desde su contexto y su perspectiva eclesial. El discurso dialógico intenta comunicar esa experiencia y esa perspectiva al otro y recibir lo mismo del otro para entrar en su experiencia y ver el mundo a través de los ojos del otro, por decirlo así. El objetivo del diálogo es que cada uno entienda bien al interlocutor. Es una experiencia espiritual entender al otro, escucharse y hablarse en el amor.

20. El diálogo implica caminar con el otro; la peregrinación es una metáfora apropiada para el diálogo. El diálogo representa una palabra –ni la primera ni la última – en un camino común, y señala un momento entre el «ya» de nuestras historias pasadas y el «aún no» de nuestro futuro. Representa la conversación de los discípulos en el camino de Emaús, contando los milagros que el Señor ha realizado, durante un viaje que culminó en el reconocimiento del Señor cuando partió el pan en una mesa común. (80 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo)

21. El diálogo es más que un intercambio de ideas. Es un «un intercambio de dones», un proceso por el cual buscamos juntos superar las divisiones aclarando los malentendidos del pasado mediante estudios históricos o evitar obstáculos descubriendo nuevos lenguajes o categorías. Y más: supone ser receptivo al ethos del otro y a esos aspectos de la tradición cristiana conservados en la herencia del otro. Las distintas tradiciones eclesiales muchas veces han dado preferencia a ciertos textos bíblicos y tradiciones sobre otros. En el proceso de diálogo, se nos invita a apropiarnos de nuevo de ellos y de ese modo ser testigos de las riquezas del Evangelio en su integridad.

22. Un objetivo central del diálogo lo constituye la investigación mutua del significado de la fe apostólica. Al mismo tiempo se llevan a cabo diálogos en el contexto de la fe viva de las comunidades en épocas y lugares determinados; por eso, siempre deberían reflejar la experiencia contextual. No se centran simplemente en sistemas o fórmulas de creencia sino en cómo las comunidades que intervienen en el diálogo los viven concretamente. Esto es particularmente cierto con respecto a los diálogos nacionales. Si bien es esencial considerar también el contexto en los diálogos internacionales, en este caso, no puede dominar ningún contexto local particular y se toma en consideración la manera total, a menudo compleja, que tiene una Comunión Cristiana Mundial de entenderse a sí misma.

23. Además, hay otra diferencia en relación al contexto, que se deriva de las muy diferentes maneras de entender la relación entre las expresiones locales y las universales de la Iglesia que tienen las Comuniones Cristianas Mundiales. Esto a su vez influye en el efecto de la experiencia contextual en el conjunto. Por eso, para muchas, la autoridad definitiva (y por lo tanto un aspecto de independencia en un grado u otro) radica en cada iglesia miembro de una comunión mundial (ej. en las iglesias nacidas de la Reforma). En otro caso (ej. la Iglesia Católica), los lazos de comunión de naturaleza teológica, canónica y espiritual gobiernan las relaciones entre cada iglesia y la Iglesia universal.

La noción misma de iglesia local implica que esté en comunión con todas las demás iglesias locales y con la Iglesia de Roma. Así pues, hay una influencia mutua continua entre las expresiones particulares y universales de la Iglesia. Si bien las expresiones particulares y universales de la Iglesia son interdependientes, se da prioridad a la unidad del todo.
24. En el diálogo se abordan las divisiones del pasado y se las examina mediante la exégesis, tratando de establecer qué pueden decir los interlocutores juntos sobre la fe actual. El diálogo intenta discernir el carácter evangélico de la fe, la vida y el culto actuales del interlocutor. Por eso el diálogo tiene carácter descriptivo.

FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DEL DIÁLOGO
25. El diálogo ecuménico refleja analógicamente la vida interna del Dios Trino y la revelación de Su amor. El Padre se comunica a través de su Palabra, su Hijo quien, a su vez, responde al Padre en el poder del Espíritu: una comunión de vida. En la plenitud del tiempo, Dios nos habló por medio de su Hijo (cf. Heb. 1:1-2); la Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1:14).  

26. El intercambio entre el Padre y el Hijo en el poder del Espíritu establece la interdependencia de las tres personas del Dios Trino. En la comunicación que Dios entabla con sus tres personas, nos invita a recibir Su Palabra y a responder en el amor. Así  (Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico 81) que por una participación en la actividad misericordiosa de Dios y el imperativo de la obediencia cristiana entramos en comunión con Dios que es comunión: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Emulando este modelo dialógico de hablar y escuchar, de revelarnos a nosotros mismos y recibir al otro, abandonamos nuestra ilusión de autosuficiencia y aislamiento y entablamos una relación de comunión.

27. La naturaleza misma de la existencia humana señala también que no vivimos o existimos los unos sin los otros. «No solo tenemos un encuentro, somos encuentro. El otro no es el límite de mí; el otro es parte y enriquecimiento de mi propia existencia. Así pues, el diálogo pertenece a la realidad de la existencia humana. La identidad es dialógica » (S. E. Cardenal Kasper).

PRESUPUESTOS DEL DIÁLOGO
28. El diálogo ecuménico presupone nuestra incorporación común a Cristo, por la fe y el bautismo y la acción del Espíritu Santo y nos reconocemos unas a otras como comunidades de fe que buscan la unidad en Cristo. (Véase el estudio del GMT «Implicaciones eclesiológicas y ecuménicas de un bautismo común» [2004].) En el diálogo ecuménico nos encontramos no como extranjeros sino como cohabitantes de la casa de Dios, como cristianos que, por nuestra comunión con el Dios Trino, ya experimentan una comunión real, «aunque no sea perfecta» (Unitatis Redintegratio, párr. 3).
29. El diálogo ecuménico presupone, pues, compromiso en la oración. Adopta un modelo cruciforme, en la intersección de nuestra relación «vertical» con Dios y nuestra comunión «horizontal» de unos con otros. En esto también imitamos la entrega y la vulnerabilidad de Cristo. Pasamos de nuestro ensimismamiento y nuestro egoísmo a la experiencia del otro y asumimos la vulnerabilidad de dejarnos conocer por el otro y de permitirnos ver el modo de vida, de testimonio y de culto cristiano de otro a través de sus ojos. En este intercambio nos permitimos experimentar una fusión de horizontes, que nos permite curar nuestras divisiones, fortalecer nuestro testimonio común y trabajar en la misión compartida de acercar el reino de Dios.

EL PROPÓSITO DEL DIÁLOGO ECUMÉNICO

30. El objetivo del diálogo ecuménico, como se expresa en la Declaración de Canberra «La unidad de la Iglesia como koinonía: don y llamada», es el del movimiento ecuménico mismo:
«La unidad de la Iglesia a la que estamos llamados es una koinonía dada y expresada en la confesión común de la fe apostólica; una vida sacramental común a la que se entra por el único bautismo y celebrada juntos en una comunidad eucarística; una vida común en la que miembros y ministros se reconocen y se reconcilian; y una misión común que da testimonio del Evangelio de la gracia de Dios a todas las personas y que sirve a toda la creación. El objetivo de la búsqueda de la comunión completa se realiza cuando todas las iglesias son capaces de reconocer las unas en las otras a la iglesia única, santa, católica y apostólica en su plenitud. Esta comunión completa se expresará en los planos local y universal por formas conciliares de vida y acción. En esta comunión las iglesias están unidas en todos los aspectos de su vida, juntas en todos los planos para confesar la única fe y participar en el culto y el testimonio, la decisión y la acción» (2.1). (82 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo)

31. El diálogo no tiene solamente como objetivo un acuerdo sobre la doctrina sino también la curación de los recuerdos por el arrepentimiento y el perdón mutuo. Puede también ser un camino para averiguar qué actividades se pueden hacer juntos, a fin de realizar juntos todo lo que no estamos obligados a hacer separados, como se expresó en la declaración de la Conferencia de Fe y Constitución celebrada en Lund en 1952.

LOS PRINCIPIOS DEL DIÁLOGO
32. La unidad de los cristianos es un don del Espíritu Santo, no un logro humano. El diálogo prepara para este don, ora por él y lo celebra una vez que se recibe.
33. El diálogo ecuménico es eclesial; los participantes vienen como representantes de sus tradiciones eclesiales y tratan de representar a su tradición mientras investigan los misterios divinos con representantes de otras tradiciones (cf. Directorio para la Aplicación de los Principios y Normas sobre el Ecumenismo, párr. 176).

34. El diálogo supone la igualdad de los participantes, como colaboradores que trabajan juntos para la unidad de los cristianos. Muestra reciprocidad, para que no se pretenda que los interlocutores adopten «nuestras» estructuras de diálogo (cf. Ut Unum Sint, párr. 27).

35. A medida que el diálogo avanza, es importante ser consciente de la «jerarquía de las verdades» en la que no todo es presentado en el mismo nivel de integración con las doctrinas esenciales de la fe cristiana. (cf. Directorio supra, párr. 176).

36. Las formulaciones doctrinales de la fe están cultural e históricamente condicionadas. La misma fe puede expresarse en diferentes lenguajes en momentos diferentes y reflejar nuevas percepciones y acontecimientos orgánicos. Tener conciencia de esto ha demostrado ser una experiencia liberadora en los diálogos y ha ayudado a crear posibilidades para el desenvolvimiento de nuevos entendimientos y relaciones. El proceso de discernir un consenso en la fe debe tomar en consideración los distintos enfoques, acentuaciones y lenguajes y respetar la diversidad y los límites a la diversidad dentro y entre los interlocutores.
La espiritualidad y la práctica del diálogo ecuménico

LA ESPIRITUALIDAD
37. Puesto que la vida cristiana es dialógica en sí (cf. párr. 23-24 supra), el diálogo ecuménico es una manera de ser, de vivir la vida cristiana. Aunque tiene características concretas, presupone una espiritualidad amplia de apertura al otro a la luz del imperativo de la unidad de los cristianos, dirigida por el Espíritu Santo. El diálogo es un proceso de discernimiento y como tal requiere paciencia, ya que el progreso ecuménico puede ser lento. Se requiere humildad para estar abierto a recibir la verdad de otro. Se requiere también compromiso en el amor, para buscar juntos que manifestemos esa unidad querida por nuestro Señor. De modo que podemos incluir las consideraciones siguientes sobre una espiritualidad de diálogo.

LA ESPIRITUALIDAD DE LOS INTERLOCUTORES COMO COMUNIDADES
38. Las comunidades que entablan un diálogo se comprometen a compartir un camino. Aunque intervienen unas pocas personas de cada parte, un diálogo tiene como (Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico 83) objetivo asistir a las comuniones de que se trate de avanzar paso a paso hacia la unidad trabajando para asegurar que cada interlocutor entienda, en el grado en que sea posible, cómo la vida y el testimonio del otro puede ser beneficioso para todos. Cuando este aspecto se descuida, los resultados del diálogo parecerán alejados de la experiencia de la iglesia y pueden no ser recibidos en la vida de ésta ni transformar las relaciones.
Además, cuando se descuida este aspecto del diálogo, el empeño ecuménico mismo pasa a ser una excusa para mantener el statu quo. Así que el diálogo ecuménico implica nuevas obligaciones espirituales no solo para cada participante, sino también para las comunidades en conjunto.

39. Una disposición a cambiar por el diálogo exige ver al otro diferentemente, cambiar nuestros modos de pensar, hablar y actuar con respecto al otro. Puesto que la unidad de los cristianos se realiza por medio del poder de Dios, no del nuestro, el diálogo es también un proceso de conversión, de discernimiento, de estar atentos al impulso de Dios. Nos abre al juicio y a la renovación. Por eso, tratando de estar abiertos a las relaciones transformadas y reconciliadas, recorremos procesos de curación y perdón.

40. El diálogo con los cristianos de los que estamos separados requiere examinar cómo nuestra identidad se ha construido en oposición al otro, es decir, cómo nos hemos identificado por lo que no somos. Superar las construcciones de identidad polémicas exige nuevos esfuerzos para articular la identidad de una manera más positiva, que distinga entre la identidad confesional como un signo de fidelidad a la fe y el confesionalismo como una ideología construida en enemistad con el otro. Esto supone una preparación espiritual y también teológica para el diálogo ecuménico. Comprendiendo las mutuas heridas y expresando y recibiendo el perdón pasamos de temernos los unos a los otros a ayudarnos a soportar las cargas, a ser llamados a sufrir juntos. El compromiso con el diálogo requiere, por lo menos, un examen de cómo nuestra iglesia educa a sus miembros sobre los interlocutores.

41. La preparación para el diálogo incluye recuperar recursos teológicos para la elaboración y el perfeccionamiento de la doctrina dentro de nuestra propia tradición. Esto exige una disposición a ser interpelados por los otros y a aprender de ellos. A medida que el encuentro se profundiza, comprobamos que nosotros mismos estamos incorporando reflexión teológica de la(s) tradición(es) de nuestro interlocutor a nuestra propia vida y que adherimos a los pensamientos y las palabras del otro como si fueran nuestros.

42. Nuestro compromiso común con la unidad de los cristianos requiere no solo oraciones de unos por otros sino una vida de oración en común.
La práctica

43. Cada diálogo es único y debe tener en consideración los factores que llevaron a los interlocutores a entablarlo en este momento. A este respecto pueden ser pertinentes los puntos siguientes:

CÓMO SON LOS INTERLOCUTORES
44. Las características de los interlocutores afectará necesariamente a la práctica de cada diálogo. Para estar de acuerdo con los objetivos y los métodos del diálogo, ya (84 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo)sea bilateral o multilateral, es decisivo comprender quiénes son los interlocutores, el origen de sus divisiones y/o el modo en que esas comunidades cristianas se han relacionado unas con otras.

45. Cada interlocutor tiene una interpretación particular de la historia de las divisiones. Uno o ambos pueden tener recuerdos críticos de poder y persecución originados en los actos de representantes de la otra comunidad parte en el diálogo. Puede haber considerables asimetrías entre los interlocutores (por ej. de tamaño, de manera de entenderse como iglesia, de capacidad de hablar en nombre de la comunidad eclesial más grande, de situación de mayoría o de minoría). El diálogo debe tener en cuenta estas asimetrías y cada interlocutor entender el punto de partida del otro. Muchos participantes en el diálogo están manteniendo también otros diálogos, tanto bilaterales como multilaterales. Los diálogos deberían estar interrelacionados e influir unos en otros.

TEMAS Y PUNTOS DEL ORDEN DEL DÍA DEL DIÁLOGO
46. El diálogo que persigue la unidad de los cristianos exige más que una cooperación en cuestiones que no generan división. Llevamos al diálogo ecuménico todo lo que queda fuera del principio de Lund que pregunta: «si las iglesias no deberían actuar juntas en todas las cuestiones excepto en aquellas en las que profundas diferencias de convicción las obligan a actuar por separado». Donde la conciencia hasta ahora ha prohibido la unidad, entablamos un diálogo precisamente para aclarar y superar esas profundas diferencias de convicción del pasado y del presente.

47. Los temas para el diálogo se sacan de la relación pasada y presente de los interlocutores. Al elegir los temas para tratar podríamos preguntar: « ¿Dónde, en nuestra relación como interlocutores, está en juego el Evangelio? ¿Qué nos impide reconocernos completamente?» El contexto influirá en la elección de los temas del diálogo; sin embargo, esos temas serán aun más pertinentes si se los sitúa dentro del ámbito más amplio de las divisiones históricas básicas entre los cristianos.
48. La historia debería informar la elección de los temas. Aunque cada generación debe apropiarse de nuevo de lo que ha sucedido antes, no deberíamos olvidar que estamos cooperando en un camino que empezó antes que nosotros y continuará después de nosotros.

49. Entre los temas podrían figurar no solo las formulaciones de doctrina, sino también las maneras de hacer teología y de utilizar las fuentes de la fe. Los propios métodos pueden ser el tema del diálogo. Elegir los puntos de partida exige discernir qué está maduro para la discusión. Puede ser importante empezar por examinar qué une a los interlocutores; tal vez sea necesario dejar de lado las cuestiones que generan más división hasta que una experiencia de confianza compartida haga posible abordarlas. Pero el diálogo entre iglesias divididas no puede postergar indefinidamente un examen de las cuestiones que constituyen el meollo de su división.

50. Los diálogos que han madurado a través de un acuerdo considerable en áreas de conflicto pueden servir para favorecer un compromiso constructivo en cuestiones determinadas. (Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico 85)
Los métodos
CONTEXTOS Y MANERAS DIFERENTES DE ABORDAR EL DIÁLOGO

51. Puesto que temas de diálogo diferentes exigen métodos diferentes, no podemos hablar de una manera de abordar el diálogo. Cada interlocutor estará más cómodo con unos métodos que con otros. No deberíamos suponer que hay que preferir ciertas maneras de entablar el diálogo a otras.

52. La experiencia del diálogo ecuménico en el siglo XX ha demostrado qué importante es examinar los factores históricos y socioeconómicos que afectan a las cuestiones doctrinales. Situar las formulaciones doctrinales en su contexto histórico puede darnos la libertad de expresar hoy la misma fe de nuevas formas. Este método, que tuvo como resultado la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, modeló una hermenéutica que puede ser fructífera en otra circunstancia.

53. El estudio sobre hermenéutica que realizó la Comisión de Fe y Constitución (Un Tesoro en Vasijas de Barro, documento Nº 182 de Fe y Constitución, 1998) repara en la manera cómo «leemos nuestra propia historia como comunidad y en cómo encontramos puntos de convergencia con las historias de los otros. Una «hermenéutica de la coherencia» propone tener una conciencia comprensiva de la fe y el testimonio de los otros, como complementarios de los nuestros. Una «hermenéutica de la confianza» indica que, por los dones del Espíritu Santo a la comunidad cristiana, son posibles la acogida y el reconocimiento mutuos. Una «hermenéutica de la sospecha» sugiere la pregunta «¿A qué intereses ha servido esta manera de leer?» Como el diálogo sirve a la causa del Evangelio único de Jesucristo, cada manera de «leer» puede llevarnos juntos a una mayor comprensión de la verdad.

54. El diálogo no es una negociación para encontrar un «mínimo común denominador » sino una búsqueda de nuevos puntos de vista para descubrir juntos el camino hacia adelante. A veces en los diálogos se confrontan cuestiones que suscitaron condenas mutuas en tiempos pasados. En este caso puede ayudar a aclarar cuál era la posición real de cada parte en esa época y cómo intentó cada una, con su posición, preservar la integridad del Evangelio en un contexto determinado. Quizá las exigencias del Evangelio hoy permitan a los interlocutores encontrar un terreno común.

55. No todos los conflictos doctrinales pueden resolverse fácilmente. Por lo tanto, un estudio cuidadoso de las posiciones – hasta qué punto son complementarias y en qué y cómo divergen – puede ser muy útil para favorecer la intensificación de las relaciones ecuménicas entre las iglesias.
PARTICIPANTES Y COMPETENCIAS

56. En el diálogo ecuménico de hoy se requieren varias competencias. Se necesita a quienes tienen conocimientos especializados en historia y doctrina, pero también a quienes aportan otras formas de conocimientos: los especialistas en liturgia, en ética y los misionólogos, así como a los que tienen responsabilidades pastorales de episcopé.
Cuanto más amplia es la participación de la iglesia en un diálogo, más aplicables serán sus conclusiones en la vida de la iglesia en su totalidad. Las distintas iglesias tienen diferentes maneras de entender cómo un individuo «representa» a la iglesia en un diálogo, pero todos los participantes deberían ser conscientes de que están sujetos a la disciplina de su tradición y responden ante ella. (86 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo)

57. Como se aconseja en «Diálogo Ecuménico» [1967], muchas veces es conveniente incluir observadores en el diálogo, para que determinen las implicaciones ecuménicas más amplias del trabajo e inviten a que las haya.
La recepción de los diálogos ecuménicos

58. Si se quiere que los acuerdos alcanzados por medio del diálogo ecuménico tengan efectos en la vida y el testimonio de las iglesias y conduzcan a un nuevo estadio de comunión, hay que prestar mucha atención a los procedimientos de recepción de los acuerdos para que toda la comunidad pueda participar en el proceso de discernimiento.
EL SIGNIFICADO DE LA RECEPCIÓN

59. La «recepción» es el proceso por el cual las iglesias hacen suyos los resultados de todos los encuentros mantenidos unas con otras, y de manera especial los puntos de convergencia y los acuerdos alcanzados sobre cuestiones en torno a las cuales han estado históricamente divididas. Como se hace notar en el informe del Sexto Foro sobre Diálogos Bilaterales:
La recepción es una parte integrante del movimiento hacia esa comunión plena que se realiza cuando «todas las iglesias son capaces de reconocer unas en las otras a la iglesia una, santa, católica y apostólica en su plenitud». [Declaración de Canberra]
De modo que la recepción es mucho más que las respuestas oficiales a los resultados del diálogo, aunque las respuestas oficiales son esenciales. Sin embargo, aunque los resultados de los diálogos teológicos internacionales no tienen que ver con toda la gama de relaciones interreligiosas, son un aspecto crucial de la recepción, como intentos concretos de superar lo que divide a las iglesias e impide la expresión de la unidad que quiere nuestro Señor.

LOS INSTRUMENTOS DE RECEPCIÓN

60. Las iglesias han creados modos e instrumentos apropiados para recibir los resultados de los diálogos internacionales bilaterales y multilaterales. Las estructuras y los procedimientos de toma de decisión que determinan el «pensamiento» de una iglesia o comunidad de iglesias reflejan la manera de entenderse y de gobernarse de cada iglesia o Comunión y su posición.
DIFICULTADES EN LA RECEPCIÓN

61. Las iglesias han encontrado dificultades en el proceso de recepción en parte debido a los modos y procedimientos diferentes.

62. Han surgido cuestiones de coherencia. Cuando una comunidad eclesial participa en varios diálogos con interlocutores de tradiciones eclesiales diferentes, la exposición de su manera de entenderse a sí misma debe ser coherente con lo que dice a todos los interlocutores y los resultados logrados en un diálogo deben ser coherentes con los logrados en los otros. Algunas Comuniones Cristianas Mundiales (la Comunión Anglicana, la Alianza Reformada Mundial, la Federación Luterana Mundial) han creado estructuras para verificar esto.(Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico 87)

63. Han surgido cuestiones que se consideran pertinentes. ¿Los temas del diálogo ecuménico son en gran parte los del orden del día de las iglesias de Europa y de América del Norte, aun cuando las divisiones doctrinales de que se trate fueron trasladadas por todo el mundo mediante la actividad misionera?

64. ¿Cómo se relacionan los diálogos internacionales con las prioridades pastorales y teológicas de las iglesias locales? Si los asuntos abordados no afectan a la vida concreta de las iglesias, la recepción se hace difícil. Se necesitan nuevas maneras para ayudar a las iglesias a ver que la desunión contradice el Evangelio de la reconciliación.

¿Cómo pueden los resultados de los diálogos internacionales comprometer a las iglesias concretamente en sus diferentes contextos? Muchos de los factores que inhiben la recepción de los diálogos son no doctrinales. En los casos en que hay tensiones evidentes entre mayoría y minoría deben tener lugar procesos de perdón, curación y reconciliación antes de los procedimientos de recepción y junto a éstos.

65. Por su propia naturaleza, los diálogos son mantenidos por representantes oficiales, competentes en las cuestiones sometidas a examen. Pero la recepción, si bien es un proceso de discernimiento que compete a la dirigencia de las iglesias, implica también el discernimiento de todo el pueblo de Dios. No atender la necesidad de educación y discernimiento de toda la comunidad ha dificultado la recepción. En los momentos críticos de algunos procesos ha aparecido el lenguaje «de arriba abajo» más que el de «abajo arriba». Por eso, cuando los diálogos buscan la comunión entre las iglesias, pueden conducir a la formación de grupos disidentes y divisiones dentro de las iglesias.
EXPERIENCIAS DE RECEPCIÓN POSITIVAS

66. ¿Cómo podrían realizarse los procedimientos de recepción para superar estos problemas? En los últimos treinta años varios diálogos internacionales han tenido una gran recepción, que llevó a nuevas expresiones de comunidad eclesial y a la renovación de las iglesias que intervinieron. Tal vez éstos puedan dar algunas pistas sobre lo que es esencial si se quiere que haya recepción.
UN ESTUDIO DE CASO MULTILATERAL

67. Uno de esos ejemplos lo ofrece el diálogo multilateral que dio origen a Bautismo, Eucaristía y Ministerio (BEM, 1982). El proceso de elaboración de BEM exigió tiempo, un diálogo constante con las iglesias, la provisión de materiales de estudio, un examen minucioso de las respuestas a los borradores, traducciones a muchas lenguas, basarse en lo que se había logrado previamente en materia de diálogo y el recurso a otros diálogos e iniciativas ecuménicas.

68. Este proceso llevó casi veinte años y, en realidad, las cuestiones se habían debatido antes durante cuarenta años. En el período 1963-1982 los procesos de redacción se enviaron tres veces a las iglesias, facultades de teología y organizaciones ecuménicas para recoger sus reacciones y sus comentarios. Se dio gran difusión a los borradores y en cada etapa de nueva redacción se tomaron con seriedad los comentarios. Muchas iglesias promovieron los debates de los borradores en las congregaciones, haciendo participar así a toda la comunidad. Los redactores también se inspiraron en diálogos internacionales bilaterales sobre temas conexos y en las ideas sacadas del movimiento litúrgico. El enfoque multilateral remontó las divisiones entre las iglesias y buscó las  (88 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo) causas para entender las cuestiones concretas (ej. anamnesis). Esto proporcionó puntos de referencia y situó las diferencias históricas en una perspectiva nueva.

69. Cada vez que era claro que iba a ser difícil de conseguir un acuerdo sobre determinada cuestión, ésta era objeto de una reunión de teólogos (por ej. la relación entre el bautismo de quienes hacen una profesión personal de fe y el bautismo de niños; la cuestión del episcopado). De esas consultas salió un nuevo lenguaje que permitió expresar acuerdos.

70. Una vez finalizado el texto, que fue aclamado por la Comisión de Fe y Constitución en 1982, se lo envió a las iglesias para que éstas respondieran. El documento iba acompañado de preguntas muy bien pensadas para que las iglesias, en un proceso de discernimiento, pudieran recibirlo. Un comentario adjunto facilitaba la comprensión de quienes no habían sido parte en el debate. Un volumen de ensayos teológicos estimulaba la discusión en las facultades de teología, mientras que una colección de materiales litúrgicos ayudó a las iglesias a reflexionar sobre la relación entre su interpretación teológica y su práctica litúrgica. Para dar una expresión litúrgica al acuerdo eucarístico, se creó una liturgia que ilustraba lo que la convergencia permitía con respecto a la celebración del sacramento. Esta «Liturgia de Lima» indudablemente ayudó a popularizar el acuerdo y el proceso de BEM.

71. BEM fue traducido a más de treinta lenguas, lo que facilitó su recepción en todo el mundo. Para perfeccionar el proceso, los integrantes de la Comisión de Fe y Constitución y el personal del programa dirigieron algunos seminarios. Se elaboraron guías de estudio en varios contextos que fueron útiles en los debates que tuvieron lugar en el plano de congregación y en el interreligioso. El proceso de concreción del texto, en el que participaron desde el principio las iglesias, facilitó las respuestas oficiales «con el grado máximo de autoridad» cuando, en 1982, el texto quedó terminado. Se recibieron unas 186 respuestas que se publicaron en seis volúmenes. La consecuencia de esto fue que el texto tuvo una autoridad ecuménica sin precedentes, lo que a su vez estimuló a las iglesias a entablar nuevas relaciones unas con otras.

72. Teniendo en cuenta esta convergencia, varias iglesias pudieron entablar nuevas  relaciones de comunión (por ej. las iglesias luteranas y anglicanas de los países nórdicos y bálticos, Gran Bretaña, Irlanda, Canadá, Alemania, Estados Unidos; las reformadas y luteranas de los Estados Unidos; las Iglesias Unidas y en vías de Unión de Sudáfrica, etc.). A otras iglesias se las invitó, mediante las preguntas, a renovar la frecuencia y el contenido litúrgico de sus celebraciones eucarísticas. Las distinciones que se hicieron con respecto al ministerio han facilitado los diálogos bilaterales, incluso en situaciones en las que esas cuestiones se habían hecho difíciles de tratar.
ALGUNOS ESTUDIOS DE CASO BILATERALES

73. Varios diálogos internacionales bilaterales también crearon mecanismos y modalidades de trabajo que han favorecido la recepción.
74. La firma oficial de la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación fue el resultado de una serie de actos de cooperación luterano-católica. La Declaración Conjunta fue el fruto de más de 30 años de diálogo internacional y nacional. En 1991, tras decidir centrarse más en la recepción de los resultados del diálogo, la Federación Luterana Mundial y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los (Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico 89) Cristianos elaboraron un documento de trabajo titulado «Estrategias para la recepción: perspectivas de la recepción de los documentos emanados del diálogo internacional luterano- católico». En 1993, establecieron una pequeña comisión mixta para redactar una Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación. Después cada parte sometió el borrador a sus procedimientos internos de evaluación. Los resultados de la evaluación condujeron a una revisión del borrador. En cada etapa, cada una de las partes fue apoyada por el grado máximo de autoridad. La versión final de la Declaración Conjunta fue aceptada formalmente por ambas partes en 1998 y firmada en 1999. La buena recepción de la Declaración se debió a la estrecha colaboración entre los dos interlocutores en el proceso de recepción.

75. El acuerdo resultante del diálogo entre las Iglesias Reformadas y las Iglesias Menonitas se selló con una visita a los campos de batalla en los que sus fuerzas habían combatido en el período de la Reforma. Las iglesias se arrepintieron, recibieron el perdón por permitir que el recuerdo de esos acontecimientos determinara las relaciones actuales y trataron de iniciar una nueva relación. Una constante interacción de acuerdo, comentarios y elucidaciones efectuada por las entidades patrocinadoras de la Comisión Internacional Anglicano-Católica Romana puede haber facilitado la recepción de sus informes de diálogo. Un interés que hubo en varios diálogos en los que participaron la Alianza Reformada Mundial y la Iglesia Católica Romana era relacionar la agenda teológica con las relaciones concretas de las iglesias reformadas y la Iglesia Católica Romana en todo el mundo. Este fue un primer intento de unir las agendas de un diálogo y de las iglesias locales.
ALGUNAS CONCLUSIONES RELATIVAS A LA RECEPCIÓN

76. Desde 1967 pueden distinguirse varios factores esenciales para los procedimientos de recepción. Para que los resultados del diálogo sean apropiados, es necesario el compromiso más amplio posible con la comunidad y sus teólogos. La mejor manera de hacer esto es por el intercambio, en los momentos oportunos de la elaboración de un texto, entre las personas que participan en los diálogos y las iglesias de que se trate, y elaborando el texto a la luz de los comentarios recibidos.

77. El proceso se perfecciona compartiendo los materiales bíblicos, teológicos y litúrgicos que ayudan a las comunidades a entender el camino que emprendieron los redactores y sitúan el tema tanto dentro de las confesiones implicadas como dentro de la exégesis moderna. El texto debería traducirse a todas las lenguas que se considere conveniente y acompañarse de guías de estudio (escritas por miembros del grupo de redacción, puesto que solo ellos conocen el camino recorrido para llegar al acuerdo). La recepción puede mejorarse con gestos simbólicos apropiados de las entidades patrocinadoras que indiquen que se ha llegado a una nueva etapa del camino hacia la manifestación más completa de la comunión.

78. Para la recepción y la puesta en práctica subsiguiente es importante idear instrumentos para la episcopé cooperativa. A la luz de los acuerdos alcanzados, hay que considerar los procedimientos de recepción que abarcan a ambas comunidades que tratan de entenderse. En la actualidad muchos procedimientos de recepción se llevan a cabo dentro de cada comunidad por separado.

79. Las visitas entre comunidades fomentan la intensificación de las relaciones. Debería ser natural invitar a los interlocutores a los acontecimientos importantes de la (90 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo)  vida de la iglesia y estimular la amistad de los cristianos en el plano local. El movimiento ecuménico incluye una espiritualidad de la hospitalidad, de la disposición para recibir al otro en nuestro propio lugar. El compromiso con el diálogo exige la disposición de los dirigentes eclesiásticos para ser ejemplos de una apertura nueva, compartiendo actos simbólicos y visitas, y estando presentes en momentos de alegría y de tristeza. Todos estos contactos favorecen la comprensión mutua y la recepción de los resultados del diálogo.
Desafíos para el diálogo en el siglo XXI

80. El movimiento ecuménico ha ayudado a los cristianos a salir del verdadero aislamiento de unas iglesias con respecto a otras experimentado durante centurias por las divisiones de los siglos V, XI o XVI. Hacia fines del siglo XX las iglesias pudieron hablar de compartir incluso ahora una comunión «real aunque imperfecta». Habida cuenta de estos logros, ¿cuáles son los desafíos para el diálogo ecuménico en el siglo XXI?

81. Si bien estos logros han sido considerables, durante este mismo período también ha habido una tendencia a una mayor fragmentación y fractura entre y dentro de las iglesias. Hay quienes afirman rotundamente que el diálogo es contrario a la tradición cristiana y quienes tienen pretensiones de absolutidad y unicidad. Bajo la influencia de la cultura posmoderna las estructuras de autoridad y la autoridad en todos los aspectos de la vida han sido puestas en tela de juicio. Esto dentro de las iglesias plantea problemas cuando de declaraciones doctrinales y de estructuras de gobierno se trata. Algunos se preguntan si es posible que alguien de un grupo represente a una comunidad. Que la sociedad trate cuestiones éticas de manera revolucionaria ha influido crecientemente en el modo cómo esas cuestiones aparecen en la agenda de las iglesias, donde es claro que la discusión de las diferentes opiniones trasciende la demarcación de confesiones y denominaciones. Es fundamental que se tomen en consideración estas características de la vida eclesial contemporánea ya que la cultura de diálogo se desarrolla en este decenio.

82. Sin embargo, nos limitamos a señalar algunas perspectivas generales que deben tenerse en cuenta y algunos desafíos que enfrentan el movimiento ecuménico en general y el diálogo en particular.
EL DESAFÍO DE UN MUNDO EN TRANSFORMACIÓN

83. El contexto general en el que vive la gente hoy en día, caracterizado por un mundo cada vez más interdependiente e interconectado, seguirá repercutiendo en los cristianos. En su sentido más positivo, esta mundialización expresa la aspiración de los seres humanos de convertirse en una familia. Sin embargo, la mundialización ha dividido más a la humanidad porque en el orden mundial actual las fuerzas de la mundialización se aplican a beneficiar a algunos en perjuicio de muchos.
84. En este contexto el movimiento ecuménico puede ser una semilla de esperanza en un mundo dividido económica, cultural, social y políticamente. Las alegrías y las tristezas, las esperanzas y la desesperación de todas las personas son también las de los cristianos. Respetando todos esfuerzos humanos por unir a las personas, el movimiento ecuménico puede a la vez hacer su contribución específica a la unidad de la familia
(Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico 91) humana curando las divisiones que existen entre los cristianos. Hay una respuesta a la mundialización que exige el establecimiento de buenas relaciones entre las estructuras sociales mundiales y nacionales. Un desafío ecuménico paralelo es el de lograr perspectivas comunes sobre la relación adecuada entre la expresión universal de la Iglesia y las expresiones locales y entre unidad y diversidad. Mostrando que el diálogo puede resolver las diferencias que subsisten, el progreso hecho con respecto a estas cuestiones eclesiológicas puede tener efectos positivos en las personas que enfrentan la mundialización.

85. De modo que el compromiso continúo con el diálogo ecuménico no solo favorece la reconciliación entre los cristianos sino que también es un signo de las más hondas aspiraciones de la humanidad de ser una familia.
EL DESAFÍO CONTINUO DE LA RECONCILIACIÓN DE LOS CRISTIANOS

86. Algunos desafíos se relacionan específicamente con el movimiento ecuménico.

87. Si bien nos regocijamos por los logros del movimiento ecuménico del siglo XX, reconocemos que la reconciliación de los cristianos dista mucho de ser completa. El diálogo ecuménico debe continuar a fin de resolver serias divergencias referentes a la fe apostólica. Éstas constituyen un obstáculo para lograr la unidad visible entre los cristianos, la unidad necesaria para ejercer la misión en un mundo destrozado.

88. En segundo lugar, el movimiento ecuménico es importante para los cristianos de todas partes. Al principio, la mayoría de los participantes del movimiento ecuménico provenían de Europa y América del Norte, aunque la minoría procedente de otros continentes influía mucho en las primeras reuniones ecuménicas y afirmaba que la desunión de la Iglesia era un pecado y un escándalo. Como se hizo notar supra, muchas de las principales divisiones entre los cristianos empezaron en Europa y los misioneros europeos y estadounidenses las trasladaron a otros continentes en el curso de sus actividades.

89. Pero hoy los participantes en los diálogos provienen de África, Asia, América Latina, Oceanía y el Caribe y sus aportes son importantes. Muchos estiman que la agenda ecuménica es menos apropiada y urgente que las tareas que ellos hacen para satisfacer las necesidades básicas de sus comunidades. No obstante, muchos cristianos se dan cuenta de que perpetuando las divisiones se debilita la credibilidad del Evangelio único y de que muchas de las cuestiones que enfrentan son en realidad cuestiones de unidad y división. Este Evangelio habla a las personas en sus diferentes culturas y lenguas, y curar las heridas de la división requiere los esfuerzos de los cristianos de todas partes del mundo. En los diálogos ecuménicos del siglo XXI debería prestarse mucha más atención a la diversidad de los cristianos de todo el mundo.

90. En tercer lugar, hemos tomado conciencia de los cambios que se han producido en el ámbito cristiano. Reconocemos que algunas de las comunidades cristianas de más rápido crecimiento son las evangélicas y las pentecostales. Muchas de éstas, si no la mayoría, no participan en el movimiento ecuménico y no tienen contacto con el CMI ni diálogo con la Iglesia Católica Romana. De hecho, las propias palabras «unidad» y «ecuménico» constituyen un problema para estas comunidades. El centro de su atención es la misión y no necesariamente la ven en el contexto de la colaboración con otras iglesias en una región determinada, aun en los lugares donde estas iglesias están  (92 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo) establecidas desde hace siglos. Un desafío de hoy es encontrar la manera de hacer que el diálogo ecuménico incluya en mayor medida a estos importantes grupos cristianos.

91. En cuarto lugar, los diálogos bilaterales se han centrado en cuestiones que necesitan resolverse para que pueda lograrse la reconciliación entre dos comuniones. Esto debe proseguir. Pero sería útil que algunos diálogos prestaran más sistemáticamente atención a la herencia cristiana que comparten Oriente y Occidente, como marco de referencia para todos y así tal vez todos los diálogos serían beneficiosos.
EL DESAFÍO DEL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

92. Pero, aunque el diálogo interreligioso no puede sustituir al diálogo ecuménico, aquél se mantiene entre las religiones del mundo. No trata de crear una religión pero permite la colaboración entre religiones fomentando valores espirituales para contribuir a la armonía de la sociedad y para ayudar a construir la paz mundial. Hoy es necesaria, y hasta imprescindible, la cooperación entre los cristianos para promover el diálogo interreligioso.
Últimamente se ha abusado de las religiones para justificar e incluso promover la violencia o se las ha marginado de los esfuerzos por construir la comunidad humana. Mediante la cooperación ecuménica en el diálogo interreligioso los cristianos pueden apoyar a las religiones del mundo fomentando la armonía y la paz.

93. No se debe confundir diálogo ecuménico y diálogo interreligioso. Si bien ambos están relacionados con la cultura de diálogo, cada uno tiene un objetivo y un método específicos. El diálogo ecuménico se mantiene entre cristianos y busca la unidad visible de los cristianos. Debe continuar porque la discordia entre los cristianos «abiertamente repugna a la voluntad de Cristo» (Unitatis Redintegratio 1) y debe ser superada.
Conclusión

94. Desde la declaración del GMT sobre el diálogo (1967) las iglesias participan en el diálogo, especialmente durante los últimos decenios del siglo XX. El diálogo ecuménico ha abierto nuevas perspectivas al demostrar que, pese a los siglos de separación, los cristianos divididos tienen muchas cosas en común. El diálogo ha contribuido a la reconciliación. La recepción de los resultados del diálogo ha contribuido a unir a los cristianos de varias maneras.

95. En el siglo XXI, el diálogo ecuménico continúa con los mismos objetivos pero en un nuevo contexto. El diálogo sigue siendo un instrumentos que los cristianos deben utilizar en su búsqueda de la unidad visible, objetivo que aún está por cumplirse. El diálogo sigue siendo un instrumento para ayudar en la reconciliación de los cristianos divididos.
En el tiempo en que vivimos, los resultados del diálogo deben revisarse continuamente en las iglesias. El diálogo ecuménico ya ha ayudado a cambiar las relaciones entre las iglesias. En el nuevo contexto de un mundo más globalizado, de un mundo de comunicación instantánea y abundante información, la tarea de la Iglesia de proclamar la Palabra de Dios y la salvación en Cristo entra en una competencia sin precedentes con las cosas que se proclaman desde todo tipo de información destinada a captar el corazón de la gente. Lo más urgente en este momento de la historia es que los cristianos den testimonio común del Evangelio dejando de lado sus divisiones y respondiendo al ruego del(Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico 93)

Señor que oró por sus discípulos «que sean uno […] para que el mundo crea» (Jn. 17:21).

UNA NOTA SOBRE EL PROCEDIMIENTO.
Después que el Obispo Walter Kasper y el Dr. Konrad Raiser presentaron los documentos sobre el diálogo, en el primer plenario se estableció una serie de cuestiones que debían tratarse en un documento de estudio sobre diálogo. Un pequeño grupo de redacción compuesto por Eden Grace, la Dra. Susan Wood, Mons. Félix Machado, Mons. John Radano y el Revdo. Dr. Alan Falconer se reunió en Cartigny, Suiza, en febrero de 2003, y elaboró un borrador inicial. Después de los debates del plenario de Bari, el texto se siguió elaborando por correo electrónico y en una sesión de redacción de un día celebrada en septiembre de 2003 (Falconer, Radano y el Dr. Thomas Best). Después de otro examen en la reunión del Ejecutivo del GMT celebrada en noviembre de 2004, se le pidió al Obispo David Hamid que hiciera la corrección de estilo del texto. El plenario del GMT aprobó el documento de estudio en la reunión celebrada en mayo de 2004 en Chania, Creta.
94 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo
GINEBRA-ROMA 2005
WCC Publications Geneva.- Web del CMI  http://www.wcc.coe.org.



Enviado por el P. D. Benito González Raposo, Delegado de ecumenismo de la diócesis de Santiago de Compostela, tutor, director y encargado espiritual y dirigente del grupo de ecumenismo del Hogar de Santa Margarita en La Coruña

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