GRUPO MIXTO DE TRABAJO ENTRE LA
IGLESIA CATÓLICA ROMANA Y EL CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS
OCTAVA RELACIÓN 1999-2005.-
APÉNDICE D (pp. 77-94).
Naturaleza y finalidad del
diálogo ecuménico
Un estudio del GMT
Introducción
EL DIÁLOGO: UN DON PARA LAS
IGLESIAS
1. Desde el establecimiento del
movimiento ecuménico moderno, en el siglo XX, ha surgido una «cultura de
diálogo» cuyos presupuestos filosóficos, culturales y teológicos se elaboraron
durante la primera mitad del siglo. Esta cultura ha llevado a que se entablen
nuevas relaciones entre las comunidades y las sociedades. No obstante, ha
surgido también una contracultura, alimentada por el fundamentalismo, nuevas
experiencias de vulnerabilidad, nuevas realidades políticas como el fin de la
Guerra Fría y el comienzo de relaciones entre pueblos con visiones y objetivos
muy diferentes, y por los efectos de la mundialización que han hecho crecer la
conciencia de las identidades étnicas y nacionales. Esto se ha manifestado
además en la desestabilización de instituciones y sistemas de valores y en un
cuestionamiento a la autoridad. El diálogo se ha convertido en una condición
sine qua non para naciones, iglesias y culturas. Para las iglesias cristianas,
el diálogo es un imperativo que surge del Evangelio, que de este modo presenta
una contrapropuesta a quienes adoptan posiciones exclusivistas.
2. En el presente documento se
describen los efectos de la cultura de diálogo en las iglesias, se ofrece una
reflexión teológica sobre la naturaleza del diálogo y se propone una espiritualidad
que puede guiar a los cristianos y a sus comunidades en su acercamiento mutuo.
Es un intento, basado en la experiencia adquirida desde 1967, de estimular a
las iglesias para que continúen su diálogo ecuménico con compromiso y
perseverancia.
3. El Grupo Mixto de Trabajo
entre la Iglesia Católica Romana y el Consejo Mundial de Iglesias se formó en
1965. Empezó su labor reflexionando sobre la naturaleza del diálogo. En 1967,
publicó un informe titulado «Diálogo Ecuménico», que desde entonces ha sido
útil como material de referencia. La experiencia de los diálogos multilaterales
de Fe y Constitución desde 1927 y los acuerdos de unión de iglesias, como los
de la India meridional, inspiraron al Grupo Mixto de Trabajo cuando emprendió
su tarea. 1967 no señaló el comienzo de los diálogos ecuménicos, pero debido a
la activa participación de la Iglesia Católica Romana después del Concilio
Vaticano II, éstos recibieron una energía y un alcance nuevos. Pronto llegaron
a ser un instrumento clave para el progreso ecuménico.
4. Han pasado casi 40 años. El
Grupo Mixto de Trabajo vuelve a presentar un documento de estudio sobre
«Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico». Se han celebrado
(77 Octava Relación del Grupo
Mixto de Trabajo) en los planos local, nacional e internacional diálogos
organizados en los que participaron todas las principales iglesias y comuniones
confesionales. Se han alcanzado logros sustanciales y las entidades
participantes han aclarado posiciones, se ha llegado a un consenso sobre asuntos
importantes que producen división y se han determinado los obstáculos que
subsisten para la unidad. Mientras tanto, ha cambiado el contexto del diálogo,
ha continuado la reflexión sobre éste y ha aumentado la urgencia de buscar la
unidad visible mediante un diálogo honesto y tenaz que trate de encontrar la
verdad en el amor.
5. Desde 1967, como consecuencia
del diálogo, han mejorado y se han intensificado las relaciones entre
diferentes iglesias, Comuniones Cristianas Mundiales y familias cristianas. El
diálogo ha estimulado a las iglesias para que se entiendan y ha ayudado a
destruir estereotipos, echar abajo barreras históricas y favorecer relaciones
nuevas y más positivas. Entre los ejemplos figuran:
– La Declaración Común de 1965
del Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras I, por la cual se
eliminaban de la memoria y del seno de la Iglesia las sentencias de excomunión
pronunciadas en 1054;
– El acuerdo cristológico entre
la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Asiria de Oriente [1994];
– La Declaración Conjunta sobre
la Doctrina de la Justificación firmada por la Federación Luterana Mundial y la
Iglesia Católica en 1999, en la que se establece que las condenas de la opinión
de una y otra sobre la justificación pronunciadas durante el período de la
Reforma en las Confesiones Luteranas y el Concilio de Trento no se aplican hoy
en día, en la medida en que sostengan la interpretación de dicha doctrina que
se da en la Declaración Conjunta.
Estas son etapas significativas
del camino hacia el reconocimiento mutuo, la comunión y la unidad visible de la
Iglesia.
6. Los resultados de los diálogos
internacionales han favorecido varias relaciones nuevas entre iglesias. La
declaración de Fe y Constitución Bautismo, Eucaristía y Ministerio (BEM, 1982)
y los diálogos bilaterales contribuyeron a sentar las bases para los acuerdos
de Meissen, Porvoo y Llamados a una Misión Común entre anglicanos y luteranos
de diferentes partes del mundo. El acuerdo bilateral entre las iglesias
ortodoxas y ortodoxas orientales ha facilitado la reconciliación entre estas
familias eclesiales. El diálogo teológico de la Comisión Internacional
Anglicana-Católica Romana (ARCIC) ha conducido al establecimiento de una nueva
comisión para fomentar el aumento de la comunión entre estas iglesias, mediante
la recepción de acuerdos y la elaboración de estrategias para consolidar la
comunidad (CIACRUM, Comisión Internacional Anglicana y Católica Romana de
Unidad y Misión).
7. Los diálogos también han
ayudado a promover cambios de actitud en las comunidades que viven situaciones
tensas.
8. Las ideas surgidas de los
diálogos han encaminado a diferentes iglesias hacia la renovación y el cambio
en su vida, su enseñanza y sus modelos de culto. Por ejemplo, BEM ha sido un
estímulo para que algunas comunidades celebren con más frecuencia el Sacramento
de la Cena del Señor y ha influido en la revisión de su propia liturgia.
9. Desde 1967 es claro que ha
surgido una cultura de diálogo entre algunas iglesias, que influye en todos los
aspectos de la vida de los cristianos. Es evidente en (78 Octava Relación del Grupo Mixto de
Trabajo) proyectos de colaboración
cuando los miembros de comunidades diferentes tratan de atender las necesidades
de los que están marginados en nuestro mundo. Se ve también en diversos grupos
de discusión en los que intervienen miembros de diferentes comunidades. Es una
actitud de apertura a las otras comunidades y a sus miembros.
10. Su Santidad el Papa Juan
Pablo II ha denominado esta cultura «el diálogo de la conversión», en el que
juntos, cristianos y comunidades, buscan el perdón por los pecados contra la
unidad y viven en el espacio en el que Cristo, la fuente de unidad de la
Iglesia, puede actuar eficazmente, con todo el poder del Espíritu (Ut Unum
Sint, párr. 34,35). Si bien la actitud de diálogo debe manifestarse en todos
los aspectos de la vida de los cristianos, la participación en diálogos
internacionales y bilaterales es una forma muy concreta de diálogo.
DOS MANERAS DE MANTENER EL
DIÁLOGO
11. Desde 1967, se han puesto de
manifiesto dos maneras distintas de mantener esta forma concreta de diálogo
ecuménico, cada una con su carácter propio y cada una abordando aspectos
diferentes, aunque relacionados, de la búsqueda de comunión completa.
12. Los diálogos bilaterales
entre representantes oficiales de dos Comuniones Cristianas Mundiales o
familias eclesiales tratan de superar dificultades históricas entre estas
comunidades. Se atiende a la historia y los textos clásicos que definen a esas
comunidades y a las cuestiones corrientes, pasadas y presentes, que han
inhibido las relaciones entre ellas y que obstaculizan el movimiento hacia la
comunión. En estos diálogos normalmente se determina lo que se tiene en común,
se aclaran diferencias, se buscan soluciones y se estimula la colaboración
siempre que sea posible.
13. Los diálogos multilaterales
funcionan en un marco más amplio, con representantes de iglesias designados
oficialmente que tratan de inspirarse en la sabiduría de todas las tradiciones
cristianas para investigar una cuestión teológica. Esto ha permitido establecer
distinciones en cuestiones por las cuales los cristianos han estado divididos
(ej. entre episcopé y episcopado), lo que ofrece a los diálogos bilaterales
nuevas maneras de abordar dificultades históricas. Se les ha recordado a los
cristianos que los diálogos multilaterales y bilaterales se celebran en el
contexto de la misión de la Iglesia y como tal están al servicio de la unidad
de la Iglesia «para que el mundo crea» (Jn. 17:21).
Además, el diálogo multilateral
ha hecho hincapié en que los factores no doctrinales son importantes para
entender las divisiones doctrinales; estas divisiones se han producido por una
multiplicidad de razones – políticas, culturales, sociales, económicas y
raciales, así como doctrinales – y es necesario abordar también esos factores
en los procesos de reconciliación y de curación de recuerdos.
14. Los diálogos multilaterales y
bilaterales son fundamentales para el proceso dialógico. En el mejor de los
casos hay una interacción continua entre ellos, en la que cada tipo de diálogo
se inspira en las ideas obtenidas en el otro. Todo diálogo debe estar sujeto al
contexto histórico y cultural que influye en las relaciones entre las
diferentes comunidades.
NUEVO CONTEXTO DE DIÁLOGO
15. Si bien las iglesias han
abrazado una cultura de diálogo y es posible enumerar varios logros que se
originan en la participación en conversaciones ecuménicas formales,
(Naturaleza y finalidad del
diálogo ecuménico 79)
han surgido nuevos factores en los treinta y
seis años transcurridos desde la publicación de «Diálogo Ecuménico» que
significan un nuevo contexto en el cual tiene lugar ese diálogo.
16. Aun cuando el diálogo ha
hecho aumentar la sensibilidad y el compromiso ecuménico entre las tradiciones
eclesiales, se ha producido también una renovada lealtad a la identidad
confesional, que puede conducir a un confesionalismo exclusivista. En muchos
casos ha habido poca disposición a cambiar. A veces esto se ha debido a la
dificultad de alcanzar un consenso más amplio en las diferentes iglesias. En
algunas ocasiones las dificultades en la recepción han provocado división
dentro de las confesiones, puesto que cada vez resulta más claro que ninguna
iglesia o tradición confesional es una entidad homogénea. En algunos casos, la
recepción se ha hecho más difícil porque han surgido divisiones dentro y entre
algunas iglesias sobre cuestiones culturales y éticas, cuestiones que rara vez
son objeto de los diálogos mismos. Algunas iglesias sienten que las cuestiones
que se tratan en los diálogos internacionales bilaterales y multilaterales
están muy lejos de sus preocupaciones diarias. Después de más de 30 años de
diálogo teológico y pese a los importantes acuerdos concertados durante este
período, no todas las cuestiones que es necesario resolver para alcanzar la
unidad han sido zanjadas. El proceso de reconciliación ha sido lento. Para
algunos, y por razones diferentes, esto ha puesto en tela de juicio el valor de
celebrar este tipo de diálogos teológicos.
17. No obstante, en todas partes
del mundo es claro que las iglesias no pueden proclamar en forma creíble el
Evangelio de la reconciliación si ellas mismas no están reconciliadas entre sí.
Las iglesias divididas son un antitestimonio del Evangelio.
18. ¿Qué se puede aprender de la
experiencia de diálogo sobre la naturaleza del diálogo ecuménico mismo? El
nuevo contexto indica que se necesita reexaminar el diálogo ecuménico para
vigorizar las ideas de «Diálogo Ecuménico» de 1967, reflexionar sobre los más
de tres decenios de diálogo multilateral y bilateral y considerar los problemas
que se han planteado.
Naturaleza y finalidad del
diálogo ecuménico
HACIA UNA DESCRIPCIÓN DEL DIÁLOGO
ECUMÉNICO
19. El diálogo ecuménico se busca
en respuesta al ruego de Nuestro Señor por sus discípulos: «Que sean uno para
que el mundo crea» (Jn. 17:21). Es esencialmente una conversación,
interlocutores que hablan y escuchan. Cada uno habla desde su contexto y su
perspectiva eclesial. El discurso dialógico intenta comunicar esa experiencia y
esa perspectiva al otro y recibir lo mismo del otro para entrar en su
experiencia y ver el mundo a través de los ojos del otro, por decirlo así. El
objetivo del diálogo es que cada uno entienda bien al interlocutor. Es una
experiencia espiritual entender al otro, escucharse y hablarse en el amor.
20. El diálogo implica caminar
con el otro; la peregrinación es una metáfora apropiada para el diálogo. El
diálogo representa una palabra –ni la primera ni la última – en un camino
común, y señala un momento entre el «ya» de nuestras historias pasadas y el
«aún no» de nuestro futuro. Representa la conversación de los discípulos en el
camino de Emaús, contando los milagros que el Señor ha realizado, durante un
viaje que culminó en el reconocimiento del Señor cuando partió el pan en una
mesa común. (80 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo)
21. El diálogo es más que un
intercambio de ideas. Es un «un intercambio de dones», un proceso por el cual
buscamos juntos superar las divisiones aclarando los malentendidos del pasado
mediante estudios históricos o evitar obstáculos descubriendo nuevos lenguajes
o categorías. Y más: supone ser receptivo al ethos del otro y a esos aspectos
de la tradición cristiana conservados en la herencia del otro. Las distintas
tradiciones eclesiales muchas veces han dado preferencia a ciertos textos
bíblicos y tradiciones sobre otros. En el proceso de diálogo, se nos invita a
apropiarnos de nuevo de ellos y de ese modo ser testigos de las riquezas del
Evangelio en su integridad.
22. Un objetivo central del
diálogo lo constituye la investigación mutua del significado de la fe
apostólica. Al mismo tiempo se llevan a cabo diálogos en el contexto de la fe
viva de las comunidades en épocas y lugares determinados; por eso, siempre
deberían reflejar la experiencia contextual. No se centran simplemente en
sistemas o fórmulas de creencia sino en cómo las comunidades que intervienen en
el diálogo los viven concretamente. Esto es particularmente cierto con respecto
a los diálogos nacionales. Si bien es esencial considerar también el contexto
en los diálogos internacionales, en este caso, no puede dominar ningún contexto
local particular y se toma en consideración la manera total, a menudo compleja,
que tiene una Comunión Cristiana Mundial de entenderse a sí misma.
23. Además, hay otra diferencia
en relación al contexto, que se deriva de las muy diferentes maneras de
entender la relación entre las expresiones locales y las universales de la
Iglesia que tienen las Comuniones Cristianas Mundiales. Esto a su vez influye
en el efecto de la experiencia contextual en el conjunto. Por eso, para muchas,
la autoridad definitiva (y por lo tanto un aspecto de independencia en un grado
u otro) radica en cada iglesia miembro de una comunión mundial (ej. en las
iglesias nacidas de la Reforma). En otro caso (ej. la Iglesia Católica), los
lazos de comunión de naturaleza teológica, canónica y espiritual gobiernan las
relaciones entre cada iglesia y la Iglesia universal.
La noción misma de iglesia local
implica que esté en comunión con todas las demás iglesias locales y con la
Iglesia de Roma. Así pues, hay una influencia mutua continua entre las
expresiones particulares y universales de la Iglesia. Si bien las expresiones
particulares y universales de la Iglesia son interdependientes, se da prioridad
a la unidad del todo.
24. En el diálogo se abordan las
divisiones del pasado y se las examina mediante la exégesis, tratando de
establecer qué pueden decir los interlocutores juntos sobre la fe actual. El
diálogo intenta discernir el carácter evangélico de la fe, la vida y el culto
actuales del interlocutor. Por eso el diálogo tiene carácter descriptivo.
FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DEL
DIÁLOGO
25. El diálogo ecuménico refleja
analógicamente la vida interna del Dios Trino y la revelación de Su amor. El
Padre se comunica a través de su Palabra, su Hijo quien, a su vez, responde al
Padre en el poder del Espíritu: una comunión de vida. En la plenitud del
tiempo, Dios nos habló por medio de su Hijo (cf. Heb. 1:1-2); la Palabra de
Dios se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn. 1:14).
26. El intercambio entre el Padre
y el Hijo en el poder del Espíritu establece la interdependencia de las tres
personas del Dios Trino. En la comunicación que Dios entabla con sus tres
personas, nos invita a recibir Su Palabra y a responder en el amor. Así (Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico
81) que por una participación en la actividad misericordiosa de Dios y el
imperativo de la obediencia cristiana entramos en comunión con Dios que es
comunión: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Emulando este modelo dialógico de
hablar y escuchar, de revelarnos a nosotros mismos y recibir al otro,
abandonamos nuestra ilusión de autosuficiencia y aislamiento y entablamos una
relación de comunión.
27. La naturaleza misma de la existencia
humana señala también que no vivimos o existimos los unos sin los otros. «No
solo tenemos un encuentro, somos encuentro. El otro no es el límite de mí; el
otro es parte y enriquecimiento de mi propia existencia. Así pues, el diálogo
pertenece a la realidad de la existencia humana. La identidad es dialógica »
(S. E. Cardenal Kasper).
PRESUPUESTOS DEL DIÁLOGO
28. El diálogo ecuménico
presupone nuestra incorporación común a Cristo, por la fe y el bautismo y la
acción del Espíritu Santo y nos reconocemos unas a otras como comunidades de fe
que buscan la unidad en Cristo. (Véase el estudio del GMT «Implicaciones
eclesiológicas y ecuménicas de un bautismo común» [2004].) En el diálogo
ecuménico nos encontramos no como extranjeros sino como cohabitantes de la casa
de Dios, como cristianos que, por nuestra comunión con el Dios Trino, ya
experimentan una comunión real, «aunque no sea perfecta» (Unitatis
Redintegratio, párr. 3).
29. El diálogo ecuménico
presupone, pues, compromiso en la oración. Adopta un modelo cruciforme, en la
intersección de nuestra relación «vertical» con Dios y nuestra comunión
«horizontal» de unos con otros. En esto también imitamos la entrega y la
vulnerabilidad de Cristo. Pasamos de nuestro ensimismamiento y nuestro egoísmo
a la experiencia del otro y asumimos la vulnerabilidad de dejarnos conocer por
el otro y de permitirnos ver el modo de vida, de testimonio y de culto
cristiano de otro a través de sus ojos. En este intercambio nos permitimos
experimentar una fusión de horizontes, que nos permite curar nuestras
divisiones, fortalecer nuestro testimonio común y trabajar en la misión
compartida de acercar el reino de Dios.
EL PROPÓSITO DEL DIÁLOGO
ECUMÉNICO
30. El objetivo del diálogo
ecuménico, como se expresa en la Declaración de Canberra «La unidad de la
Iglesia como koinonía: don y llamada», es el del movimiento ecuménico mismo:
«La unidad de la Iglesia a la que
estamos llamados es una koinonía dada y expresada en la confesión común de la
fe apostólica; una vida sacramental común a la que se entra por el único
bautismo y celebrada juntos en una comunidad eucarística; una vida común en la
que miembros y ministros se reconocen y se reconcilian; y una misión común que
da testimonio del Evangelio de la gracia de Dios a todas las personas y que
sirve a toda la creación. El objetivo de la búsqueda de la comunión completa se
realiza cuando todas las iglesias son capaces de reconocer las unas en las
otras a la iglesia única, santa, católica y apostólica en su plenitud. Esta
comunión completa se expresará en los planos local y universal por formas
conciliares de vida y acción. En esta comunión las iglesias están unidas en
todos los aspectos de su vida, juntas en todos los planos para confesar la
única fe y participar en el culto y el testimonio, la decisión y la acción»
(2.1). (82 Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo)
31. El diálogo no tiene solamente
como objetivo un acuerdo sobre la doctrina sino también la curación de los
recuerdos por el arrepentimiento y el perdón mutuo. Puede también ser un camino
para averiguar qué actividades se pueden hacer juntos, a fin de realizar juntos
todo lo que no estamos obligados a hacer separados, como se expresó en la
declaración de la Conferencia de Fe y Constitución celebrada en Lund en 1952.
LOS PRINCIPIOS DEL DIÁLOGO
32. La unidad de los cristianos
es un don del Espíritu Santo, no un logro humano. El diálogo prepara para este
don, ora por él y lo celebra una vez que se recibe.
33. El diálogo ecuménico es
eclesial; los participantes vienen como representantes de sus tradiciones
eclesiales y tratan de representar a su tradición mientras investigan los
misterios divinos con representantes de otras tradiciones (cf. Directorio para
la Aplicación de los Principios y Normas sobre el Ecumenismo, párr. 176).
34. El diálogo supone la igualdad
de los participantes, como colaboradores que trabajan juntos para la unidad de
los cristianos. Muestra reciprocidad, para que no se pretenda que los
interlocutores adopten «nuestras» estructuras de diálogo (cf. Ut Unum Sint, párr.
27).
35. A medida que el diálogo
avanza, es importante ser consciente de la «jerarquía de las verdades» en la
que no todo es presentado en el mismo nivel de integración con las doctrinas
esenciales de la fe cristiana. (cf. Directorio supra, párr. 176).
36. Las formulaciones doctrinales
de la fe están cultural e históricamente condicionadas. La misma fe puede
expresarse en diferentes lenguajes en momentos diferentes y reflejar nuevas
percepciones y acontecimientos orgánicos. Tener conciencia de esto ha
demostrado ser una experiencia liberadora en los diálogos y ha ayudado a crear
posibilidades para el desenvolvimiento de nuevos entendimientos y relaciones.
El proceso de discernir un consenso en la fe debe tomar en consideración los
distintos enfoques, acentuaciones y lenguajes y respetar la diversidad y los
límites a la diversidad dentro y entre los interlocutores.
La espiritualidad y la práctica
del diálogo ecuménico
LA ESPIRITUALIDAD
37. Puesto que la vida cristiana
es dialógica en sí (cf. párr. 23-24 supra), el diálogo ecuménico es una manera
de ser, de vivir la vida cristiana. Aunque tiene características concretas,
presupone una espiritualidad amplia de apertura al otro a la luz del imperativo
de la unidad de los cristianos, dirigida por el Espíritu Santo. El diálogo es
un proceso de discernimiento y como tal requiere paciencia, ya que el progreso
ecuménico puede ser lento. Se requiere humildad para estar abierto a recibir la
verdad de otro. Se requiere también compromiso en el amor, para buscar juntos
que manifestemos esa unidad querida por nuestro Señor. De modo que podemos
incluir las consideraciones siguientes sobre una espiritualidad de diálogo.
LA ESPIRITUALIDAD DE LOS
INTERLOCUTORES COMO COMUNIDADES
38. Las comunidades que entablan
un diálogo se comprometen a compartir un camino. Aunque intervienen unas pocas
personas de cada parte, un diálogo tiene como (Naturaleza y finalidad del
diálogo ecuménico 83) objetivo asistir a las comuniones de que se trate de
avanzar paso a paso hacia la unidad trabajando para asegurar que cada
interlocutor entienda, en el grado en que sea posible, cómo la vida y el
testimonio del otro puede ser beneficioso para todos. Cuando este aspecto se
descuida, los resultados del diálogo parecerán alejados de la experiencia de la
iglesia y pueden no ser recibidos en la vida de ésta ni transformar las
relaciones.
Además, cuando se descuida este
aspecto del diálogo, el empeño ecuménico mismo pasa a ser una excusa para
mantener el statu quo. Así que el diálogo ecuménico implica nuevas obligaciones
espirituales no solo para cada participante, sino también para las comunidades
en conjunto.
39. Una disposición a cambiar por
el diálogo exige ver al otro diferentemente, cambiar nuestros modos de pensar,
hablar y actuar con respecto al otro. Puesto que la unidad de los cristianos se
realiza por medio del poder de Dios, no del nuestro, el diálogo es también un
proceso de conversión, de discernimiento, de estar atentos al impulso de Dios.
Nos abre al juicio y a la renovación. Por eso, tratando de estar abiertos a las
relaciones transformadas y reconciliadas, recorremos procesos de curación y
perdón.
40. El diálogo con los cristianos
de los que estamos separados requiere examinar cómo nuestra identidad se ha
construido en oposición al otro, es decir, cómo nos hemos identificado por lo
que no somos. Superar las construcciones de identidad polémicas exige nuevos
esfuerzos para articular la identidad de una manera más positiva, que distinga
entre la identidad confesional como un signo de fidelidad a la fe y el
confesionalismo como una ideología construida en enemistad con el otro. Esto
supone una preparación espiritual y también teológica para el diálogo
ecuménico. Comprendiendo las mutuas heridas y expresando y recibiendo el perdón
pasamos de temernos los unos a los otros a ayudarnos a soportar las cargas, a
ser llamados a sufrir juntos. El compromiso con el diálogo requiere, por lo
menos, un examen de cómo nuestra iglesia educa a sus miembros sobre los
interlocutores.
41. La preparación para el diálogo
incluye recuperar recursos teológicos para la elaboración y el
perfeccionamiento de la doctrina dentro de nuestra propia tradición. Esto exige
una disposición a ser interpelados por los otros y a aprender de ellos. A
medida que el encuentro se profundiza, comprobamos que nosotros mismos estamos
incorporando reflexión teológica de la(s) tradición(es) de nuestro interlocutor
a nuestra propia vida y que adherimos a los pensamientos y las palabras del
otro como si fueran nuestros.
42. Nuestro compromiso común con
la unidad de los cristianos requiere no solo oraciones de unos por otros sino
una vida de oración en común.
La práctica
43. Cada diálogo es único y debe
tener en consideración los factores que llevaron a los interlocutores a
entablarlo en este momento. A este respecto pueden ser pertinentes los puntos
siguientes:
CÓMO SON LOS INTERLOCUTORES
44. Las características de los
interlocutores afectará necesariamente a la práctica de cada diálogo. Para
estar de acuerdo con los objetivos y los métodos del diálogo, ya (84 Octava
Relación del Grupo Mixto de Trabajo)sea bilateral o multilateral, es decisivo
comprender quiénes son los interlocutores, el origen de sus divisiones y/o el
modo en que esas comunidades cristianas se han relacionado unas con otras.
45. Cada interlocutor tiene una
interpretación particular de la historia de las divisiones. Uno o ambos pueden
tener recuerdos críticos de poder y persecución originados en los actos de
representantes de la otra comunidad parte en el diálogo. Puede haber
considerables asimetrías entre los interlocutores (por ej. de tamaño, de manera
de entenderse como iglesia, de capacidad de hablar en nombre de la comunidad
eclesial más grande, de situación de mayoría o de minoría). El diálogo debe
tener en cuenta estas asimetrías y cada interlocutor entender el punto de
partida del otro. Muchos participantes en el diálogo están manteniendo también
otros diálogos, tanto bilaterales como multilaterales. Los diálogos deberían
estar interrelacionados e influir unos en otros.
TEMAS Y PUNTOS DEL ORDEN DEL DÍA
DEL DIÁLOGO
46. El diálogo que persigue la
unidad de los cristianos exige más que una cooperación en cuestiones que no
generan división. Llevamos al diálogo ecuménico todo lo que queda fuera del
principio de Lund que pregunta: «si las iglesias no deberían actuar juntas en
todas las cuestiones excepto en aquellas en las que profundas diferencias de
convicción las obligan a actuar por separado». Donde la conciencia hasta ahora
ha prohibido la unidad, entablamos un diálogo precisamente para aclarar y
superar esas profundas diferencias de convicción del pasado y del presente.
47. Los temas para el diálogo se
sacan de la relación pasada y presente de los interlocutores. Al elegir los
temas para tratar podríamos preguntar: « ¿Dónde, en nuestra relación como
interlocutores, está en juego el Evangelio? ¿Qué nos impide reconocernos
completamente?» El contexto influirá en la elección de los temas del diálogo;
sin embargo, esos temas serán aun más pertinentes si se los sitúa dentro del ámbito
más amplio de las divisiones históricas básicas entre los cristianos.
48. La historia debería informar
la elección de los temas. Aunque cada generación debe apropiarse de nuevo de lo
que ha sucedido antes, no deberíamos olvidar que estamos cooperando en un
camino que empezó antes que nosotros y continuará después de nosotros.
49. Entre los temas podrían
figurar no solo las formulaciones de doctrina, sino también las maneras de
hacer teología y de utilizar las fuentes de la fe. Los propios métodos pueden
ser el tema del diálogo. Elegir los puntos de partida exige discernir qué está
maduro para la discusión. Puede ser importante empezar por examinar qué une a
los interlocutores; tal vez sea necesario dejar de lado las cuestiones que
generan más división hasta que una experiencia de confianza compartida haga
posible abordarlas. Pero el diálogo entre iglesias divididas no puede postergar
indefinidamente un examen de las cuestiones que constituyen el meollo de su
división.
50. Los diálogos que han madurado
a través de un acuerdo considerable en áreas de conflicto pueden servir para
favorecer un compromiso constructivo en cuestiones determinadas. (Naturaleza y
finalidad del diálogo ecuménico 85)
Los métodos
CONTEXTOS Y MANERAS DIFERENTES DE
ABORDAR EL DIÁLOGO
51. Puesto que temas de diálogo
diferentes exigen métodos diferentes, no podemos hablar de una manera de
abordar el diálogo. Cada interlocutor estará más cómodo con unos métodos que
con otros. No deberíamos suponer que hay que preferir ciertas maneras de entablar
el diálogo a otras.
52. La experiencia del diálogo
ecuménico en el siglo XX ha demostrado qué importante es examinar los factores
históricos y socioeconómicos que afectan a las cuestiones doctrinales. Situar
las formulaciones doctrinales en su contexto histórico puede darnos la libertad
de expresar hoy la misma fe de nuevas formas. Este método, que tuvo como
resultado la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, modeló
una hermenéutica que puede ser fructífera en otra circunstancia.
53. El estudio sobre hermenéutica
que realizó la Comisión de Fe y Constitución (Un Tesoro en Vasijas de Barro,
documento Nº 182 de Fe y Constitución, 1998) repara en la manera cómo «leemos
nuestra propia historia como comunidad y en cómo encontramos puntos de
convergencia con las historias de los otros. Una «hermenéutica de la
coherencia» propone tener una conciencia comprensiva de la fe y el testimonio
de los otros, como complementarios de los nuestros. Una «hermenéutica de la
confianza» indica que, por los dones del Espíritu Santo a la comunidad
cristiana, son posibles la acogida y el reconocimiento mutuos. Una
«hermenéutica de la sospecha» sugiere la pregunta «¿A qué intereses ha servido
esta manera de leer?» Como el diálogo sirve a la causa del Evangelio único de
Jesucristo, cada manera de «leer» puede llevarnos juntos a una mayor
comprensión de la verdad.
54. El diálogo no es una
negociación para encontrar un «mínimo común denominador » sino una búsqueda de
nuevos puntos de vista para descubrir juntos el camino hacia adelante. A veces
en los diálogos se confrontan cuestiones que suscitaron condenas mutuas en
tiempos pasados. En este caso puede ayudar a aclarar cuál era la posición real
de cada parte en esa época y cómo intentó cada una, con su posición, preservar
la integridad del Evangelio en un contexto determinado. Quizá las exigencias
del Evangelio hoy permitan a los interlocutores encontrar un terreno común.
55. No todos los conflictos
doctrinales pueden resolverse fácilmente. Por lo tanto, un estudio cuidadoso de
las posiciones – hasta qué punto son complementarias y en qué y cómo divergen –
puede ser muy útil para favorecer la intensificación de las relaciones
ecuménicas entre las iglesias.
PARTICIPANTES Y COMPETENCIAS
56. En el diálogo ecuménico de
hoy se requieren varias competencias. Se necesita a quienes tienen
conocimientos especializados en historia y doctrina, pero también a quienes
aportan otras formas de conocimientos: los especialistas en liturgia, en ética
y los misionólogos, así como a los que tienen responsabilidades pastorales de
episcopé.
Cuanto más amplia es la
participación de la iglesia en un diálogo, más aplicables serán sus
conclusiones en la vida de la iglesia en su totalidad. Las distintas iglesias
tienen diferentes maneras de entender cómo un individuo «representa» a la
iglesia en un diálogo, pero todos los participantes deberían ser conscientes de
que están sujetos a la disciplina de su tradición y responden ante ella. (86
Octava Relación del Grupo Mixto de Trabajo)
57. Como se aconseja en «Diálogo
Ecuménico» [1967], muchas veces es conveniente incluir observadores en el
diálogo, para que determinen las implicaciones ecuménicas más amplias del
trabajo e inviten a que las haya.
La recepción de los diálogos
ecuménicos
58. Si se quiere que los acuerdos
alcanzados por medio del diálogo ecuménico tengan efectos en la vida y el
testimonio de las iglesias y conduzcan a un nuevo estadio de comunión, hay que
prestar mucha atención a los procedimientos de recepción de los acuerdos para que
toda la comunidad pueda participar en el proceso de discernimiento.
EL SIGNIFICADO DE LA RECEPCIÓN
59. La «recepción» es el proceso
por el cual las iglesias hacen suyos los resultados de todos los encuentros
mantenidos unas con otras, y de manera especial los puntos de convergencia y
los acuerdos alcanzados sobre cuestiones en torno a las cuales han estado
históricamente divididas. Como se hace notar en el informe del Sexto Foro sobre
Diálogos Bilaterales:
La recepción es una parte
integrante del movimiento hacia esa comunión plena que se realiza cuando «todas
las iglesias son capaces de reconocer unas en las otras a la iglesia una,
santa, católica y apostólica en su plenitud». [Declaración de Canberra]
De modo que la recepción es mucho
más que las respuestas oficiales a los resultados del diálogo, aunque las
respuestas oficiales son esenciales. Sin embargo, aunque los resultados de los
diálogos teológicos internacionales no tienen que ver con toda la gama de
relaciones interreligiosas, son un aspecto crucial de la recepción, como
intentos concretos de superar lo que divide a las iglesias e impide la
expresión de la unidad que quiere nuestro Señor.
LOS INSTRUMENTOS DE RECEPCIÓN
60. Las iglesias han creados
modos e instrumentos apropiados para recibir los resultados de los diálogos
internacionales bilaterales y multilaterales. Las estructuras y los
procedimientos de toma de decisión que determinan el «pensamiento» de una
iglesia o comunidad de iglesias reflejan la manera de entenderse y de
gobernarse de cada iglesia o Comunión y su posición.
DIFICULTADES EN LA RECEPCIÓN
61. Las iglesias han encontrado
dificultades en el proceso de recepción en parte debido a los modos y
procedimientos diferentes.
62. Han surgido cuestiones de
coherencia. Cuando una comunidad eclesial participa en varios diálogos con
interlocutores de tradiciones eclesiales diferentes, la exposición de su manera
de entenderse a sí misma debe ser coherente con lo que dice a todos los
interlocutores y los resultados logrados en un diálogo deben ser coherentes con
los logrados en los otros. Algunas Comuniones Cristianas Mundiales (la Comunión
Anglicana, la Alianza Reformada Mundial, la Federación Luterana Mundial) han
creado estructuras para verificar esto.(Naturaleza y finalidad del diálogo
ecuménico 87)
63. Han surgido cuestiones que se
consideran pertinentes. ¿Los temas del diálogo ecuménico son en gran parte los
del orden del día de las iglesias de Europa y de América del Norte, aun cuando
las divisiones doctrinales de que se trate fueron trasladadas por todo el mundo
mediante la actividad misionera?
64. ¿Cómo se relacionan los
diálogos internacionales con las prioridades pastorales y teológicas de las
iglesias locales? Si los asuntos abordados no afectan a la vida concreta de las
iglesias, la recepción se hace difícil. Se necesitan nuevas maneras para ayudar
a las iglesias a ver que la desunión contradice el Evangelio de la
reconciliación.
¿Cómo pueden los resultados de
los diálogos internacionales comprometer a las iglesias concretamente en sus
diferentes contextos? Muchos de los factores que inhiben la recepción de los
diálogos son no doctrinales. En los casos en que hay tensiones evidentes entre
mayoría y minoría deben tener lugar procesos de perdón, curación y
reconciliación antes de los procedimientos de recepción y junto a éstos.
65. Por su propia naturaleza, los
diálogos son mantenidos por representantes oficiales, competentes en las
cuestiones sometidas a examen. Pero la recepción, si bien es un proceso de
discernimiento que compete a la dirigencia de las iglesias, implica también el
discernimiento de todo el pueblo de Dios. No atender la necesidad de educación
y discernimiento de toda la comunidad ha dificultado la recepción. En los
momentos críticos de algunos procesos ha aparecido el lenguaje «de arriba
abajo» más que el de «abajo arriba». Por eso, cuando los diálogos buscan la
comunión entre las iglesias, pueden conducir a la formación de grupos
disidentes y divisiones dentro de las iglesias.
EXPERIENCIAS DE RECEPCIÓN
POSITIVAS
66. ¿Cómo podrían realizarse los
procedimientos de recepción para superar estos problemas? En los últimos
treinta años varios diálogos internacionales han tenido una gran recepción, que
llevó a nuevas expresiones de comunidad eclesial y a la renovación de las iglesias
que intervinieron. Tal vez éstos puedan dar algunas pistas sobre lo que es
esencial si se quiere que haya recepción.
UN ESTUDIO DE CASO MULTILATERAL
67. Uno de esos ejemplos lo
ofrece el diálogo multilateral que dio origen a Bautismo, Eucaristía y Ministerio
(BEM, 1982). El proceso de elaboración de BEM exigió tiempo, un diálogo
constante con las iglesias, la provisión de materiales de estudio, un examen
minucioso de las respuestas a los borradores, traducciones a muchas lenguas,
basarse en lo que se había logrado previamente en materia de diálogo y el
recurso a otros diálogos e iniciativas ecuménicas.
68. Este proceso llevó casi
veinte años y, en realidad, las cuestiones se habían debatido antes durante
cuarenta años. En el período 1963-1982 los procesos de redacción se enviaron
tres veces a las iglesias, facultades de teología y organizaciones ecuménicas
para recoger sus reacciones y sus comentarios. Se dio gran difusión a los
borradores y en cada etapa de nueva redacción se tomaron con seriedad los comentarios.
Muchas iglesias promovieron los debates de los borradores en las
congregaciones, haciendo participar así a toda la comunidad. Los redactores
también se inspiraron en diálogos internacionales bilaterales sobre temas
conexos y en las ideas sacadas del movimiento litúrgico. El enfoque
multilateral remontó las divisiones entre las iglesias y buscó las (88 Octava Relación del Grupo Mixto de
Trabajo) causas para entender las cuestiones concretas (ej. anamnesis). Esto
proporcionó puntos de referencia y situó las diferencias históricas en una
perspectiva nueva.
69. Cada vez que era claro que
iba a ser difícil de conseguir un acuerdo sobre determinada cuestión, ésta era
objeto de una reunión de teólogos (por ej. la relación entre el bautismo de
quienes hacen una profesión personal de fe y el bautismo de niños; la cuestión
del episcopado). De esas consultas salió un nuevo lenguaje que permitió
expresar acuerdos.
70. Una vez finalizado el texto,
que fue aclamado por la Comisión de Fe y Constitución en 1982, se lo envió a
las iglesias para que éstas respondieran. El documento iba acompañado de
preguntas muy bien pensadas para que las iglesias, en un proceso de
discernimiento, pudieran recibirlo. Un comentario adjunto facilitaba la
comprensión de quienes no habían sido parte en el debate. Un volumen de ensayos
teológicos estimulaba la discusión en las facultades de teología, mientras que
una colección de materiales litúrgicos ayudó a las iglesias a reflexionar sobre
la relación entre su interpretación teológica y su práctica litúrgica. Para dar
una expresión litúrgica al acuerdo eucarístico, se creó una liturgia que
ilustraba lo que la convergencia permitía con respecto a la celebración del
sacramento. Esta «Liturgia de Lima» indudablemente ayudó a popularizar el acuerdo
y el proceso de BEM.
71. BEM fue traducido a más de
treinta lenguas, lo que facilitó su recepción en todo el mundo. Para
perfeccionar el proceso, los integrantes de la Comisión de Fe y Constitución y
el personal del programa dirigieron algunos seminarios. Se elaboraron guías de
estudio en varios contextos que fueron útiles en los debates que tuvieron lugar
en el plano de congregación y en el interreligioso. El proceso de concreción
del texto, en el que participaron desde el principio las iglesias, facilitó las
respuestas oficiales «con el grado máximo de autoridad» cuando, en 1982, el
texto quedó terminado. Se recibieron unas 186 respuestas que se publicaron en
seis volúmenes. La consecuencia de esto fue que el texto tuvo una autoridad
ecuménica sin precedentes, lo que a su vez estimuló a las iglesias a entablar
nuevas relaciones unas con otras.
72. Teniendo en cuenta esta
convergencia, varias iglesias pudieron entablar nuevas relaciones de comunión (por ej. las iglesias
luteranas y anglicanas de los países nórdicos y bálticos, Gran Bretaña,
Irlanda, Canadá, Alemania, Estados Unidos; las reformadas y luteranas de los
Estados Unidos; las Iglesias Unidas y en vías de Unión de Sudáfrica, etc.). A
otras iglesias se las invitó, mediante las preguntas, a renovar la frecuencia y
el contenido litúrgico de sus celebraciones eucarísticas. Las distinciones que
se hicieron con respecto al ministerio han facilitado los diálogos bilaterales,
incluso en situaciones en las que esas cuestiones se habían hecho difíciles de
tratar.
ALGUNOS ESTUDIOS DE CASO
BILATERALES
73. Varios diálogos
internacionales bilaterales también crearon mecanismos y modalidades de trabajo
que han favorecido la recepción.
74. La firma oficial de la
Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación fue el resultado de
una serie de actos de cooperación luterano-católica. La Declaración Conjunta
fue el fruto de más de 30 años de diálogo internacional y nacional. En 1991,
tras decidir centrarse más en la recepción de los resultados del diálogo, la
Federación Luterana Mundial y el Pontificio Consejo para la Promoción de la
Unidad de los (Naturaleza y finalidad del diálogo ecuménico 89) Cristianos
elaboraron un documento de trabajo titulado «Estrategias para la recepción:
perspectivas de la recepción de los documentos emanados del diálogo
internacional luterano- católico». En 1993, establecieron una pequeña comisión
mixta para redactar una Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la
Justificación. Después cada parte sometió el borrador a sus procedimientos
internos de evaluación. Los resultados de la evaluación condujeron a una
revisión del borrador. En cada etapa, cada una de las partes fue apoyada por el
grado máximo de autoridad. La versión final de la Declaración Conjunta fue
aceptada formalmente por ambas partes en 1998 y firmada en 1999. La buena
recepción de la Declaración se debió a la estrecha colaboración entre los dos
interlocutores en el proceso de recepción.
75. El acuerdo resultante del
diálogo entre las Iglesias Reformadas y las Iglesias Menonitas se selló con una
visita a los campos de batalla en los que sus fuerzas habían combatido en el
período de la Reforma. Las iglesias se arrepintieron, recibieron el perdón por
permitir que el recuerdo de esos acontecimientos determinara las relaciones
actuales y trataron de iniciar una nueva relación. Una constante interacción de
acuerdo, comentarios y elucidaciones efectuada por las entidades patrocinadoras
de la Comisión Internacional Anglicano-Católica Romana puede haber facilitado
la recepción de sus informes de diálogo. Un interés que hubo en varios diálogos
en los que participaron la Alianza Reformada Mundial y la Iglesia Católica
Romana era relacionar la agenda teológica con las relaciones concretas de las
iglesias reformadas y la Iglesia Católica Romana en todo el mundo. Este fue un
primer intento de unir las agendas de un diálogo y de las iglesias locales.
ALGUNAS CONCLUSIONES RELATIVAS A
LA RECEPCIÓN
76. Desde 1967 pueden
distinguirse varios factores esenciales para los procedimientos de recepción.
Para que los resultados del diálogo sean apropiados, es necesario el compromiso
más amplio posible con la comunidad y sus teólogos. La mejor manera de hacer
esto es por el intercambio, en los momentos oportunos de la elaboración de un
texto, entre las personas que participan en los diálogos y las iglesias de que
se trate, y elaborando el texto a la luz de los comentarios recibidos.
77. El proceso se perfecciona
compartiendo los materiales bíblicos, teológicos y litúrgicos que ayudan a las
comunidades a entender el camino que emprendieron los redactores y sitúan el
tema tanto dentro de las confesiones implicadas como dentro de la exégesis
moderna. El texto debería traducirse a todas las lenguas que se considere
conveniente y acompañarse de guías de estudio (escritas por miembros del grupo
de redacción, puesto que solo ellos conocen el camino recorrido para llegar al
acuerdo). La recepción puede mejorarse con gestos simbólicos apropiados de las
entidades patrocinadoras que indiquen que se ha llegado a una nueva etapa del
camino hacia la manifestación más completa de la comunión.
78. Para la recepción y la puesta
en práctica subsiguiente es importante idear instrumentos para la episcopé
cooperativa. A la luz de los acuerdos alcanzados, hay que considerar los
procedimientos de recepción que abarcan a ambas comunidades que tratan de
entenderse. En la actualidad muchos procedimientos de recepción se llevan a
cabo dentro de cada comunidad por separado.
79. Las visitas entre comunidades
fomentan la intensificación de las relaciones. Debería ser natural invitar a
los interlocutores a los acontecimientos importantes de la (90 Octava Relación
del Grupo Mixto de Trabajo) vida de la
iglesia y estimular la amistad de los cristianos en el plano local. El movimiento
ecuménico incluye una espiritualidad de la hospitalidad, de la disposición para
recibir al otro en nuestro propio lugar. El compromiso con el diálogo exige la
disposición de los dirigentes eclesiásticos para ser ejemplos de una apertura
nueva, compartiendo actos simbólicos y visitas, y estando presentes en momentos
de alegría y de tristeza. Todos estos contactos favorecen la comprensión mutua
y la recepción de los resultados del diálogo.
Desafíos para el diálogo en el
siglo XXI
80. El movimiento ecuménico ha
ayudado a los cristianos a salir del verdadero aislamiento de unas iglesias con
respecto a otras experimentado durante centurias por las divisiones de los
siglos V, XI o XVI. Hacia fines del siglo XX las iglesias pudieron hablar de
compartir incluso ahora una comunión «real aunque imperfecta». Habida cuenta de
estos logros, ¿cuáles son los desafíos para el diálogo ecuménico en el siglo
XXI?
81. Si bien estos logros han sido
considerables, durante este mismo período también ha habido una tendencia a una
mayor fragmentación y fractura entre y dentro de las iglesias. Hay quienes
afirman rotundamente que el diálogo es contrario a la tradición cristiana y
quienes tienen pretensiones de absolutidad y unicidad. Bajo la influencia de la
cultura posmoderna las estructuras de autoridad y la autoridad en todos los
aspectos de la vida han sido puestas en tela de juicio. Esto dentro de las
iglesias plantea problemas cuando de declaraciones doctrinales y de estructuras
de gobierno se trata. Algunos se preguntan si es posible que alguien de un
grupo represente a una comunidad. Que la sociedad trate cuestiones éticas de
manera revolucionaria ha influido crecientemente en el modo cómo esas
cuestiones aparecen en la agenda de las iglesias, donde es claro que la discusión
de las diferentes opiniones trasciende la demarcación de confesiones y
denominaciones. Es fundamental que se tomen en consideración estas
características de la vida eclesial contemporánea ya que la cultura de diálogo
se desarrolla en este decenio.
82. Sin embargo, nos limitamos a
señalar algunas perspectivas generales que deben tenerse en cuenta y algunos
desafíos que enfrentan el movimiento ecuménico en general y el diálogo en
particular.
EL DESAFÍO DE UN MUNDO EN
TRANSFORMACIÓN
83. El contexto general en el que
vive la gente hoy en día, caracterizado por un mundo cada vez más
interdependiente e interconectado, seguirá repercutiendo en los cristianos. En
su sentido más positivo, esta mundialización expresa la aspiración de los seres
humanos de convertirse en una familia. Sin embargo, la mundialización ha
dividido más a la humanidad porque en el orden mundial actual las fuerzas de la
mundialización se aplican a beneficiar a algunos en perjuicio de muchos.
84. En este contexto el
movimiento ecuménico puede ser una semilla de esperanza en un mundo dividido
económica, cultural, social y políticamente. Las alegrías y las tristezas, las
esperanzas y la desesperación de todas las personas son también las de los
cristianos. Respetando todos esfuerzos humanos por unir a las personas, el
movimiento ecuménico puede a la vez hacer su contribución específica a la
unidad de la familia
(Naturaleza y finalidad del
diálogo ecuménico 91) humana curando las divisiones que existen entre los
cristianos. Hay una respuesta a la mundialización que exige el establecimiento
de buenas relaciones entre las estructuras sociales mundiales y nacionales. Un
desafío ecuménico paralelo es el de lograr perspectivas comunes sobre la
relación adecuada entre la expresión universal de la Iglesia y las expresiones
locales y entre unidad y diversidad. Mostrando que el diálogo puede resolver
las diferencias que subsisten, el progreso hecho con respecto a estas
cuestiones eclesiológicas puede tener efectos positivos en las personas que
enfrentan la mundialización.
85. De modo que el compromiso continúo
con el diálogo ecuménico no solo favorece la reconciliación entre los
cristianos sino que también es un signo de las más hondas aspiraciones de la
humanidad de ser una familia.
EL DESAFÍO CONTINUO DE LA
RECONCILIACIÓN DE LOS CRISTIANOS
86. Algunos desafíos se
relacionan específicamente con el movimiento ecuménico.
87. Si bien nos regocijamos por
los logros del movimiento ecuménico del siglo XX, reconocemos que la
reconciliación de los cristianos dista mucho de ser completa. El diálogo
ecuménico debe continuar a fin de resolver serias divergencias referentes a la
fe apostólica. Éstas constituyen un obstáculo para lograr la unidad visible
entre los cristianos, la unidad necesaria para ejercer la misión en un mundo
destrozado.
88. En segundo lugar, el
movimiento ecuménico es importante para los cristianos de todas partes. Al
principio, la mayoría de los participantes del movimiento ecuménico provenían
de Europa y América del Norte, aunque la minoría procedente de otros
continentes influía mucho en las primeras reuniones ecuménicas y afirmaba que
la desunión de la Iglesia era un pecado y un escándalo. Como se hizo notar
supra, muchas de las principales divisiones entre los cristianos empezaron en
Europa y los misioneros europeos y estadounidenses las trasladaron a otros
continentes en el curso de sus actividades.
89. Pero hoy los participantes en
los diálogos provienen de África, Asia, América Latina, Oceanía y el Caribe y
sus aportes son importantes. Muchos estiman que la agenda ecuménica es menos
apropiada y urgente que las tareas que ellos hacen para satisfacer las
necesidades básicas de sus comunidades. No obstante, muchos cristianos se dan
cuenta de que perpetuando las divisiones se debilita la credibilidad del
Evangelio único y de que muchas de las cuestiones que enfrentan son en realidad
cuestiones de unidad y división. Este Evangelio habla a las personas en sus
diferentes culturas y lenguas, y curar las heridas de la división requiere los
esfuerzos de los cristianos de todas partes del mundo. En los diálogos
ecuménicos del siglo XXI debería prestarse mucha más atención a la diversidad
de los cristianos de todo el mundo.
90. En tercer lugar, hemos tomado
conciencia de los cambios que se han producido en el ámbito cristiano.
Reconocemos que algunas de las comunidades cristianas de más rápido crecimiento
son las evangélicas y las pentecostales. Muchas de éstas, si no la mayoría, no
participan en el movimiento ecuménico y no tienen contacto con el CMI ni diálogo
con la Iglesia Católica Romana. De hecho, las propias palabras «unidad» y
«ecuménico» constituyen un problema para estas comunidades. El centro de su
atención es la misión y no necesariamente la ven en el contexto de la
colaboración con otras iglesias en una región determinada, aun en los lugares
donde estas iglesias están (92 Octava
Relación del Grupo Mixto de Trabajo) establecidas desde hace siglos. Un desafío
de hoy es encontrar la manera de hacer que el diálogo ecuménico incluya en
mayor medida a estos importantes grupos cristianos.
91. En cuarto lugar, los diálogos
bilaterales se han centrado en cuestiones que necesitan resolverse para que
pueda lograrse la reconciliación entre dos comuniones. Esto debe proseguir.
Pero sería útil que algunos diálogos prestaran más sistemáticamente atención a
la herencia cristiana que comparten Oriente y Occidente, como marco de
referencia para todos y así tal vez todos los diálogos serían beneficiosos.
EL DESAFÍO DEL DIÁLOGO
INTERRELIGIOSO
92. Pero, aunque el diálogo interreligioso
no puede sustituir al diálogo ecuménico, aquél se mantiene entre las religiones
del mundo. No trata de crear una religión pero permite la colaboración entre
religiones fomentando valores espirituales para contribuir a la armonía de la
sociedad y para ayudar a construir la paz mundial. Hoy es necesaria, y hasta
imprescindible, la cooperación entre los cristianos para promover el diálogo
interreligioso.
Últimamente se ha abusado de las
religiones para justificar e incluso promover la violencia o se las ha
marginado de los esfuerzos por construir la comunidad humana. Mediante la
cooperación ecuménica en el diálogo interreligioso los cristianos pueden apoyar
a las religiones del mundo fomentando la armonía y la paz.
93. No se debe confundir diálogo
ecuménico y diálogo interreligioso. Si bien ambos están relacionados con la
cultura de diálogo, cada uno tiene un objetivo y un método específicos. El
diálogo ecuménico se mantiene entre cristianos y busca la unidad visible de los
cristianos. Debe continuar porque la discordia entre los cristianos
«abiertamente repugna a la voluntad de Cristo» (Unitatis Redintegratio 1) y
debe ser superada.
Conclusión
94. Desde la declaración del GMT
sobre el diálogo (1967) las iglesias participan en el diálogo, especialmente
durante los últimos decenios del siglo XX. El diálogo ecuménico ha abierto
nuevas perspectivas al demostrar que, pese a los siglos de separación, los
cristianos divididos tienen muchas cosas en común. El diálogo ha contribuido a
la reconciliación. La recepción de los resultados del diálogo ha contribuido a
unir a los cristianos de varias maneras.
95. En el siglo XXI, el diálogo
ecuménico continúa con los mismos objetivos pero en un nuevo contexto. El
diálogo sigue siendo un instrumentos que los cristianos deben utilizar en su
búsqueda de la unidad visible, objetivo que aún está por cumplirse. El diálogo
sigue siendo un instrumento para ayudar en la reconciliación de los cristianos
divididos.
En el tiempo en que vivimos, los
resultados del diálogo deben revisarse continuamente en las iglesias. El
diálogo ecuménico ya ha ayudado a cambiar las relaciones entre las iglesias. En
el nuevo contexto de un mundo más globalizado, de un mundo de comunicación
instantánea y abundante información, la tarea de la Iglesia de proclamar la
Palabra de Dios y la salvación en Cristo entra en una competencia sin
precedentes con las cosas que se proclaman desde todo tipo de información
destinada a captar el corazón de la gente. Lo más urgente en este momento de la
historia es que los cristianos den testimonio común del Evangelio dejando de
lado sus divisiones y respondiendo al ruego del(Naturaleza y finalidad del
diálogo ecuménico 93)
Señor que oró por sus discípulos
«que sean uno […] para que el mundo crea» (Jn. 17:21).
UNA NOTA SOBRE EL PROCEDIMIENTO.
Después que el Obispo Walter
Kasper y el Dr. Konrad Raiser presentaron los documentos sobre el diálogo, en
el primer plenario se estableció una serie de cuestiones que debían tratarse en
un documento de estudio sobre diálogo. Un pequeño grupo de redacción compuesto
por Eden Grace, la Dra. Susan
Wood, Mons. Félix Machado, Mons. John Radano y el Revdo. Dr. Alan Falconer se reunió
en Cartigny, Suiza, en febrero de 2003, y elaboró un borrador inicial. Después
de los debates del plenario de Bari, el texto se siguió elaborando por correo
electrónico y en una sesión de redacción de un día celebrada en septiembre de
2003 (Falconer, Radano y el Dr. Thomas Best). Después de otro examen en la
reunión del Ejecutivo del GMT celebrada en noviembre de 2004, se le pidió al
Obispo David Hamid que hiciera la corrección de estilo del texto. El plenario
del GMT aprobó el documento de estudio en la reunión celebrada en mayo de 2004
en Chania, Creta.
94 Octava Relación del Grupo
Mixto de Trabajo
GINEBRA-ROMA 2005
WCC Publications Geneva.- Web del CMI http://www.wcc.coe.org.
Enviado por el P. D. Benito
González Raposo, Delegado de ecumenismo de la diócesis de Santiago de
Compostela, tutor, director y encargado espiritual y dirigente del grupo de
ecumenismo del Hogar de Santa Margarita en La Coruña
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